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lunes, 7 de octubre de 2019

La ternura salvará al mundo





En estos últimos días la Vida me regaló presenciar distintos y profundos momentos de ternura. ¡Qué agradecido estoy!
Me acordé de la sentencia del genial novelista ruso Dostoyevski (1821-1881): “La belleza salvará al mundo” y me atreví a transformarla en: “la ternura salvará al mundo”.

No hay edad para la ternura: unas manos cansadas y arrugadas que acarician otras y más jóvenes manos y al revés… la fresca sonrisa de una niña, unas miradas llenas de amor, un abrazo, una palabra, un gesto. Siempre hay espacio para la ternura.
Tal vez hay dos etapas en la vida humana que necesitan y requieren más ternura: la niñez y la vejez. Son etapas de vulnerabilidad y fragilidad, donde la ternura puede jugar un papel sanador y reconciliador.

De todas maneras la ternura es realidad humana, profundamente humana. No podemos vivir sin ternura y una sociedad o un grupo humano que no deja espacio a la ternura está próximo a desaparecer.


La ternura se refleja en la creación entera y la podemos vislumbrar y descubrir en todo momento. La creación emana ternura, en cada instante y en cada detalle. Basta estar abiertos y atentos.

La ternura manifiesta la belleza y la gratuidad del amor.
La ternura revela el rostro femenino y materno del Amor.
La ternura es el Amor que se hace pequeño y se conmueve.
Es la sensibilidad del Amor.
No hay amor sin ternura como no hay ternura sin amor.
La ternura puede convertirse en la fuerza transformadora del corazón humano y de la sociedad. La ternura es resurrección.

La ternura se entrena y se puede desarrollar, como cualquier otra dimensión espiritual humana.
Basta salir de los miedos y abrirse. La ternura está ahí, siempre. Porque la ternura es otro nombre de nuestra esencia, es otro nombre del Ser que nos alienta y nos hace ser. La ternura es otro nombre del Misterio divino. Tal vez el nombre más lindo.


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