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sábado, 19 de diciembre de 2020

Lucas 1, 26-38

 



En este cuarto domingo de Adviento nos encontramos con la figura central de este tiempo: María de Nazaret.

Es el domingo llamado de “la divina maternidad de María”… pero nos preguntamos: ¿Cuál maternidad no es “divina”?

¿No hay algo divino en cada maternidad?

 

Los textos del nacimiento y de la infancia de Jesús (presentes solo en Mateo y Lucas) son los últimos en redactarse. Los evangelistas redactan a partir del acontecimiento pascual y van para atrás para responder a la pregunta: ¿Quién es este hombre que murió y resucitó?

 

Los relatos de la infancia de Jesús tienen un marcado carácter simbólico y si logramos penetrarlo, el texto nos ofrecerá luminosas pistas para nuestra reflexión y oración.

También es importante reconocer la teología del evangelista que se esconde en el texto.

Con en relato de la anunciación, la genialidad de Lucas nos regala una de las paginas más hermosas y famosas de todos los evangelios.

Nuestros texto exuda vida, alegría, confianza.

No temas” es la invitación del ángel a María y es la perenne invitación que la Vida nos hace, la constante y delicada sugerencia que el Misterio nos susurra al oído del corazón.

El evangelio es “Buena Noticia” y es un repetido llamado a no temer, a confiar.

La base de la existencia es la confianza. Es importante subrayar que en el hebreo no existe el termino “fe”, tal como lo conocemos en nuestros idiomas modernos occidentales.

En hebreo se usa el termino confianza (emunah). Para la Biblia la relación fundamental con Dios y la vida es la confianza. La religión transformó e interpretó la “confianza” como “fe”, una fe entendida como asentimiento racional a supuestas verdades que no podemos comprender… ¡nada que ver!

En la línea de la confianza va obviamente el mensaje del rabí de Nazaret: confíen. La vida es maravillosa, la vida tiene sentido, nos dice Jesús.

En el fondo tenemos solo dos maneras de vivir el regalo maravilloso de la vida: o desde el miedo o desde la confianza.

Todavía la gran mayoría de la humanidad vive a partir del miedo y esta pandemia puso a relucir los miedos atávicos que nos atrapan y condicionan terriblemente.

María en cambio, confía. Tal vez en esta confianza se encuentra su estatura humana. María no entiende bien lo que va a pasar – eso parece decirnos Lucas – pero confía, se entrega el Misterio, dice que “si” a la vida.

Cuando vivimos desde la confianza, la vida es un continuo acontecer de milagros. Nuestra visión se aclara y percibimos más claramente la Presencia.

La confianza ilumina y nos hace ver la luz. Todo se transforma.

La confianza es el milagro.

La confianza de María la lleva a una entrega serena: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”. (1, 38).

Quién confía, se entrega a la Vida porque sabe – lo ha visto – que nada “malo” puede ocurrir.

 

Surge entonces el agradecimiento hecho poesía, porque solo la poesía puede quebrar el Misterio del Silencio sin estropearlo.

 

¡Cuánto amor desparraman los cielos!

Salgo a vivir y solo Vida encuentro,

Vida plena, oculta por luminosos velos.

Me respiran las noches desde el Centro.


Puedo mirar sereno el porvenir,

hecho historia y profecía.

La Presencia me vive, la puedo sentir,

Me susurra el Amor: ¡solo confía!

 

Me llama la luz que me precede

y en la luz me pierdo y gozo.

No hay nadie, solo el Amor que excede,

suspiro enamorado en el infinito pozo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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