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viernes, 9 de octubre de 2020

Mateo 22, 1-14

 



La parábola de hoy nos presenta la hermosa y sugestiva imagen del banquete.

El banquete de boda es una metáfora bíblica que expresa el final de los tiempos y la plenitud de la comunión con Dios.

Sin duda Jesús utilizó esta imagen también a partir de su costumbre de comer con la gente… la experiencia de la comida compartida hizo entrever a Jesús algo de la belleza de la comunión plena con el Amor.

También es nuestra experiencia: compartir la mesa y la comida en un clima de amistad y comunión nos llena de alegría y de una sensación de plenitud.

Tal vez tendríamos que regalarnos más espacios de comidas compartidas y de “banquetes” fraternos. Es interesante y sugerente que las primeras comunidades cristianas asociaban la celebración de la Eucaristía con las comidas compartidas.

En esta parábola del banquete de boda es central el tema de la invitación.

Para Jesús, Dios “es un banquete abierto a todos”: ¡Qué hermosa imagen!

La Vida es un banquete y todos estamos gratuitamente invitados al banquete de la vida. Se nos regala la Vida para que disfrutemos de su banquete; un banquete hecho de colores, emociones de todo tipo, sonidos, afectos, dolores, deseos, sabores, luces, sombras.

Es el banquete infinito y hermoso de la Vida Una que se expresa en mil formas.

Esta invitación al banquete de la Vida y del Reino puede ser rechazada. Es lo que ocurre en nuestra parábola: los invitados del rey rechazan la invitación. Las escusas son muchas y distintas y los invitados no concurren a la fiesta.

¡Sorprende el rechazo a una fiesta de boda!

También esto aspecto de la parábola tuvo que ver con la experiencia de Jesús: su mensaje en muchos casos fue rechazado o no bien recibido.

Jesús traduce en parábolas su propia experiencia.

¿Por qué el ser humano rechaza la Vida, la fiesta, el banquete?

En realidad es un misterio que hunde sus raíces en la profundidad del inconsciente. Sin duda tiene que ver con nuestra superficialidad, tendencia a lo fácil y a los placeres pasajeros.

Preferimos vivir en la superficie y acomodarnos a pequeños placeres que ir en profundidad atravesando dificultades… pero lo que se encuentra más allá de los valles oscuros es de una belleza incomparable que hace palidecer los “pequeños placeres”.

El ego nos atrapa en sus redes y nos quedamos en un limitado y superficial sentido de identidad.

 

El rechazo de los invitados – estamos en el corazón del mensaje de la parábola – no frena la invitación y la apertura del corazón de Dios. Más aún, la ensancha si eso es posible.

Todos invitados: buenos y malos. El banquete de la Vida “no conoce moral” y esto nos escandaliza. El Reino es total apertura, total disponibilidad, total espaciosidad.

La Vida no nos juzga o separa de antemano. La Vida se nos regala y se nos ofrece sin condiciones. Pura gratuidad, pura expresividad y pura revelación.

Puro desborde, como también hacen notar los evangelio de Lucas y Juan:

Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante” (Lc 6, 38).

De su seno brotarán manantiales de agua viva” (Jn 6, 38).

 

Todos invitados, todos entran.

Cuando todo parecía claro y resuelto, nuestro banquete nos reserva una sorpresa.

Hay alguien sin “traje de fiesta”. Este alguien viene expulsado de la fiesta.

¿Cómo interpretarlo?

Sugiero dos pistas, no excluyentes sino complementarias.

La primera.

Parece que los versículos 11-14 sobre el invitado sin traje de fiesta, son un añadido de otro redactor. La comunidad de Mateo ya había implementado el ritual del bautismo como puerta de entrada a la comunidad. Parece ser que el “traje de fiesta” indicaba la necesidad del bautismo para entrar en el “banquete” de la comunidad. Notamos desde ya – estamos en los años 70-80 – un fenómeno recurrente en la historia de las religiones: la “necesidad” de separarse y distinguir. “Nosotros” y “los demás”… que después se agudiza y fanatiza en “nosotros tenemos la verdad” y “los demás no la tienen”. Fenómeno que está a la raíz de las guerras de religión, la violencia, la discriminación y la marginación.

 

La segunda.

El símbolo del traje en la Biblia está muy presente e indica a la persona. El vestido expresa lo que la persona es.

El traje de fiesta expresa entonces la aceptación gozosa y disponible de la invitación al banquete de la Vida. No podemos estar en el banquete de la Vida desde la tristeza, la comparación, las envidias y los celos. Estas actitudes nos harán perder la fiesta de la Vida – “arrójenlo afuera” – aunque obviamente no haya nadie que nos eche ya que “afuera” no hay nadie. Simple y terriblemente nos autoexcluimos del disfrute de la Vida y de su belleza.

¡Pongamos el traje de fiesta!

Pongamos el traje de fiesta para celebrar con todas las criaturas del Universo la extraordinaria belleza de la Vida.

 

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