También el relato de hoy es exclusivo de
Lucas. Es un relato vibrante, revolucionario, inspirador.
En la cultura machista del tiempo de
Jesús el relato nos presenta la figura de dos mujeres hermanas: Marta que sirve
y María que escucha.
Todo se da un clima de hogar, de casa,
de amistad: ¿no será esto el futuro – y
el presente – de la iglesia? Estoy seguro que si. Un futuro lejos de los
grandes templos, fríos e impersonales para celebrar la comunión en casas
acogedoras, fraternas, humanas.
Lucas nos dice que María estaba “sentada a los pies” de Jesús: es la
actitud típica del discípulo. Jesús abre las puertas del discipulado a las
mujeres y les da la misma dignidad e importancia que tenían los varones.
Actitud revolucionaria. Actitud de Jesús que todavía en la iglesia no encuentra
plena cabida.
Marta sirve, trabaja, se mueve. Al final
se queja: “Señor, ¿no te importa que mi
hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude” (10, 40).
¿Por
qué nos quejamos tanto?
Se quejan los gobiernos y se queja la
oposición, se quejan los curas y se quejan los laicos, nos quejamos si hace
frío o si hace calor, si el dólar sube o si el dólar baja, nos quejamos si la
comida está fría o si está caliente, nos quejamos de los programas de televisión
y los seguimos mirando, nos quejamos del ritmo inhumano de vida y seguimos
viviendo de la misma manera…
Parecería que la queja hiciera parte del
ADN humano. En realidad no es así.
La queja es una de las formas más
evidentes del ego. La queja desenmascara al ego. Solo el ego puede quejarse.
Nuestro verdadero ser – plenitud de amor
– no puede quejarse.
El corazón del mensaje de nuestro texto
va justamente en este sentido.
Muchas veces se interpretó nuestro texto
como una contraposición entre acción y contemplación o como una demostración de
la superioridad de la vida contemplativa sobre la vida activa: “María eligió la mejor parte, que no le será
quitada” (10, 42).
La visión que subyace a esta
interpretación es la visión mental o dual de la realidad.
Podemos abrirnos, desde el silencio, a
otra visión: la mística, la que descubre la Realidad Una, la que hunde sus raíces
en el Ser.
Acción y contemplación son dos
dimensiones de lo mismo, dos caras de la misma moneda. La Vida integral, la
Vida plena está constituida por las dos.
No hay verdadera acción sin
contemplación y no hay verdadera contemplación que no se exprese en la acción
amorosa.
Dicho de otras maneras: no hay Ser que
no se exprese, no hay Amor que no sea concreto.
Jesús muestra con ternura a Marta su
inquietud y nerviosismo. No es en absoluto una critica a la acción y al
servicio.
El domingo pasado escuchamos la parábola
del buen samaritano que precede el texto de hoy y que termina así: “Ve, y procede tú de la misma manera” (Lc
10, 37). Acción, compromiso.
La vida de Jesús fue toda servicio,
hasta el punto que Marcos identifica la misma persona y vocación de Jesús con
el servicio: “Porque el mismo Hijo del
hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por
una multitud” (Mc 10, 45).
Maestro Eckhart – místico alemán de
siglo XIII – interpreta el texto de Marta y María en un sentido revolucionario
y original: para él Marta “es más” que María porque, después de escuchar, ya
está actuando. Su interpretación tiene un enorme peso si consideramos que viene
de uno de los más grandes místicos y contemplativos de la historia.
Demos un paso más preguntándonos:
¿De
dónde surgen inquietud y nerviosismo?
De la desconexión con nuestro auténtico
ser, con nuestra esencia. Surgen de la creencia mental que identifica lo que
somos con nuestros pensamientos y emociones.
Lo que somos justamente es paz y calma.
“Una
sola cosa es necesaria” (10, 42): vivir en conexión con lo que somos, con
nuestra verdadera identidad.
Desde ahí contemplación y acción se
complementarán armónica y maravillosamente.
Centrados en la paz que somos
(contemplación) surgirá la acción amorosa correcta que será expresión de esta
misma paz que somos y que hemos visto y tocado. A su vez la acción amorosa y
correcta nos devolverá a su fuente silenciosa y eterna.
La contemplación
es acción en cuanto es puro amor y gratuidad, es la acción más pura.
Sentados en silencio y quietud actuamos profundamente desde la eternidad y
plenitud del Ser.
La acción
es contemplación en cuanto expresión eficaz, única y original del amor que
somos y nos constituye.
En palabras de Dorothee Sölle: “No necesito aferrarme a mí, puesto que soy
sostenido. No necesito cargar con el peso, porque soy soportado. Puedo salir de
mí mismo y entregarme.”
¡Buen camino!
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