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viernes, 7 de mayo de 2021

Juan 15, 9-17

 


Seguimos con el luminoso y bellísimo capitulo 15 del evangelio de Juan. Este capítulo y el texto de hoy abren muchas puertas para nuestra reflexión y nuestro trabajo interior. Es como un pozo sin fin.

Por necesidad de brevedad y síntesis me detendré hoy en tres aspectos: el “permanecer”, la alegría, la amistad.

 

1)   Permanecer.

El domingo pasado ya hemos subrayado como Juan utiliza muchísimo el verbo “permanecer”. Permanecer indica una estabilidad y una certeza.

¿Qué hay de estable en este mundo pasajero?

El budismo subraya que la fuente de la sabiduría consiste justamente en la conciencia de la “impermanencia”: todo pasa, todo muere. Afirma el maestro zen Shunryu Suzuki: “Cuando entendemos la verdad de la impermanencia y hallamos nuestra serenidad dentro de ella, nos encontramos en el nirvana”.

San Pablo lo expresa así en la primera carta a los corintios: “la apariencia de este mundo es pasajera” (7, 31).

 

¿Qué es entonces lo que permanece?

Lo que permanece es lo que somos, lo real, la esencia. Lo que permanece es lo invisible que se manifiesta en lo visible y en lo pasajero. Lo que permanece es el amor que nos constituye. Lo que permanece está oculto detrás de este mundo inestable, impermanente, pasajero.

Mi amigo y maestro Rumi lo afirma así: “... Lo que viene, se irá. / Lo que se encuentra, se perderá de nuevo. / Pero lo que eres va más allá del ir y venir y más allá de la descripción. / Tu eres el que es. / Y no puedes no ser / lo que eres...”.

Vivirse desde la esencia invisible y eterna se convierte entonces en la tarea primordial e imprescindible si queremos vivir desde la paz y la alegría.

 

2)  Alegría

Una de las criticas a los cristianos del gran y genial filosofo alemán Nietzche (1844-1900) fue justamente la falta de alegría: “Tendrían que cantarme cantos más alegres. Sería necesario que tuvieran rostros de salvados para que creyera en su Salvador.” Excelente, importante y bellísima critica. El evangelio es buena noticia y Jesús vino a comunicarnos la alegría de Dios y la alegría de vivir.

Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto” (15, 11).

En muchos casos la iglesia y el cristianismo perdieron esta alegría genuina y espontanea porque convertimos el mensaje del maestro de Nazaret en dogmas, ritos y doctrinas. Olvidamos lo central y esencial: el amor. Solo una vivencia radical del amor nos devolverá la libertad y la alegría.

¿Tenemos “rostros de salvados”?

 

3)  Amistad

Yo los llamo amigos”, nos dice Jesús (15, 15). En estos últimos tiempos llegué a una conclusión: la amistad es la base y el fundamento de todo tipo de relación. La amistad es confianza, apertura, conexión, comunión. Sin una base de amistad no hay posibilidad de una relación humana profunda y sincera. Sin duda “amistad” es otro de los nombres de Dios. Cuando construimos y vivimos amistades sinceras estamos “viviendo en Dios”, aunque no seamos conscientes.

 

Resumiendo: permanecer en lo que somos – amor, luz, paz – nos permite vivir en la plena alegría y disfrutar de la amistad como uno de los regalos más hermosos de la vida.

 

 

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