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viernes, 23 de noviembre de 2018

Hipersensibilidad y madurez humana



Nuestra sociedad está bajo la amenaza de un peligroso virus: la “hipersensibilidad”.
Estoy en contacto con mucha gente y pasan entre mis manos y mi corazón muchas realidades, ya sea individuales, ya sea grupales o sociales.
Estoy convencido que nuestra sociedad está enferma de hipersensibilidad. “Hiper” es un término griego que expresa exceso, exageración.
Por ejemplo el “hipermercado” es un mercado enorme…exagerado…

La enfermedad de la hipersensibilidad deriva obviamente en otros y más peligrosos “hiper”: hiper-susceptible, hiper-agresivo, hiper-calentón, hiper-depresivo, hiper-preocupado…
En un mundo mercantilista que apuesta al mercado todo se convierte en hiper. Y perdemos la cordura, y perdemos la paz.

Me asusta la hipersensibilidad especialmente en los niños. En mi trato con niños pequeños o muy pequeños no faltan casi nunca enojos, llantos, broncas, agresividad. Siempre por motivos desproporcionados. Justamente: son hipersensibles.
Sin duda esta hipersensibilidad surge también de la excesiva importancia que en la sociedad, en los medios, y en las instituciones se da a los sentimientos y emociones. A veces se absolutiza, como si el ser humano fuera solo y nada más que sentimientos y emociones.

Sentimientos y emociones sin educación y control nos llevan afuera del camino… y no se necesita ser muy listos para adivinar adonde.

El centro de la cuestión es:
¿Quién educa los sentimientos y las emociones?
Las instituciones educativas están demasiado ocupadas en cumplir con los programas ministeriales para preocuparse de estas cosas. El estado – y a menudo las familias – quieren formar (¿formar?...) profesionales y se dedican a llenar la cabeza de los educandos de informaciones.
Estado, sociedad y familia son los actores principales y los principales responsables de esta situación de anarquía de los sentimientos y de la hipersensibilidad.
¿Quién educa a la frustración?
¿Quién educa a perder?
¿Quién educa al sacrificio, la perseverancia, la paciencia?

Educar a ganar y educar a sobrellevar emociones positivas es relativamente simple y muchas veces se da solo. Nadie educa a manejar la parte oscura de nuestra interioridad. Nadie educa al autoconocimiento y al manejo de estados emocionales negativos o perturbadores.

Falta madurez humana. Ahí hay que apuntar.
Viene al caso un texto muy lucido del filosofo alemán Immanuel Kant (1724-1804) que ya veía la falla en el siglo XVIII.

“La ilustración es la salida del hombre de su auto-culpable minoría de edad. La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no reside en la carencia de entendimiento, sino en la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la guía de otro. ¡Atrevete a saber! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento!, he aquí el lema de la ilustración.
La pereza y la cobardía son las causas de que una gran parte de los hombres permanezca, gustosamente, en minoría de edad a lo largo de la vida, a pesar de que hace ya tiempo la naturaleza los liberó de dirección ajena; y por eso es tan fácil para otros erigirse en sus tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un director espiritual que reemplaza mi conciencia moral, un médico que me prescribe la dieta… entonces no necesito esforzarme. Si puedo pagar, no tengo necesidad de pensar; otros asumirán por mí tan fastidiosa tarea.”

Sin duda es un texto datado y susceptible de ajustes y correcciones.
Lo más interesante a mi parecer es que invita a salir de la cómoda minoría de edad y a entrar en el camino de una plena madurez.
La auténtica madurez humana es compleja y no pasa solo por la capacidad de trabajar, de criar a los hijos y de mantener un compromiso afectivo y efectivo estable.
Es algo más.
La madurez humana pasa por la plena autonomía de la persona y en particular en el continuo aprendizaje y autoconocimiento.
Pasa por el dominio de los propios sentimientos y emociones.
Pasa por el trabajo espiritual que nos conecta justamente más allá de la dimensión afectiva de los sentimientos y emociones y que es la causa de la casi totalidad de nuestros sufrimientos.
El trabajo espiritual nos sitúa – gracias al silencio meditativo – en el lugar desde donde el autoconocimiento se hace real y efectivo y en el lugar desde donde aprendemos a manejar lo que sentimos.
Solo desde ahí la hipersensibilidad se podrá desinflar.
Solo desde ahí sabremos vivir con serenidad los normales sinsabores de la vida.
Solo desde ahí sabremos educar a las nuevas generaciones.
Solo desde ahí surgirán, antes que nada, seres humanos plenos, autónomos, enteros. Seres humanos que sabrán vivir la frustración, la derrota y hasta la muerte con una sonrisa en los labios.
Madurez humana, silencio, autonomía: tres dimensiones que crecen juntas y van de la mano. Siempre.
Buen camino! Buen trabajo!





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