Cálido ruge el viento,
mensajero nunca gastado
del regalo del Amor.
Flota la tormenta
en los pasillos sonoros
del reluciente existir.
Se oye, se oye
el férreo silencio
que sostiene el andar.
Presagio de una calma
que me precede jubilosa,
puerto feliz del preguntar.
Solitario gorrión,
¡Solo frente a la tormenta!
Héroe desconocido.
¿Cual amor te mueve?
Quieto y firme
los mundos te sacuden.
En ti se resume y concentra
¡Oh inocente gorrión!
la humana sangre.
En ti me reconozco,
héroe sin nombre.
Y tu, parado, sonríes.
Suelta el león su melena
y casi sin ruido,
anuncia nuevos destinos.
Otro trinar rejuvenece
la belleza adormecida.
Y obediente el rugir se calla.
Joven, la calma lo acurruca.
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