Queridos amig@s de El agujero en la flauta,
les propongo una reflexión sobre la tarea misionera de la iglesia. Espero pueda suscitar caminos nuevos. Como siempre todo material que publico puede ser utilizado sin problema.
En este cambio de
época también la misión de la iglesia está teniendo, y a va a tener cada vez
más, un cambio epocal.
No estamos frente
a pequeños cambios o pequeños ajustes. Es la raíz misma de la misión que está
cambiando. La evolución de la conciencia humana, preconizada ya por Teilhard de
Chardin, está entrando en una nueva dimensión que afecta a todo el saber y el sabor de lo humano. La iglesia no puede quedar indiferente a todo
eso.
Saber y sabor
expresan justamente uno de los ejes de esta cambio: no puede haber conocimiento
sin experiencia. Más aún: el sabor precede el saber. Lo que no se saborea no se
conoce y no transforma. Expresado en la formulación clásica es la relación
entre amor y conocimiento. Un amor que no lleva al conocimiento queda reducido
a sentimientos y emociones y un conocimiento que no lleva al amor queda
reducido a un puro saber racional que no llena la vida.
Mi aporte quiere
centrarse hoy en la dimensión misionera. Se está hablando desde un tiempo de
conversión pastoral. Creo que es importante pero no es suficiente. En tema de
conversión pastoral podemos dar este gran paso: del saber al sabor. Priorizar
el sabor sobre el saber.
En concreto puede
significar: una doctrina o un catecismo sin experiencia previa es tanto inútil
cuanto dañino. Genera ilusiones y expectativas que desembocan en una fe
intelectual , moralista, cumplidora y frágil.
Las doctrinas
tiene que expresar lo que se experimentó, se vivió, se saboreó.
La expresión “conversión pastoral”, como decía, es
insuficiente.
Se podría hablar
de una “pastoral de conversión” para
subrayar justamente que todo el aparato eclesial, hacia adentro y hacia fuera,
necesita una constante conversión, un constante y sereno cuestionamiento de sus
experiencias, vivencias, propuestas.
Para evitar el
tinte moral que la palabra conversión irremediablemente sugiere, quiero
proponer la expresión, para nada novedosa: mística
misionera.
Me parece más
completa y apuntando al cambio de época que se está gestando.
Intento sugerir
unas indicaciones concretas a las cuales apunta una mística misionera.
El decálogo de la mística misionera:
1) No se puede dar lo que no se tiene.
Lo sabemos muy bien, pero en lo concreto insistimos en el activismo y
en la prioridad del hacer. En la iglesia creemos que se puede vivir de renta.
Obispos, sacerdotes, catequistas, creemos que con la formación recibida sabemos
lo suficiente como para evangelizar. En una autentica experiencia de Dios no
podemos vivir de renta, aunque sea por el simple hecho que el único tiempo de
Dios es el ahora. Dios está aconteciendo ahora. En este sentido hay que
profundizar urgentemente en el camino místico: poner las herramientas para que,
aquí y ahora, podamos experimentar a Dios. El que experimenta a Dios, vive de
Dios y su sola presencia evangeliza. El hacer concreto pasa necesariamente en
segundo plano. Es el tiempo de vivir el hacer desde el ser.
2)La mística misionera se centra en la
visión. Una manera nueva de ver. El ver correctamente ya evangeliza. Aprender a
descubrir y ver la presencia de Dios en todo lo que vivimos, interiormente y
exteriormente, nos permite entrar en un campo de paz profundo y espacioso.
Cuando logramos ver la Presencia en todo empezamos a vivirnos desde la
gratuidad.
3)La gratuidad es el eje de la mística
misionera que vengo proponiendo. Gratuidad que, entre otras cosas, es también
el eje del mensaje de Jesús y del evangelio. Descubierto que todo es un don,
que la Presencia del Amor nos envuelve y nos anima desde dentro, ¿qué queda por
hacer?
4) Vivir el don. Vivimos lo que ya somos. No
vivimos para alcanzar algo que no tenemos. Vivir para alcanzar algo genera
frustración y tensiones. Vivir desde una plenitud descubierta y asumida se
traduce en disfrute y alegría. Cuando esto lo podemos vivir en primera persona
podemos acompañar a otros a descubrir la plenitud que ya late en sus vidas.
5) Compasión. El dolor nos cuestiona y mueve
nuestro amor. La mística misionera vive esencialmente de la compasión y desde
la compasión. La compasión entendida no solo y simplemente como un compartir el
dolor del otro, sino como la común experiencia de Dios que se revela en la
debilidad y los limites. No hay alguien que es
más que ayuda alguien que es menos.
Se vive la compasión como la capacidad de darse cuenta que en mi propia
debilidad y dolor y en la debilidad y el dolor del otro, late la plenitud. La
compasión como experiencia de la divinidad que se manifiesta como debilidad y dolor y no solo en la debilidad y el dolor.
6)Ecumenismo y ateísmo. La mística misionera
es sumamente abierta, porque intenta llegar y vivir desde la raíz del ser. Por
eso el dialogo transparente y radical con otras expresiones religiosas y otras
búsquedas. Por eso también la comunión con el ateísmo. La mística misionera se
da cuenta que todo ser humano, toda la humanidad y toda la creación bebe a la
misma fuente. La fuente es única. La raíz de las experiencias místicas nos
introducen suavemente en la unidad. Nuestra casa común es lo Uno, Uno que cada
cual expresa a su manera y busca a su manera. Por eso se relativizan todas las
expresiones de lo divino: Dios, Padre, Ser, Conciencia, Misterio, Nada, Vacío,
Amor, Vida. La mística misionera es humilde porque se da cuenta de lo relativo
del lenguaje humano al expresar lo divino.
Darse cuenta de todo eso genera una paz inmensa e indescriptible. Esa
es la paz que evangeliza (Fil 4, 7).
7) Originalidad cristiana. La mística misionera
no cae en la uniformidad, uniformidad que es el pobre ofrecimiento de la
sociedad capitalista. Paradójicamente la sociedad que enaltece el
individualismo engendra una pobre uniformidad. La mística misionera mantiene el matiz
cristiano y su perenne originalidad. La mística misionera desarrolla el
misterio de la encarnación como ofrecimiento a la humanidad de lo especifico
cristiano. Comprende el misterio pascual y la creación a la luz de la encarnación:
todo es Cristo, como recuerda también San Pablo (Col 3, 11). Todo es Cristo
expresándose y viviéndose.
8)Sacramentos y liturgia. La mística
misionera tiene la valentía de revisar la praxis sacramental y litúrgica para
que se conviertan siempre más en experiencia vital. A partir de la vida y para
la vida. La mística misionera no tiene miedo de adaptar el lenguaje a las
circunstancias y necesidades de la gente y la situación concreta. Utiliza con
más propiedad y énfasis la música como lugar propiamente epifánico.
9) Donde está la vida. La mística misionera
está en todos los lugares donde la persona humana vive su búsqueda.
Especialmente comparte las experiencias y las iniciativas a favor de la
comunión y el contacto vital con la creación. La comunión con la creación es
uno de los caminos maestros de la mística misionera.
10) Vía artística. La mística misionera valora
y propone todo camino artístico como lugar de encuentro con la divinidad. Da
amplio espacio al cuerpo y sus manifestaciones artísticas: danza y canto
sobretodo. Crea espacios donde la persona humana pueda conocer y desarrollar su
creatividad intrínseca: pintura, manualidades, tallados de madera y pirograbado
y todo lo que sea expresión artística. Leerá adentro de toda expresión
artística al Dios que continuamente crea y renueva todas las cosas.
Junio 2016
Stefano Cartabia OMI
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