Termina el 2018, empieza el 2019. Los
refranes y los augurios de todo tipo sobran.
Muchos saludarán agradecidos el 2018,
otros lo despedirán con profundo alivio.
Todos – o casi todos – desearán que el 2019 sea mejor que el 2018.
En realidad no hay años “buenos” y años
“malos”.
Hay
pura vida y puro aprendizaje.
Hasta que nos dejaremos envolver por
estériles y obsesivas evaluaciones no podremos apreciar la belleza desbordante
de la vida. La vida escapa continuamente a nuestras evaluaciones y análisis. La
vida siempre nos sorprende y nos trasciende con sus empujones, sorpresas,
creatividad.
La vida huye de nuestro deseo de control
y nuestras manipulaciones.
El Misterio de la Vida es el Misterio de
un Dios siempre nuevo y sorprendente. Siempre “más”, tremendamente Infinito y
por eso inaprensible.
Nuestras evaluaciones y nuestros
proyectos – a veces importantes y hasta
necesarios – tendrían que dejar siempre una puerta abierta.
La puerta abierta a la novedad, a la
sorpresa, al revés de la historia. La puerta abierta que es signo del Espíritu
que nos define y que evoluciona con nosotros y con el Universo.
La puerta abierta que es signo y
expresión del auténtico amor.
Podremos entonces echar un vistazo a
este 2018 y recoger los momentos donde hemos percibido con más clarividencia la
Presencia del Amor en nuestro vivir. Podemos también evaluar y corregir el
tiro.
Con la puerta abierta quedará siempre un
sencillo y profundo agradecimiento. Un humilde “gracias” por todo y todos.
Agradecer se convertirá en el estribillo de nuestro cantar.
Podremos también vislumbrar el año nuevo
que comienza y hasta proponernos objetivos y metas.
Con la puerta abierta será un invitación
al Espíritu a tomar las riendas de nuestra vida. Será la aceptación humilde y
serena de todo lo que vendrá.
En realidad no hay año viejo y año
nuevo.
No hay vida vieja y vida nueva.
Hay pura Vida viviéndose a través de
nosotros y de todo lo que existe.
Basta escuchar.
Es necesario
silenciar mente y corazón para percatarse del soplo del Espíritu que nos habla
y se comunica a través de cada aliento y acontecimiento.
Es necesario
un profundo silencio y una escucha radical para oír el latir de las rocas, la
savia de los árboles, el respirar de los pájaros.
Las rocas también viven, ¿no lo sabías?
Es necesario
enlentecer nuestro caminar para contemplar la gratuidad de la Vida
derramándose.
Es necesario
detener el tiempo con nuestro silencio y nuestra escucha.
Es sumamente necesario apagar la superficialidad y la trivialidad que nos
impiden reconocer nuestra interioridad habitada.
En el 2019, ¿no sería bueno apagar la tele (mejor venderla) y reducir el uso de las
redes sociales?
Es sumamente necesario y bello engendrar humilde y sencillamente espacios de
calidad humana para nuestras relaciones.
Somos relación y las relaciones nos
definen, nos construyen, nos armonizan.
En este año que comienza: ¿no sería fundamental programar espacios
semanales de gratuidad de nuestra relaciones?
Cenas, charlas, caminatas, mates.
Agendarlos es fundamental: solo la disciplina amorosa educa en serio y nos
transforma.
Necesitamos silencio y escucha para
que nuestra relaciones superen el peligro de la necesidad, la opinión, lo
superficial.
Necesitamos silencio y escucha para
conocernos y hacernos cargos de nuestras emociones y conflictos no resueltos.
Necesitamos silencio y escucha para
dejar de culpabilizar a los demás o a la vida por nuestros malestares,
incomodidad, nerviosismos.
Desde el silencio y la escucha – a
través de pasajes oscuros y mucha paciencia – encontraremos la paz verdadera y
profunda.
Feliz año así: ¡Qué descubras que la paz
y el amor son tu esencia!
Y gracias. Gracias por tu presencia y tu
amor.
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