Hoy Marcos nos presenta el tema del envío y de la misión. Es muy probable – diría cierto – que los relatos de misión
no transmitan palabras textuales de Jesús sino que reflejen las actitudes y
vivencias de las primeras comunidades. Igual son indicadores del sentir del
Maestro y testimonios de una manera de comprender y vivir la misión.
¿Cómo
vivir la misión?
Es un gran tema y muy actual en la vida
de la iglesia, de muchas congregaciones y muchos cristianos comprometidos.
Es fundamental darse cuenta que la
manera de vivir la misión – como del resto toda otra actividad – depende en
gran parte del estado de conciencia.
¿Qué
es el/un estado de conciencia?
Es la manera concreta de ver y
comprender la realidad en un momento dado.
Y es obvio que el actuar será
consecuencia de esta manera de ver.
En nuestro tema: si antes la comprensión
de la iglesia (derivada también del estado de conciencia de la humanidad en
general) se fundamentaba en la creencia de poseer la verdad, es obvio que la
misión se vivía consecuentemente: proselitismo, sacramentalismo, condenas,
etcétera… esta manera de entender se plasmó en el famoso dicho: “afuera de la iglesia no hay salvación”.
Hoy esto parece absurdo e inviable
(aunque todavía hay sectores que simpatizan con esta postura) y la misma
iglesia se dio cuenta que es una manera de ver y entender que ya es obsoleta y
hay que cambiarla y/o reinterpretarla.
¿Qué
es lo que cambió?
El estado de conciencia, la manera de
ver y comprender.
Se vio, se está viendo, que “la verdad”
no es una contenido mental que se pueda poseer o imponer. Entonces va cambiando
el actuar, va cambiando el estilo de misión.
Por eso es tan importante dar cabida al
estado de conciencia, esforzarse para abrirse, para comprender, para dejarse
cuestionar. La humanidad va evolucionando, va creciendo en conciencia y la
iglesia va lenta, atrasada, asustada.
No podemos hoy en día vivir la misión
sin tener en cuenta todos los logros maravillosos de la humanidad en el campo
de la ciencia, de la psiquiatría, de la psicología, de la espiritualidad, de la
neurociencia.
Pero cuesta. Cuesta dejar seguridades,
cuesta dejar lo mental para adentrarse en el Misterio silencioso. Los fantasmas
del miedo rondan por los pasillos del Vaticano.
Jesús, que era un místico, ya había
visto y a través de las categorías culturales y religiosas de su tiempo ya había
apuntado a lo esencial que se ve reflejado en el evangelio de hoy: sanar,
humanizar, dignificar.
¿No
será ese el eje actual de la misión? ¿No será también el eje permanente más
allá de las épocas y las culturas?
Misión como compartir la vida,
plenificar la vida, celebrar la vida.
¿No
es el Dios de Jesús el Dios de la Vida?
Ireneo de Lyon - ¡ya en el siglo II! – había dicho: “la gloria de Dios es el hombre viviente”.
Desde el estado de conciencia actual de
la humanidad hay que dar este paso: centrarnos en la vida.
Dios mismo es Vida, es La Vida. Entrando
plenamente en la Vida, viviendo con plena conciencia la vida, estamos
experimentando a Dios.
¿No
es asombrosamente maravilloso y mucho más simple de lo que estuvimos pensando y
haciendo por siglos?
Entrar
en la Vida exige y supone – todo “cierra” armónicamente – lo
que el texto de Marcos afirma del envío: desapego y entrega.
Como afirma Pagola: “Según Marcos, al enviarlos, Jesús les da
autoridad sobre los espíritus impuros. No les da poder sobre las personas que
irán encontrando en su camino. Les da autoridad para liberarlas del mal…” Y
agrega: “Curiosamente, Jesús no está
pensando en lo que han de llevar para ser eficaces, sino en lo que no han de
llevar.”
No podemos entrar en la Vida y compartir
la vida si estamos aferrados al poder, la comodidad, los ritualismos, las
doctrinas.
No podemos entrar radicalmente en la
Vida si continuamente estamos juzgando, eligiendo, separando, discriminando.
Realidades que – a pesar de todo lo positivo – siguen aconteciendo en la
iglesia y afuera de la iglesia.
Entrar plenamente en la Vida y dejarse
penetrar radicalmente por esa misma Vida es, antes que nada, decisión y
compromiso personal: nadie ni nada lo puede hacer por ti. Los procesos y los
tiempos son personales y “la ficha cae cuando cae” pero lo que podemos hacer y
es urgente hacer es abrir la mente y
el corazón. En el zen se dice: “No hay
que buscar la verdad, hay que dejar de tener opiniones”. Cuando la mente y
el corazón se aquietan la Verdad aparece.
Comprender el eje de la misión como liberación y humanización es esencial, es un signo de los tiempos y un volver al
eje que fue de Jesús y que es el centro de todas las religiones y tradiciones
espirituales de la humanidad.
Misión:
liberar al ser humano de toda forma de esclavitud y dependencia, interna y
externa.
Misión:
humanizar al ser humano. Volvernos cada vez más humanos, rescatando y
valorizando todas las dimensiones que desarrollan los valores humanos y la
belleza infinita del ser humano.
¿No
es maravilloso y revolucionario vivir así la misión?
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