La parábola de hoy nos presenta la
hermosa y sugestiva imagen del banquete.
El banquete de boda es una metáfora
bíblica que expresa el final de los tiempos y la plenitud de la comunión con
Dios.
Sin duda Jesús utilizó esta imagen
también a partir de su costumbre de comer con la gente… la experiencia de la
comida compartida hizo entrever a Jesús algo de la belleza de la comunión plena
con el Amor.
También es nuestra experiencia:
compartir la mesa y la comida en un clima de amistad y comunión nos llena de
alegría y de una sensación de plenitud.
Tal vez tendríamos que regalarnos más
espacios de comidas compartidas y de “banquetes” fraternos. Es interesante y
sugerente que las primeras comunidades cristianas asociaban la celebración de
la Eucaristía con las comidas compartidas.
En esta parábola del banquete de boda es
central el tema de la invitación.
Para Jesús, Dios “es un banquete abierto
a todos”: ¡Qué hermosa imagen!
La Vida es un banquete y todos estamos
gratuitamente invitados al banquete de la vida. Se nos regala la Vida para que
disfrutemos de su banquete; un banquete hecho de colores, emociones de todo
tipo, sonidos, afectos, dolores, deseos, sabores, luces, sombras.
Es el banquete infinito y hermoso de la
Vida Una que se expresa en mil formas.
Esta invitación al banquete de la Vida y
del Reino puede ser rechazada. Es lo que ocurre en nuestra parábola: los
invitados del rey rechazan la invitación. Las escusas son muchas y distintas y
los invitados no concurren a la fiesta.
¡Sorprende el rechazo a una fiesta de
boda!
También esto aspecto de la parábola tuvo
que ver con la experiencia de Jesús: su mensaje en muchos casos fue rechazado o
no bien recibido.
Jesús traduce en parábolas su propia
experiencia.
¿Por
qué el ser humano rechaza la Vida, la fiesta, el banquete?
En realidad es un misterio que hunde sus
raíces en la profundidad del inconsciente. Sin duda tiene que ver con nuestra
superficialidad, tendencia a lo fácil y a los placeres pasajeros.
Preferimos vivir en la superficie y acomodarnos
a pequeños placeres que ir en profundidad atravesando dificultades… pero lo que
se encuentra más allá de los valles oscuros es de una belleza incomparable que
hace palidecer los “pequeños placeres”.
El ego nos atrapa en sus redes y nos
quedamos en un limitado y superficial sentido de identidad.
El rechazo de los invitados – estamos en el corazón del mensaje de la parábola
– no frena la invitación y la apertura del corazón de Dios. Más aún, la
ensancha si eso es posible.
Todos invitados: buenos y malos. El
banquete de la Vida “no conoce moral” y esto nos escandaliza. El Reino es total
apertura, total disponibilidad, total espaciosidad.
La Vida no nos juzga o separa de
antemano. La Vida se nos regala y se nos ofrece sin condiciones. Pura
gratuidad, pura expresividad y pura revelación.
Puro desborde, como también hacen notar
los evangelio de Lucas y Juan:
“Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y
desbordante” (Lc 6, 38).
“De su seno
brotarán manantiales de agua viva” (Jn 6, 38).
Todos invitados, todos entran.
Cuando todo parecía claro y resuelto,
nuestro banquete nos reserva una sorpresa.
Hay alguien sin “traje de fiesta”. Este
alguien viene expulsado de la fiesta.
¿Cómo
interpretarlo?
Sugiero dos pistas, no excluyentes sino
complementarias.
La
primera.
Parece que los versículos 11-14 sobre el
invitado sin traje de fiesta, son un añadido de otro redactor. La comunidad de
Mateo ya había implementado el ritual del bautismo como puerta de entrada a la
comunidad. Parece ser que el “traje de fiesta” indicaba la necesidad del
bautismo para entrar en el “banquete” de la comunidad. Notamos desde ya – estamos en los años 70-80 – un fenómeno
recurrente en la historia de las religiones: la “necesidad” de separarse y
distinguir. “Nosotros” y “los demás”… que después se agudiza y fanatiza en
“nosotros tenemos la verdad” y “los demás no la tienen”. Fenómeno que está a la
raíz de las guerras de religión, la violencia, la discriminación y la
marginación.
La
segunda.
El símbolo del traje en la Biblia está
muy presente e indica a la persona. El vestido expresa lo que la persona es.
El traje de fiesta expresa entonces la
aceptación gozosa y disponible de la invitación al banquete de la Vida. No
podemos estar en el banquete de la Vida desde la tristeza, la comparación, las
envidias y los celos. Estas actitudes nos harán perder la fiesta de la Vida – “arrójenlo afuera” – aunque obviamente no
haya nadie que nos eche ya que “afuera” no hay nadie. Simple y terriblemente
nos autoexcluimos del disfrute de la Vida y de su belleza.
¡Pongamos
el traje de fiesta!
Pongamos el traje de fiesta para
celebrar con todas las criaturas del Universo la extraordinaria belleza de la
Vida.
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