En este
cuarto domingo de Adviento nos encontramos con la figura central de este
tiempo: María de Nazaret.
Es el
domingo llamado de “la divina maternidad
de María”… pero nos preguntamos: ¿Cuál maternidad no es “divina”?
¿No hay algo
divino en cada maternidad?
Los textos
del nacimiento y de la infancia de Jesús (presentes solo en Mateo y Lucas) son
los últimos en redactarse. Los evangelistas redactan a partir del
acontecimiento pascual y van para atrás para responder a la pregunta: ¿Quién es este hombre que murió y resucitó?
Los relatos
de la infancia de Jesús tienen un marcado carácter simbólico y si logramos penetrarlo,
el texto nos ofrecerá luminosas pistas para nuestra reflexión y oración.
También es
importante reconocer la teología del evangelista que se esconde en el texto.
Con en
relato de la anunciación, la
genialidad de Lucas nos regala una de las paginas más hermosas y famosas de
todos los evangelios.
Nuestros
texto exuda vida, alegría, confianza.
“No temas” es la invitación del ángel a
María y es la perenne invitación que la Vida nos hace, la constante y delicada
sugerencia que el Misterio nos susurra al oído del corazón.
El evangelio
es “Buena Noticia” y es un repetido llamado a no temer, a confiar.
La base de
la existencia es la confianza. Es
importante subrayar que en el hebreo no existe el termino “fe”, tal como lo
conocemos en nuestros idiomas modernos occidentales.
En hebreo se
usa el termino confianza (emunah). Para la Biblia la relación fundamental con
Dios y la vida es la confianza. La religión transformó e interpretó la
“confianza” como “fe”, una fe entendida como asentimiento racional a supuestas
verdades que no podemos comprender… ¡nada que ver!
En la línea
de la confianza va obviamente el mensaje del rabí de Nazaret: confíen. La vida
es maravillosa, la vida tiene sentido, nos dice Jesús.
En el fondo
tenemos solo dos maneras de vivir el regalo maravilloso de la vida: o desde el
miedo o desde la confianza.
Todavía la
gran mayoría de la humanidad vive a partir del miedo y esta pandemia puso a
relucir los miedos atávicos que nos atrapan y condicionan terriblemente.
María en
cambio, confía. Tal vez en esta confianza se encuentra su estatura humana.
María no entiende bien lo que va a pasar – eso parece decirnos Lucas – pero
confía, se entrega el Misterio, dice que “si” a la vida.
Cuando
vivimos desde la confianza, la vida es un continuo acontecer de milagros.
Nuestra visión se aclara y percibimos más claramente la Presencia.
La confianza
ilumina y nos hace ver la luz. Todo se transforma.
La confianza
es el milagro.
La confianza
de María la lleva a una entrega serena: “Yo
soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”. (1, 38).
Quién
confía, se entrega a la Vida porque sabe – lo ha visto – que nada “malo” puede
ocurrir.
Surge
entonces el agradecimiento hecho poesía, porque solo la poesía puede quebrar el
Misterio del Silencio sin estropearlo.
¡Cuánto amor desparraman los cielos!
Salgo a vivir y solo Vida encuentro,
Vida plena, oculta por luminosos velos.
Me respiran las noches desde el Centro.
Puedo mirar sereno el porvenir,
hecho historia y profecía.
La Presencia me vive, la puedo sentir,
Me susurra el Amor: ¡solo confía!
Me llama la luz que me precede
y en la luz me pierdo y gozo.
No hay nadie, solo el Amor que excede,
suspiro enamorado en el infinito pozo.
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