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sábado, 2 de noviembre de 2024

Marcos 12, 28-34


 

Estamos delante de un texto de una importancia capital.

El mensaje esencial que se oculta en el texto, no podemos comprenderlo desde el nivel mental. Por eso los invito a tomarse un tiempito de silencio antes de leer el texto y la reflexión y a leer/escuchar desde el alma y no desde la mente.

 

¿Cuál es el primero de los mandamientos?

¿Amar a Dios o amar al prójimo?

 

Son preguntas que encierran un falso problema y Jesús lo sabe.

 

Por eso que su respuesta arranca con la fundamental cita de Deuteronomio 6, 4: “Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.

 

Es el famoso “Shema, Israel, Adonai eloheinu, Adonai ejad.

El texto hebreo es contundente: Dios es Uno y Único. No hay nada afuera de Él.

Nos adentramos en el gran tema del teísmo y de su superación.

Intentaré explicarlo lo mejor que puedo. Lean desde su alma.

 

¿Qué es el teísmo?

 

En pocas palabras: es la forma de comprender a Dios como un Ser Omnipotente y separado del mundo que interviene desde afuera en la creación. El dios del teísmo se nutre de imágenes y conceptos humanos y es, en el fondo, un dios hecho a nuestra medida.

Esta visión ya no tiene cabida y es, en el fondo, la raíz de la crisis religiosa de la humanidad.

 

La consciencia evoluciona. Como hay una evolución de la consciencia individual – la manera de ver y comprender al mundo no es la misma en la niñez que en la adultez – también hay una evolución colectiva y cósmica.

 

El Espíritu conduce esta evolución y cuando la humanidad y las religiones se empecinan en su ceguera y en no abrirse al Espíritu, más nos quedamos aislados y retardamos la manifestación de la redención y de la plenitud divina en el mundo.

 

Uno de los autores más lúcidos sobre el tema fue el obispo episcopaliano estadounidense John Shelby Spong (1931-2021): un iluminado y un profeta. Escribe:

 

El teísmo como forma de definir a Dios ha muerto. Ya no puede entenderse a Dios de forma creíble como un ser con poder sobrenatural, que vive por encima del cielo y está listo para interferir en la historia humana periódicamente, a fin de hacer cumplir su divina voluntad. Por tanto, hoy, la mayor parte de lo que se dice sobre Dios no tiene sentido. Debemos encontrar un nuevo modo de conceptualizar a Dios y de hablar sobre Él.

 

Desde siempre la mística fue una crítica del teísmo – a veces implícita, otras explícita –, a partir de la experiencia. Por eso, este es el tiempo de volver de forma colectiva a la mística. Ya no es el tiempo de simples y solas individualidades místicas; es el tiempo del Espíritu, es el tiempo donde la visión mística tiene que permear grupos y comunidades.

 

Cuando hablamos de visión mística, estamos hablando de no-dualidad. La visión mística o no-dual es, justamente, la visión que trasciende al teísmo. Es la visión de Jesús, la visión de lo Uno y lo Único que abraza, asume y trasciende la dualidad. Es la visión y la experiencia de centenares de místicos cristianos a lo largo de la historia: ¡es el momento de volver a escuchar su voz!

 

Lo Uno y lo Único, es el fundamento, la raíz y el sostén de lo Real.

 

¿Amar a Dios o al prójimo?

 

Falso problema, porque no hay un dios separado del prójimo. No hay un dios por un lado y el ser humano o la creación por otro. El Amor todo lo abarca y todo lo sostiene. Lo Uno y Único todo lo abarca y todo lo sostiene. Por eso que el Amor es lo Único Real: el Amor Uno y Único que se revela y manifiesta en el Universo y en cada cosa y cada detalle.

 

Ya la primera carta de Juan lo había dicho, pero somos “duros de entendimiento”, como los discípulos de Emaús:

 

El que dice: «Amo a Dios», y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve? Este es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a su hermano” (1 Juan 4, 20-21).

 

La genial respuesta de Jesús a la pregunta del escriba abarca, en un mismo y tierno abrazo, esta visión mística: el Amor es Uno, es lo Único que hay, pero se manifiesta en las diferencias. Cuando se ama, se ama todo y para siempre. Amar, es siempre amar la totalidad: no hay parcialidad en el amor.

Amar a una flor es amar a la creación entera. Amar a Dios significa amar a cada revelación de Su Esencia amorosa: cada ser humano, cada hilo de hierba, cada suspiro, cada sonrisa, cada pajarito, cada atardecer, cada luna y cada brisa, cada anhelo, cada dolor, cada esperanza, cada caída, cada avance, cada noche y cada color, cada cultura, cada religión, cada idioma y cada letra, cada canción, cada arte, cada música y melodía, cada tiempo y proceso, cada espacio y cada vacío, cada alimento y cada olor, cada nacimiento y cada muerte.

 

Dejémonos enamorar por esta visión. No intentemos comprenderla racionalmente: no se puede, porque no es la función de la razón. La razón nos servirá después – y solo después – para intentar dar forma a la experiencia mística y sublime de la Luz y de la Unidad.

 

Cierro con una perla de la mística hebrea, la cual se sirve de la gematría, la ciencia que asocia las letras a los números.

 

La palabra EJAD (uno/único) tiene gematría 13

La palabra AHAVA (amor) tiene gematría 13.

La palabra BOHU (vacío) tiene gematría 13.

 

Lo UNO/UNICO es AMOR, el AMOR es UNO/UNICO.

Somos un VACÍO que el AMOR llena y amar es vaciarse, para volver a lo UNO/UNICO.

 

Jesús, sin duda, lo sabía.

¿Algo más que decir?

 

 

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