Celebramos hoy la fiesta del bautismo de
Jesús y este texto abre prácticamente el evangelio de Marcos. Es un texto breve
donde los potentes simbolismos nos llevan a una profundidad insospechable.
Marcos quiere dejar claro a su comunidad
quién es el enviado y ya nos hace entrever el tema de la identidad de Jesús, tema central en su evangelio que se dilucidará
en el famoso capitulo 8.
Juan bautiza con agua, Jesús bautiza en
el Espíritu.
Jesús, sorpresivamente, se deja bautizar
por Juan y, desde ahí, aparece la fuerza simbólica del texto para expresar una
hondura inexplicable a través de los conceptos.
“Se
abren los cielos”: se restablece la comunicación entre cielo y tierra,
entre el mundo de Dios y el mundo de los hombres. Ya no hay separación.
“Baja
una paloma”: el aleteo del Espíritu creador – “el soplo de Dios aleteaba
sobre las aguas” (Gen 1, 2) – se hace presente en Jesús. La visión es cósmica.
“Se
oye una voz del cielo”: el Padre confirma al Hijo amado. Otra vez comunión
profunda entre cielo y tierra.
Una lectura mística del texto nos lleva
aún más en profundidad. Pero necesitamos una condición previa: silencio mental.
Silencio que se hace apertura integral y escucha radical.
Sin este silencio la lectura mística o
contemplativa resulta prácticamente imposible y caeremos otra vez en juicios
mentales, etiquetando y excluyendo a quienes no “piensan” como nosotros.
Tomamos hoy como guía a uno de los más
grandes místicos cristianos: Maestro Eckhart (1260-1328).
Escuchamos su invitación:
“Esta
verdad es todo lo que importa, si bien se esconde en las profundidades de la
oscuridad, un misterio tan grande y sublime que no hay palabras que lo
contengan. Así que vacíate de lo que creías saber, y confía en el silencio al
principio y al final del pensamiento. Aquí es donde Dios espera encontrarte, la
perla preciosa, así que debes olvidar lo que sabes y vender todo lo que tienes
para adquirirla. Una vez que lo hagas, es todo lo que necesitas, nada más
importa.”
El silencio y el vaciarse son
condiciones previas para una comprensión espiritual y mística.
¿Que
nos dice la lectura mística entonces?
Maestro Eckhart sugiere que el “Hijo
amado” somos todos y es todo.
Toda la creación en su totalidad y en su
particularidad es “el Hijo amado”.
Jesús de Nazaret – más allá de su misión
histórica – es metáfora y símbolo de esta verdad luminosa.
Dice poética y maravillosamente Eckhart:
“¿Qué
hace Dios todo el día? Dios engendra. Desde toda la eternidad Dios está sobre
el lecho de las parturientas y engendra.”
“No
sólo me engendra en tanto que su hijo sino me engendra en tanto que Él mismo y
Él se engendra en tanto que yo mismo y yo en tanto su ser y su naturaleza.”
“En
el manantial más íntimo broto yo del Espíritu Santo; allí hay una sola vida, un
solo ser, una sola obra. Todo lo que Dios obra es uno; eso es porque me
engendra como hijo suyo sin ninguna distinción. Mi padre según la carne no es,
propiamente hablando, mi padre… El Padre celestial es de veras mi Padre porque
yo soy su hijo y tengo de él todo lo que poseo y soy el mismo Hijo y no otro.”
Echkart, desde su percepción mística,
capta lo esencial y maravilloso del mensaje cristiano: “soy el mismo Hijo y no otro”.
En este nivel de conciencia y percepción
“no hay otro”: somos el Hijo. Somos manifestación, expresión y revelación de
la Vida Una y el Amor Uno.
Comprender existencialmente esta verdad
y vivirse desde ahí es el único cometido del camino espiritual.
Estamos en el Centro, estamos en el eje:
silencio, quietud, paz desbordando amor y vida.
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