“¡No
es de los nuestros!” (9, 38): resuena fuerte la absurda indignación de los
apóstoles! Y sigue todavía hoy en la iglesia jerárquica y en muchos cristianos
esta postura terriblemente antievangélica: “¡No
es de los nuestros!”.
“¡No
es de los nuestros!”, que literalmente en el texto griego sería: “porque no nos sigue a nosotros.”
Es la tentación que siempre acompaña al
ser humano y que Jesús reconoció lucidamente e invitó a superar. Es la
tentación de etiquetar, separar, dividir. Es la tentación de creerse mejores y
superiores.
Seguimos todavía hablando de “católicos
y no católicos”, “creyentes y no creyentes”… y defendemos posturas ideológicas
que van abiertamente en contra del mensaje central del evangelio.
Como afirma el dominico español Fray
Marcos: “El mensaje del Jesús no se puede
meter en conceptos. La razón necesita crear opuestos para poder explicar la
realidad. Solo puede entender lo que es el frio en contraposición con lo que es
el calor. Entenderá lo que es el color blanco, solo cuando tenga la idea de
negro. La luz solo se puede comprender si tenemos en cuenta la oscuridad. Para
poder afirmar algo como verdadero, tenemos que considerar lo opuesto como
falso. En el orden espiritual las contradicciones quedan superadas en la
unidad.”
El mensaje de Jesús es justamente el
mensaje de la Vida Una, de un Dios que es Vida plena para todos, todos, todos.
La mente fragmenta, la vida une. Salir
de la esclavitud del concepto y de la razón es entonces esencial para
enraizarse en la Vida Una y – desde ahí
– volver a utilizar la razón para explicar y compartir la belleza del Misterio
de Amor que hemos experimentado.
Jesús no es “nuestro”. El evangelio no
es “nuestro”.
Jesús y el evangelio no son propiedad
exclusiva de la iglesia y de los cristianos. Jesús y el evangelio son
patrimonio de la humanidad.
Los discípulos pretendían monopolizar la
acción salvadora y liberadora de Jesús y la iglesia a menudo sigue – consciente
o inconscientemente – intentando monopolizar esta misma liberación. El
evangelio es diáfano: todo el que actúa para humanizar, liberar, dignificar la
vida humana está con Jesús. O, mejor dicho: es Jesús. Es Presencia viva del
Amor. Y quien todavía está enredado en el egoísmo y en el afán de superioridad
tampoco hay que excluirlo: también es de los nuestros. Es “nuestro”:
simplemente está sufriendo, es inconsciente y no ha despertado. Nuestro amor lo
puede despertar. Incluir, siempre incluir al que creemos o se cree excluido.
Jesús justamente condena con fuerza la
hipocresía de escandalizar a los pequeños, a la gente sencilla (9, 42): es el
escandalo de creerse superiores y detentores de la verdad, el escandalo de
imponer a los demás nuestras supuestas verdades, el escandalo de separar y
fragmentizar.
La imagen muy fuerte de “cortar” lo que
escandaliza – mano, pie u ojo que sean – se refiere a estas actitudes de
superioridad y exclusivistas. La mano simboliza el actuar, el pie el caminar y
el ojo el ver: hay que cortar el actuar en contra de la unidad, el caminar
obstinado en el egoísmo, el ver parcial y limitado de la propia chacrita. Cuando
nos damos cuenta que estamos juzgando, imponiendo y excluyendo hay que cortar,
pronto y rápido. Duele menos. Y es un corte que nos introduce en la plenitud de
la vida, en el Reino de Dios, aquí y ahora.
Necesitamos la acción lucida y amante
que nos regala la visión de la Unidad, de la Casa común, del Amor que a todos
nos habita. ¡El mismo Amor a todos nos habita!
Estamos en el mismo barco: el barco de
la misma humanidad. Nuestra esencia es común: esencia humana y divina a la vez.
Nuestra identidad es compartida.
Jesús no era cristiano y Buda no era budista:
eran hijos de la humanidad, espíritus enamorados de la vida, reflejos puro del
Amor universal.
No existe “lo nuestro”: es una ilusión
mental dictada por el miedo y el deseo de poder. No existe el “nosotros y los demás”.
Existe solo el “nosotros”: incluyendo la creación entera.
Jesús lo había visto, como todos los
grandes espíritus de la humanidad. Jesús lo había visto e hizo de esta tremenda
visión el eje de su mensaje.
En este sentido es brillante e
iluminadora la sabiduría budista.
Así se expresan los cuatro votos
budistas:
“Los
seres vivientes son innumerables
Es
mi deseo liberarlos a todos.
Los
pensamientos y sentimientos ilusorios son ilimitados
Es
mi deseo liberarme de todos.
Las
puertas de acceso a la verdad son incontables
Es
mi deseo pasarlas todas.
El
camino del despertar no tiene igual
Es
mi deseo alcanzarlo.”
Universalidad, unidad, liberación,
radicalidad.
Buen camino desde la Vida que somos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario