La hermosa parábola de las “diez
jóvenes” (el termino griego se puede interpretar también en el sentido de
“vírgenes” pero hace más referencia a la soltería) es una parábola de sabiduría. “Sabiduría” como ciencia del
aprender a vivir.
La sabiduría – el texto lo mostrará claramente – es algo experiencial, no
intelectual.
No es sabio quien sabe muchas cosas,
sino quien sabe vivir.
El gran símbolo de la parábola es la luz y justamente la luz es también el
símbolo universal de la sabiduría.
La única gran diferencia entre los dos
grupos de jóvenes – cinco por un lado y cinco por el otro – es el aceite, el combustible para que las
lámparas iluminen.
Las cinco estúpidas (suena fuerte…¡pero así dice el texto!) no se proveen de
aceite y las cinco inteligentes, si.
Si la luz es el símbolo de la
iluminación y del despertar, el aceite es el símbolo de las herramientas
concretas que necesitamos para mantenernos despiertos.
Es interesante y sugerente darse cuenta
que las diez jóvenes se duermen y las diez se despiertan cuando llega el
esposo: ¡todas despiertan! La cuestión no está en el despertar, sino en
mantener la luz.
El despertar espiritual ocurre y puede
ocurrir. Pero no alcanza. Hay que mantenerlo y aterrizarlo a lo concreto de la
vida.
Mucha gente está despertando a otro
nivel de conciencia, el mundo está despertando. Los signos de este despertar
son muchos y variados: el agotamiento de muchas instituciones tradicionales – económicas, sociales, políticas y religiosas
–, la búsqueda sincera de espiritualidad y autenticidad, el anhelo de comunión
y de compartir, el llamado ecológico, el surgir de miles de grupos e
iniciativas que se centran en la búsqueda espiritual.
El cambio de época es imponente,
trascendental, imparable y subirse a este tren se vuelve esencial…
Este despertar se produce muy a menudo a
través del dolor. San Pablo usó la hermosa imagen del parto: “Sabemos
que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de
parto. Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del
Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se realice la plena filiación
adoptiva, la redención de nuestro cuerpo” (Rom 8, 22-23).
El
vislumbre de la luz o el comienzo del despertar no es suficiente. Sin aceite no
habrá luz o la luz se irá apagándose.
¿Qué es el aceite?
El
aceite simboliza y representa todas las herramientas concretas que tenemos a
disposición para despertar y mantenernos despiertos.
La luz
de la conciencia es una luz poderosa pero, a la vez, frágil.
La luz
y el despertar tienen que echar raíces en nuestra estructura psicofísica
concreta. El peligro del espiritualismo y de la fuga de la realidad está
siempre presente.
La paz y el amor que viviremos y experimentaremos en la vida concreta y
cotidiana será siempre el signo más verdadero y eficaz de nuestro crecimiento y
nuestra evolución hacia la luz.
La luz
además necesita una estructura sana, abierta y disponible para poder
expresarse.
Esta
“estructura sana” se refiere esencialmente a cierta estabilidad y madurez psíquica:
autoconocimiento, sanación interior, aceptación de los propios limites.
Es la enorme y fascinante paradoja que
subrayan todos los místicos y maestros: para trascender un “yo” que en realidad
no existe, ese mismo “yo” tiene que estar sano e integrado.
Usar las
herramientas y cuidar de ellas es entonces fundamental en nuestra experiencia
humana concreta y limitada.
Las
herramientas son muchas y variadas y cada cual tiene que encontrar las que más
se ajusten a su estructura psicofísica, su vocación y su misión.
Tenemos
la meditación, el estudio y la investigación, la lectura, la oración, el
servicio concreto, el acompañamiento espiritual, el contacto con la naturaleza…
En
muchos casos necesitamos de varias y distintas herramientas.
Todas
las herramientas tienen que ver con la interioridad y la vivencia concreta del
amor.
La Luz
del despertar nos espera y nos necesita para expresarse en este mundo.
¡Abrámonos sin miedo a esa luz y
preparemos nuestro aceite!
Seremos
luz desparramando luz, vidrieras transparentes, colores vívidos y distintos
enamorados de la única Luz.
¡Qué hermoso vivir así!
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