Los apóstoles regresan de la misión y le cuentan a Jesús sus experiencias y aventuras, sus alegrías y dificultades, sus logros y sus fracasos… ¡qué hermoso!
El ser humano es “narrativo” y narrar tiene un poder curativo increíble.
Narrar la vida – lo que acontece “adentro” y “afuera” – a quien nos ama y en quien confiamos, nos alivia, nos sana y nos restablece en armonía y en la paz.
Jesús escucha con atención y amor e invita al descanso: “Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco” (6, 31).
¿Qué significa “descansar”?
¿Cómo descansar?
Parece obvio, pero no lo es.
No saber o no poder descansar tiene relación con un estilo de vida deshumanizante, superficial y consumista.
Afirma el teólogo estadounidense Harvey Cox que el hombre actual “ha comprado la prosperidad al precio de un vertiginoso empobrecimiento en sus elementos vitales”.
En la sociedad del consumo, de la competitividad y del progreso sin frenos, no sabemos más descansar.
Nos dice justamente José Antonio Pagola: “El hombre contemporáneo ha terminado con frecuencia por ser un esclavo de la productividad. Tanto en los países socialistas como en los capitalistas, el valor de la vida se ha reducido en la practica a producción, eficacia y rendimiento laboral”
El evangelio nos invita a redescubrir y a recuperar la belleza y el encanto del descanso, de la fiesta, de la gratuidad.
Volvamos a las preguntas:
¿Qué significa “descansar”?
¿Cómo descansar?
Para comprender el descanso tenemos que comprender el cansancio.
Estamos en una sociedad a menudo cansada. Se percibe mucho cansancio y sin duda la pandemia vino a incrementar esta sensación.
El cansancio físico es el más simple y normal: es suficiente dormir bien para recuperar fuerzas.
Hay “otros cansancios” más dañinos y peligrosos.
Está el cansancio del estrés, de la rutina.
Está el cansancio emotivo y afectivo.
Está el cansancio de los conflictos en nuestras relaciones.
Está el cansancio de una vida sin rumbo y sin sentido.
Asombra y asusta ver – por ejemplo – a muchos jóvenes cansados, cuando la fuerza de la vida tendría que manifestarse en ellos a través del entusiasmo, la alegría, el coraje, la ilusión.
Todos estos cansancios tienen una raíz común; una raíz que obviamente nos dará la clave para emprender el camino de un verdadero descanso.
Esta raíz común es la falta de unidad interna, la falta de armonía. En otras palabras: estamos divididos interiormente, sin coherencia interna, dispersos.
No hay cansancio mayor que la división interior. Una persona dividida interiormente desperdicia un sinfín de energía; es una ley espiritual, psíquica, social y biológica.
Una persona sin coherencia interna y sin unificación vive una separación entre su cuerpo, su mente, su emotividad y su espíritu: cada dimensión “tira” por un lado y esto genera un desgaste energético impresionante. El cansancio se convierte espontánea y paulatinamente en una falta interior de paz.
Desde esta comprensión podemos captar con facilidad que el camino del descanso es el camino de la unificación interna, de la coherencia mental y emocional.
Un corazón en paz es un corazón que descansa.
Por eso muchas veces – es interesantísimo subrayarlo – la experiencia mística se traduce como “descanso en Dios”.
Descansar en Dios es encontrar nuestro propio centro. El centro es algo que unifica, armoniza, con-centra.
Vivir desde el Centro nos permite utilizar de la mejor manera nuestro potencial y nuestra energía. Vivir desde el Centro nos unifica interiormente. Quien tiene un Centro vive en paz y con entusiasmo.
¡Qué maravilla! ¡Qué hermosura!
Por eso el camino de la meditación es tan importante. La palabra “meditar” justamente significa “ir al centro”.
Desde el Centro encontramos energía y recursos insospechados. Como ocurre hoy en nuestro texto: ¡al final Jesús y sus discípulos no pueden descansar!
La compasión de Jesús es más fuerte que su cansancio y sigue enseñando a la multitud y atendiendo a la gente: Jesús tiene un Centro y se vive desde este Centro.
Recuperar el verdadero sentido del descanso nos hace también más compasivos y más atentos al otro.
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