Se nos presenta hoy la famosa parábola
de los talentos. El talento era una
unidad de medida monetaria de los tiempos de Jesús y parece que desde ahí deriva
el actual significado de “talento” como inteligencia
y aptitud para algo.
La parábola es de una actualidad
impresionante y hasta urgente.
A menudo la parábola fue leída e
interpretada solo en clave moral y mercantilista: al don recibido hay que
responder con el esfuerzo y el trabajo para producir más. Es lo que ocurre con
los primeros dos servidores que multiplican al 100% los talentos.
Esta lectura – que tiene su razón de ser – no puede ser exclusiva. No podemos
olvidar dos realidades: por un lado el eje del mensaje de Jesús es la gratuidad
y por el otro el centro de la parábola va por otro lado.
El eje de la parábola gira justamente
alrededor del tercer servidor. Este servidor tiene miedo y entierra su talento:
“este siervo no se siente identificado
con su señor ni con sus intereses. En ningún momento actúa movido por el amor.
No ama a su señor, le tiene miedo.” (J.A. Pagola).
La parábola es una dura critica a la
actitud conservadora.
Por eso su actualidad es urgente.
La iglesia y el cristianismo, en muchos
y frecuentes casos, siguen escondiendo y enterrando el talento. No les pasa solo
a la iglesia obviamente, sino a muchas tradiciones religiosas y a muchas y
diversas instituciones.
La actitud conservadora es típica del
nivel institucional. El nivel institucional está asociado con el poder y el
control y – consciente o inconscientemente
– intenta manipular a las personas a través del miedo.
José Antonio Pagola es muy lucido y no
puedo que compartir su análisis: “La
actitud conservadora es tanto más peligrosa cuanto que no se presenta bajo su
propio nombre, sino invocando la ortodoxia, el sentido de la iglesia o la
defensa de los valores cristianos. Pero, ¿no es, una vez más, una manera de
congelar el evangelio?”
Es interesante (para comprender…) y
preocupante que la iglesia jerárquica sigue centrando su energía en mantener el
llamado “depósito de la fe”. Este
“depósito” suena muy parecido al “talento” enterrado del tercer servidor o al
lugar físico – no muy lleno de vida que
se diga – donde guardamos objetos que usamos poco o nada y que se van
llenando de polvo.
Hay detrás una interpretación errónea y
parcial de la tradición: tradición
como conservación. Demasiada
conservación lleva a la putrefacción y los que cocinan lo saben.
En realidad tradición viene del latín “tradere”: entregar, transmitir. Nada de
conservación. Se confundió y confunde la fidelidad a Jesús y al evangelio con
una estéril cuanto inútil conservación.
Lo que dice la carta a los hebreos: “Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será
para siempre” (13, 8) no podemos interpretarlo en clave conservadora o estática.
Justamente habla del “hoy”: ¿que
significa transmitir el mensaje del evangelio hoy? ¿Qué significa Jesús hoy?
La fidelidad es a la esencia,
no a la forma. La esencia se revela y manifiesta siempre de maneras distintas.
La entrega y la transmisión del mensaje es siempre
revelación actual y nueva de la esencia.
Por eso que la clave está en volver a la esencia, a lo esencial. Hemos perdido la
esencia y seguimos anunciando solo formas y, además, formas viejas o ya muertas.
Por eso esta parábola es tan actual y urgente.
Nos invita a volver a la experiencia central y directa del evangelio y de Jesucristo para
compartirla hoy desde formas nuevas y desde el nivel de conciencia de la
humanidad en el cual nos encontramos.
Jesús es una invitación a vivir intensamente. Jesús es
novedad, libertad, apertura.
Vivir el evangelio es arriesgarse, equivocarse, ser
vulnerable y hasta perderse.
Sin ninguna duda prefiero arriesgar, equivocarme y
perderme que vivir en conserva, como una salsa de tomate.
La frase que me inspira y que tal vez pueda renovar a
muchos la encontramos en Juan 3, 8: “El
viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde
viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del
Espíritu.”
El Misterio del Amor que Jesús vivió y anunció es pura
libertad, pura posibilidad, pura Vida, fidelidad creativa y siempre nueva.
En el fondo el talento más valioso es nuestra propia
vida, la frágil y corta existencia humana que tenemos en las manos.
Se nos pide vivir la vida, disfrutarla, entregarla,
amarla. Sin miedo, sin egoísmos, intensamente pero sin apuro.
Estamos llamados a dar fruto. Mejor dicho: a ser el
fruto soñado por Dios.
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