¿Adónde va el
mundo? ¿Adónde va nuestro mundo?
Este mundo que es mío, tuyo y de todos a la vez.
Preguntarse adonde va el mundo es preguntarse adonde
estoy yendo yo y adonde estás yendo tú.
El cambio de época revolucionó nuestro mundo y nuestra cosmovisión: estamos aprendiendo a mirar
el mundo con otros ojos y comprendemos el mundo y la vida desde otro nivel de
conciencia.
El cambio de época afectó y está afectando a los
cimientos de las culturas, los pueblos, las sociedades, las religiones. Está
cambiando radicalmente la manera de comprender la vida y con ella la auto-comprensión
del ser humano:
¿Quién soy yo?
¿Qué es la vida?
¿Qué sentido
tiene vivir?
¿Quién es el ser
humano?
Preguntas que en muchos ambientes se explicitan y que en
otros quedan ocultas, pero preguntas que están presentes, pulsantes, hoy más
que nunca.
Como el aguijón en la carne de Pablo (2 Cor 12, 7).
Vamos – ya estamos
yendo – hacia una nueva civilización.
La conciencia humana evoluciona: un hecho innegable que a
muchos cuesta asumir. Tal vez por miedo, comodidad, inseguridad.
Decir que la conciencia humana evoluciona es afirmar
justamente el primado de la conciencia por sobre todas las cosas.
Y afirmar la primacía de la conciencia es afirmar la
lucidez espiritual: puedo saber que estoy sabiendo. Puedo darme cuenta de mí
mismo, las cosas, el mundo. Soy (puedo ser) consciente, soy (puedo ser)
autoconsciente y, en todo caso y siempre, soy conciencia.
Decir conciencia
es decir: sé, he visto, estoy presente a mí mismo.
Ser consciente de un árbol es saber – por experiencia – que este mismo árbol
está ahí, en frente mío. Lo estoy viendo, lo estoy experimentando, aparece en
mi conciencia.
Como pasa con lo “exterior” pasa también con lo
“interior”: puedo ser consciente de mis estados mentales y emocionales. Sé como
me siento: lo estoy experimentando, lo estoy viendo, puedo nombrarlo.
La nueva civilización está emergiendo desde esta
evolución de la conciencia.
Cada vez más la humanidad se hace consciente y este crecimiento
en la consciencia plantea una revisión esencial de las preguntas que nombramos
hace un rato.
¿Cómo contribuir
personalmente a la nueva civilización que está surgiendo?
¿Cómo contribuir
colectivamente a esta civilización?
Las
características esenciales de esta nueva civilización
·
Emerge lo Uno, la Unicidad.
Uno de los rasgos más evidentes de la nueva civilización
es el emerger de lo Uno o la Unicidad. En todos los campos del saber
y de la experiencia humana surge el descubrimiento de lo Uno y el anhelo hacia
lo Uno. Más allá de los conflictos que siguen afectando a nuestro mundo y a
nuestra humana convivencia, el surgir de lo Uno es imparable. Es imparable
porque pertenece intrínsecamente a la manifestación del Ser y a la evolución de
la conciencia. Los conflictos que subrayan las diferencias y no las asumen son
el último intento del ego colectivo para salvar su ficticia existencia. Como
los conflictos individuales e internos que cada ser humano experimenta indican
la rebeldía de un ego que no quiere desaparecer.
El anhelo de unidad pertenece al corazón humano desde que
este apareció en el Universo. La silenciosa voz de lo Uno sigue latiendo y
animando al hombre desde las raíces.
¿Qué es Eso que
llamamos Uno o Unicidad?
Antes que nada una aclaración: digo “Unicidad” y no
“Unidad” porque en la palabra Unidad
se esconde todavía la dualidad.
Parecería ser que la Unidad es la síntesis de lo dual. Hablando de Unicidad subrayo Eso que no tiene segundo: el Uno en el sentido que nada se le opone
y nada existe afuera de Él.
Retomamos la pregunta: ¿Qué es Eso que llamamos Uno o Unicidad?
Es el Misterio esencial que nos define más allá de
cualquier definición. El Misterio que las religiones, las tradiciones
espirituales y la filosofía estuvieron buscando desde siempre. Es el Origen,
desde donde venimos, en el cual vivimos, y adonde estamos yendo.
Lo llaman Dios, Vida, Ser, Nada, Vacío, Conciencia,
Supremo Principio, Fuente, Espíritu… en realidad como lo llamemos tiene poca
importancia. Importa experimentarlo, importa sentirlo, importa vivirlo. Más que
nada: importa dejarse vivir por Eso.
Es la Vida en
la cual y desde la cual vivimos.
Es el Ser en el
cual y desde el cual somos.
Es el Respiro
que nos respira.
Es el Principio
Único. No puede haber dos.
Cada persona lo sabe y lo puede experimentar por sí
mismo.
Alcanza también con preguntarse a uno mismo con
sinceridad y lucidez: ¿Qué hay detrás o
debajo de cada experiencia – por breve que sea – de plenitud? Cuándo me siento
realmente pleno: ¿que estoy experimentando?
Siempre, en el fondo de cada experiencia humana de
plenitud, está de alguna manera la experiencia de lo Uno. Si escarbamos y
llegamos al fondo de cada experiencia de plenitud encontramos la sensación de
lo Uno. Nos sentimos uno con nosotros
mismos y con el Universo.
Lo que ocurre es que a menudo confundimos la real
experiencia de plenitud con momentos de placer, con sentimientos y afectos.
Sentirse psicológicamente
y espiritualmente en comunión con
este Principio, con lo Uno, es la fuente suprema de la Paz y la experiencia
cumbre de un ser humano.
Dije “psicológicamente y espiritualmente” porque a nivel
más profundo es lo que somos y lo que no podemos no ser. Somos Eso.
Lo que ocurre es que no logramos sentirlo, vivirlo,
experimentarlo: porque vivimos en la superficie y vivimos desde la mente.
La nueva civilización está teniendo cada vez más
vislumbres de todo eso.
Los reflejos en la vida concreta, personal y colectiva,
son múltiples: la tecnología, los movimientos sociales y políticos, la
globalización general, el encuentro de personas de distintos países pese a la
terquedad de los gobiernos.
Hay distintas opciones – espirituales, artísticas
y filosóficas – para introducirse (o
continuar) este camino y afianzarse en él.
Afianzarse en este experiencia es contribuir a la nueva
civilización desde la propia originalidad. Esto nos introduce al siguiente
punto.
·
Se respetan y valoran las diferencias
La otra cara de la moneda de lo Uno es la multiplicidad. También este “problema”
está al origen del ser humano: lo Uno y lo Múltiple. En nuestra experiencia –
interna y externa – aparecen las dos dimensiones.
Experimentamos el Principio Único (tal vez inicialmente
solo como anhelo) y también
experimentamos la distinción. Experimentamos la Fuente y experimentamos los
ríos. Experimentamos la Vida y experimentamos distintas maneras de vivir. Nos
sentimos en comunión y nos sentimos distintos.
¿Qué ocurre?
Ocurre que lo Uno se manifiesta, se revela y se expresa a
Sí Mismo. Esto engendra la distinción. Es la creatividad infinita.
Los budistas hablan de forma y vacío. El Vacío (lo Uno) se experimenta y revela
como forma (múltiple). En la
terminología budista podemos encontrar dos expresiones que – a la razón –
parecen contradictorias: “el vacío es
forma y la forma es vacío” y “el
vacío es vacío y la forma es forma”.
Lo que sugieren es la relación intrínseca e inaferrable
entre Vacío y forma, entre lo Uno y lo múltiple. Otra manera de decir lo mismo
es hablar del Todo y la parte. En
sentido estricto la misma relación que hay entre Vacío y forma, Uno y múltiple
es la misma relación que hay entre el Todo y la parte: no existe el Todo sin la
parte ni la parte sin el Todo y, a la vez, el Todo es Todo y la parte es parte.
También la ciencia lo va confirmando y experimentando cuando habla de la
estructura holística del Universo.
Afirma el sacerdote jesuita japonés y practicante zen
Kakichi Kadowaki: “Esta relación dinámica
entre lo uno y lo múltiple, la dialéctica contradictoria entre la parte y el
todo, es el concepto central de la enseñanza cristiana.”
No es tarea de la mente comprender este Misterio. Por eso
trascender la mente es esencial. Justamente este es otro de los signos de la
nueva civilización. La humanidad se está dando cuenta que la mente – es decir
lo racional, el pensamiento – no es el último estadio de la evolución. Somos
mucho más que pensamiento, el Universo es mucho más que sus leyes científicas y
demostrables aunque en ellas se revele y manifieste.
La nueva civilización está lentamente aprendiendo a
respetar y valorar las diferencias. Surgen por todos lados dimensiones y formas
distintas de la vida que piden aceptación y reconocimiento. Surgen infinitas
formas de ser “humano” y de vivir que estamos aprendiendo a valorar y asumir.
Todavía en muchos casos nos cuesta mucho, porque vemos solo esta cara de la
medalla y no la Unicidad que subyace a todo. Cuando vemos solo la distinción
sin lo Uno nos sentimos amenazados (es el ego que siente amenazado en realidad)
y esto nos lleva a encerrarnos y defendernos.
El camino es aprender a ver lo distinto desde lo Uno (en
término cristiano profecía: ver todo
en Dios) y a ver lo Uno que se manifiesta en lo distinto (en término cristiano mística: ver a Dios en todo).
Entonces lo distinto se valorará en toda su unicidad,
originalidad y belleza como expresión de lo Uno, como expresión del Mismo
Espíritu que nos configura.
Pasamos así la tercera característica de la nueva
civilización.
·
Primacía del Espíritu
¿Cuál es el eje
de la nueva civilización que está
emergiendo?
¿Adónde apuntar
para insertarnos responsablemente en esto?
Sin duda podemos afirmar: la primacía del Espíritu.
La correcta relación entre las dos características que
vimos antes – Uno y múltiple – solo la podemos vivir desde el Espíritu.
Decir Espíritu es decir interioridad, profundidad,
silencio. Decir Espíritu es decir trascender la mente.
Como hemos visto, la relación entre lo Uno y lo múltiple
no es algo que la mente pueda comprender, porque la mente es expresión del
mismo Misterio. También la física cuántica nos está diciendo la misma cosa
desde su punto de vista: el observador está involucrado en lo que ve y por eso
lo que se ve no es estático, sino pura posibilidad. Es el famoso “gato de Schrödinger”
que al mismo tiempo puede estar vivo o muerto.
Dice el teólogo y místico Bede Griffiths: “la mente humana como observadora está ya
involucrada en aquello que observa. Lo que observamos no es la realidad en sí
misma, sino la realidad condicionada por la mente humana, los sentidos y los
varios instrumentos que son utilizados para extender los sentidos… La vieja
comprensión de la ciencia está gradualmente dando lugar a la visión de que la
conciencia y la realidad física deberían ser consideradas como aspectos
complementarios de la realidad”.
En el fondo lo que afirma rotundamente la primacía del
Espíritu es que toda dualidad surge, está abrazada y se consume en un Principio
único e invisible que podemos llamar Espíritu.
La primacía del Espíritu hace caer toda estaticidad y
fijación de la experiencia dual.
Por cuanto real nos parece ser la dualidad, más real es
el Espíritu.
La experiencia dual es sumamente cambiante e inestable.
La experiencia realmente espiritual
es inmóvil y eterna.
Esta primacía del Espíritu está siendo visualizada y
vislumbrada en este tiempo de cambio. Es un pasaje evolutivo esencial. Desde la
oscuridad emerge el Espíritu dando origen a la nueva civilización.
La incomodidad que sentimos hacia un mundo dual e
impermanente (todo cambia constantemente) y la necesidad de trascender esta
misma dualidad no es otra cosa que el empuje y el soplo del Espíritu.
Solo desde el Espíritu podemos asumir, vivir, trascender
toda expresión dual de la vida: espíritu/materia, bien/mal,
humanidad/divinidad, tiempo/eternidad, vida/muerte.
El Espíritu impregna la materia. También la ciencia hoy
en día lo está descubriendo y asumiendo. La cuántica nos dice que la materia es
una manera de organizarse de la energía. Así la medicina, que va descubriendo
cada vez más la relación constitutiva entre cuerpo, mente y espíritu.
Crecer y afianzarse en la primacía del Espíritu disuelve
la paradoja de Uno y lo múltiple y nos permite vivir esta misma paradoja con
sabiduría.
Como dice el zen: “La
igualdad sin la diferenciación es mala igualdad; la diferenciación sin igualdad
es mala diferenciación”.
Para enraizarse en la primacía del Espíritu, la nueva
civilización tiene que pasar – ya la está cruzando – la Gran Muerte.
·
La Gran Muerte
La “Gran Muerte” es una expresión zen que indica el
radical cambio de percepción – la manera de funcionar de la mente – que se
necesita para vivir desde la primacía del Espíritu.
Es sumamente interesante que todas las grandes religiones
y tradiciones espirituales de la humanidad sostienen y subrayan la necesidad de
atravesar “la muerte” para aprender esta nueva forma de ver y de vivir.
En este sentido los cristianos tenemos muchas palabras de
Jesús en el evangelio: “Les aseguro
que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda
solo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24).
“Porque el que
quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la
Buena Noticia, la salvará” (Mc 8, 35).
Más allá de las palabras y la enseñanza de Jesús, el
evento histórico de la cruz asume una relevancia insustituible y tal vez única
en la historia humana y expresa maravillosa y claramente la Gran Muerte.
La Pascua – muerte
y resurrección – trasciende el
acontecimiento histórico de Jesús de Nazaret para convertirse en símbolo eterno
de la necesaria muerte para llegar a la resurrección: una nueva manera de ver y
vivir.
San Pablo captó con extrema profundidad el alcance de la
cuestión.
“Porque para mí la
vida es Cristo, y la muerte, una ganancia” (Fil 1, 21)
“¿No saben
ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos
sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la
muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también
nosotros llevemos una Vida nueva” (Rom 6, 3-4).
Pasar por la Gran Muerte nos trasforma radicalmente:
“Por lo tanto,
hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos
como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual
que deben ofrecer. No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario,
transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan
discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo
perfecto” (Rom 12, 1-2).
Tal vez el despertar de la conciencia – la primacía del
Espíritu – solo la podemos alcanzar como seres humanos a través de esta muerte;
y la muerte supone dolor.
Lo podemos descubrir en nuestra experiencia personal:
cada vez que hemos crecido humanamente (o espiritualmente, que es lo mismo),
hemos pasado por situaciones dolorosas. El dolor atravesado nos dio otra comprensión
de nosotros mismos y de la vida en general: en otras palabras nuestro nivel de
conciencia se fue ampliando y profundizando. El aprendizaje y el crecimiento en
comprensión y conciencia supone dolor. Es así para la gran mayoría de los seres
humanos, aunque pueden haber experiencias de iluminación gratuitas sin pasar
por el dolor. El Misterio no lo manejamos.
Lo que está ocurriendo en el mundo – aunque seamos en
muchos casos inconscientes – es este despertar a través del dolor. Las
situaciones de dolor que la humanidad está viviendo y soportando son facetas de
la Gran Muerte.
Las dificultades para asumir la primacía del Espíritu y
vivir desde ahí la dualidad son el camino necesario que necesita la nueva
civilización. Son los “dolores del parto” usando la hermosa imagen del Pablo. “Sabemos que la creación entera, hasta el
presente, gime y sufre dolores de parto. Y no sólo ella: también nosotros, que
poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se
realice la plena filiación adoptiva, la redención de nuestro cuerpo” (Rom
8, 22-23).
En nuestra vida individual – microcosmo – ocurre lo mismo. Todas las situaciones de dolor que
enfrentamos son los empujes del Espíritu que quiere emerger y manifestarse en
plenitud. Es el Espíritu que desde las entrañas del cosmos acompaña la
evolución del Universo.
Podemos colaborar con este empuje. Podemos ser más
responsables de nuestra conciencia. Este camino de responsabilidad y conciencia
nos ahorrará gran parte del dolor que el Espíritu utiliza para despertarnos.
La nueva
civilización y sus implicaciones
Nuestra colaboración y nuestra responsabilidad para con la
nueva civilización tiene un eje insustituible: uno mismo. El camino empieza por
uno mismo. La sabiduría perenne siempre lo supo y plasmó el conocido aforismo
común a todas las tradiciones: “si yo
cambio, el mundo cambia”.
Puesta esta piedra esencial podemos echar una mirada a
unos aspectos donde podemos ver la nueva civilización emergiendo y donde
podemos colaborar con nuestra responsabilidad y lucidez.
·
Religiones
La nueva civilización está afectando sensiblemente a lo
religioso. En general las religiones mundiales están pasando por situaciones de
crisis, especialmente aquellas que tiene una fuerte organización institucional,
como por ejemplo la iglesia católica adentro del cristianismo.
La crisis de las religiones y lo religioso es un signo
evidente de la nueva civilización que está emergiendo. Justamente porque lo
religioso toca una de las esferas más profundas y sensibles del ser humano
desde la antigüedad: la relación con la preguntas últimas (definitivas).
Preguntas últimas que podemos resumir así: ¿de
dónde vengo? ¿Adonde voy? ¿Hay un Ser trascendente? ¿Qué sentido tienen el mal,
el dolor y la muerte? ¿Se puede ser feliz en nuestra existencia humana?
Estas son las preguntas religiosas, más allá de la creencias, más allá de los supuestos ateísmos.
La “crisis” de las religiones y lo religioso es un
aspecto de la Gran Muerte. Hay que cruzar la Gran Muerte con apertura y
radicalidad.
La Gran Muerte en lo religioso se manifiesta
esencialmente en el quiebre de la convicción de poseer la verdad. Por muchos
siglos cada religión o tradición religiosa estaba convencida de “ser la mejor”,
la “auténtica”, la sola poseedora de la verdad.
La nueva civilización está quebrando esta convicción
mental y egoica.
Vamos hacia una transformación esencial del fenómeno
religioso. Posiblemente las religiones subirán una transformación radical – tal
vez algunas desaparecerán – y nos encontraremos en la espiritualidad. La espiritualidad pertenece a la esencia de nuestro
ser y del Universo, en cambio el fenómeno religioso está vinculado a la
historia y las culturas y por eso mismo está sujeto al cambio, le renovación,
la transformación.
En la genuina espiritualidad nos estamos ya encontrando:
cristianos, budistas, hinduistas, musulmanes, judíos, ateos. Nos estamos
encontrando a partir de la experiencia del Ser, de la Vida, del Amor.
Experiencia del Ser que se tiñe maravillosamente de las diferencias, las
respeta, las valora, las custodia.
¿Cómo colaborar
responsablemente a la nueva civilización en este aspecto?
Cuestionando
nuestras posturas mentales, nuestros juicios, nuestra cerrazón.
Cayendo en la
cuenta que nuestra pretensión de “tener la verdad” es puramente
mental y en el fondo anti-evangélica. Además en lo concreto es un obstáculo en
la vivencia existencial del Amor, núcleo – dicho sea de paso – del mensaje
evangélico.
Abriendo la
mente a otras posibilidades. Escuchando radicalmente el otro desde el silencio
mental. Ejercitando la mente al silencio y poniéndonos a servicio de la
primacía del Espíritu.
Es el camino del silencio, la interioridad, la
profundidad que marca lo genuino de todas las religiones desde los orígenes de
la humanidad.
·
Política
La crisis política es mundial. En la actualidad, tal vez como
nunca antes, la humanidad sufre una carencia de lideres políticos. Me atrevo a
decir – por lo que conozco – que en el mundo occidental casi no hay un líder
político digno de ese nombre.
Son pocos los gobiernos que se escapan de los escándalos
debidos a la corrupción, a los abusos de poder, a medidas anti-democráticas o
hasta anti-humanas.
Esta crisis política es – otra vez – la dimensión de la
Gran Muerte.
El camino democrático que rige en gran parte de la
humanidad está llegando a su implosión. La nueva civilización vislumbra otra
democracia, más autentica, más humana. Tal vez la democracia no es el último
estadio en la evolución política de la humanidad. Hay algo más, hay algo mejor.
La nueva civilización está sugiriendo, desde muchos
lugares del planeta, otra manera de vivir la democracia.
Surgen experiencia, propuestas, intentos de una
democracia nueva.
¿Cómo colaborar?
Reconociendo y desarticulando a nivel personal lo que
la Gran Muerte está haciendo a nivel de macro-política: nuestra tendencia al
poder, a la fama, al dinero, a la comodidad, a la apariencia, al prestigio.
La clase política surge de la base y desde la base y es
reflejo de una sociedad.
Reconociendo en
nosotros lo que juzgamos y vemos “afuera” es el primer paso para colaborar con
una nueva forma de hacer política.
Mientras hacemos esto – trabajo nunca acabado – podemos
crear esta conciencia en nuestros círculos vitales. En lugar de rechazar lo
político podemos aportar conciencia y lucidez. Podemos dialogar, crear
comunidades, espacios para reflexionar juntos y crecer en lucidez en lugar de
la crítica estéril.
Escuchando al
otro con radicalidad y sin prejuicios. El otro es siempre mucho más que sus
opiniones, ideologías, posturas.
Solo desde una real escucha y aprecio podrá surgir una
nueva política; una política que se fundamente en el Ser y no en el pensar.
·
Economía
Otra dimensión donde está actuando la nueva civilización
es la economía. Las continuas crisis económicas y financieras que de vez en
cuando sacuden también Wall Street y los bancos es la Gran Muerte que tiene que
atravesar – y está atravesando – la economía mundial. El sistema económico
mundial está también a punto de colapsar. Sigue la absurda e inhumana brecha
entre la extrema riqueza y la extrema pobreza. Sigue una economía virtual y muy
poco real: el mundo del futbol es un perfecto ejemplo. Así como el mundo del
espectáculo, la televisión y las redes sociales.
Desde muchas partes la nueva civilización está sugiriendo
una manera más humana de vivir la economía.
Surgen, cada vez más, experiencias y propuestas que
apuntan a la sobriedad, al compartir, a la solidaridad.
¿Cómo colaborar?
Saliendo de la tentación del tener. Saliendo de la
ilusoria creencia que la felicidad viene del poder, del tener, del aparentar.
Siempre más nos estamos dando cuenta de eso, aunque los
medios y las redes sociales a menudo empujan en la otra dirección y nuestra
falta de lucidez nos hace caer e ilusionar.
También es esencial dejar a un lado todos estos medios y
redes para centrarnos en nosotros mismos: la plenitud la descubrimos adentro.
Hasta que no vamos hacia adentro la seguiremos buscando afuera y caeremos en la
ilusión y en una economía muy poco humana y humanizante.
Podemos colaborar con la nueva civilización creando
espacios sanos de interioridad y profundidad… para nosotros mismos y para los
demás.
Creando espacios y momentos de una sano y sobrio
compartir.
Volver a la sobriedad y saborearla es un medio muy eficaz
para darnos cuenta de la plenitud que ya somos y tenemos.
Muy útil es también desprendernos de vez en cuando de
todo lo que no usamos y no nos es necesario: ropa, objetos, proyectos,
etcétera…
Nos daremos cuenta que después de un primer momento de
“dolor” se abrirá un espacio enorme de libertad y plenitud.
Porque al desprendernos y al dar, caemos en la cuenta que
somos el mismo amor que estamos dando y viviendo.
·
Sexualidad
Todo lo relacionado a la sexualidad tiene una gran
importancia y fuerza en el ser humano. La energía sexual es tal vez la más
potente en el ser humano, es la energía que concentra las demás dimensiones.
Por eso es la energía también más bella, la que engendra vida.
La crisis de lo sexual es evidente: es también esta la
Gran Muerte.
La liberación sexual que estamos viviendo nos aportó
muchos aspectos nuevos e importante, abrió las puertas a una comprensión más
integral de la sexualidad humana. Pero estamos viendo que no es suficiente. Lo
sexual sigue generando sufrimiento, sentimientos de culpas, situaciones inhumanas.
¿Por qué?
Porque se está viviendo como una dimensión aislada de
nuestro ser. La liberación sexual se centró en una supuesta libertad y se
enfocó en el placer y el puro individualismo.
El placer por el placer – lo sabemos bien – no nos lleva
a la experiencia de plenitud.
Buscar en el simple placer la plenitud es como buscar el
océano en un vaso de agua.
Somos mucho más que el simple placer sexual. Somos mucho
más que nuestra genitalidad.
La nueva civilización intenta integrar lo sexual a toda
la persona humana y a todo el ser. Aprender a vivir una sexualidad integrada a
nuestra dimensión psíquica y espiritual es fuente de crecimiento y de auténtica
plenitud.
¿Cómo colaborar
con esta dimensión?
También en este aspecto el primer paso es siempre el crecimiento
personal en conciencia: ¿cómo vivo la
dimensión sexual en mi existencia?
Reconocer y asumir los que nos duele, las heridas, los
sentimientos, las dificultades y los fracasos, es esencial.
En segundo lugar podemos dar paso para vivir una sexualidad
cada vez más integrada, antes que nada con nosotros mismos y después con
nuestro entorno.
La sexual es una energía que nos conecta y relaciona con
todo y con todos. Siempre nos relacionamos a partir de nuestra dimensión sexual
y sexuada, con las personas, las cosas, la naturaleza.
El camino de integración abarca también la vivencia de la
sexualidad en una existencia y vocación concreta. Vivimos la sexualidad a
partir de un estilo de vida.
Todo esto significa que también hay que ordenar la
sexualidad: el desorden sin duda no lleva a la integración y a la experiencia
de plenitud. La sexualidad, como toda energía, requiere y busca un orden. La
energía desordenada es destructiva.
A nivel más familiar y social es fundamental la
educación. Tal vez es este uno de los campos donde el camino educativo resulta
de fundamental importancia.
Educar en
su amplio sentido de acompañar, escuchar, orientar, dialogar, perdonar,
recomenzar. Educar la sexualidad es un camino largo y nunca acabado.
·
Ecología
La nueva civilización se está expresando y revelando con
un tinte especial en la ecología. La triste y conocida crisis ecológica es la
Gran Muerte por la cual se resucitará a una conciencia ecológica integral y
humana.
La dimensión ecológica tiene estricta vinculación a las
dimensiones políticas y económicas que ya hemos tratado y no creceremos como
humanidad sin integrar estas tres dimensiones.
La tierra está herida: hoy hay más conciencia que nunca.
El ser humano es parte de la tierra, del agua, del fuego, del aire: hoy hay más
conciencia que nunca.
Está emergiendo, desde la nueva civilización, una nueva y
exquisita conciencia ecológica. Lenta pero segura, va surgiendo. Lenta porque
tiene que lidiar con el ego colectivo obsesionado por el éxito y el poder que
hemos visto en el nivel político y económico. Segura porque la tierra está
despertando y nos está despertando. También en este nivel no hay marcha atrás.
La nueva civilización supone el despertar de la tierra y
su evolución en conciencia.
Nos estamos dando cuenta – los pueblos originarios lo
saben desde siempre – que la tierra y lo que vive en ella es un ser consciente.
Todo evoluciona hacia niveles de conciencia cada vez mayores. En ámbito
cristiano es la intuición que expresó muy claramente Teilhard de Chardin en el
siglo pasado. Nada está “muerto”: simplemente vive en otro nivel de conciencia.
¿Cómo colaborar?
Volviendo a un contacto sereno y real con la tierra.
Volviendo a la creación y sus multiformes y hermosas manifestaciones.
La comunión serena y prolongada con la naturaleza nos
puede regalar un crecimiento importante en conciencia.
Salir de nuestras ciudades y entornos contaminados de
ruido y escuchar los arboles, el viento, las flores, los pájaros.
Renunciar con coraje a la televisión y darse un tiempo de
calidad para “sentir la tierra”.
La tierra nos está llamando, nos está amando.
¿Escucharemos su
voz? ¿Nos dejaremos amar?
Conclusión
La nueva civilización es meta y camino, es camino y meta.
Ya está, porque late en el corazón del mundo. Ya está,
porque es lo que, realmente y auténticamente, somos.
Descubrir que el camino es la meta es el comienzo de la
verdadera paz y del disfrute. Caminar en la meta es éxtasis.
Como dice el sabio hindú Nisargadatta:
“Una vez que te des
cuenta que el camino es la meta y que siempre estás en el camino, no para
alcanzar una meta, sino para gozar de su belleza y sabiduría, la vida deja de
ser una tarea y se torna natural y simple, se convierte en éxtasis…”.
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