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sábado, 15 de febrero de 2020

Mateo 5, 17-37




Seguimos con el capitulo cinco del evangelio de Mateo que hoy nos presenta una tema muy relevante: la relación entre la ley y el amor.
Todo el texto, con sus múltiples ejemplos, se puede leer y resumir bajo esta luz.

Mateo quiere subrayar la continuidad de Jesús con Israel y sus leyes y por eso pone en boca de Jesús las palabras: “No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (5, 17) y lo que sigue.
Por otro lado Mateo se da también cuenta de la ruptura y novedad del mensaje de Jesús: “Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (5, 20).
Las primeras comunidades cristianas percibían esta tensión entre la continuidad y la novedad del mensaje del evangelio.
Después de dos mil años de cristianismo y su evolución la tensión no es tanto entre las leyes del judaísmo y la llamada al amor, sino entre las leyes de la iglesia y la ley en general y el mismo llamado al amor, que sigue vigente más que nunca.

Comprender la relación entre ley y amor es esencial para una vida plena y que tenga sabor a verdadera libertad.
Las palabras que Mateo pone en boca de Jesús al comienzo de nuestro texto son geniales: No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.
“Dar cumplimiento” se puede también traducir con “dar plenitud”.
¿Qué significa que Jesús confiere plenitud a la ley?
Significa que le otorga su verdadero sentido, su valor, su significado.
¿Para que sirve una ley – religiosa o civil en este caso poco importa –?
Una ley sirve para conducirnos al amor: simple y maravillosamente esto. San Pablo lo había visto y centró en esta verdad todo su anuncio: “toda la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gal 5, 14); “el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley” (Rom 13, 8).
También San Agustín lo vio así y nos dejó el famoso aforismo: “Ama y haz lo que quieres”. A veces se traduce la expresión latina “dilige et quod vis fac” con “ama y haz lo que quieras”, pero la traducción correcta es “ama y haz lo que quieres”. Es decir: que la acción surja de la conexión con el amor que eres. Entonces no habrá conflicto ni tensión entre “ser” y “voluntad”: son la misma y única realidad.

La ley es un pedagogo que nos conduce (o tendría que conducirnos… a menudo existen leyes va en la dirección opuesta) a la plena libertad y a la plenitud del amor.
Cuando una ley ya ha cumplido su labor de pedagogo o cuando, por alguna razón, no puede cumplirla, hay que rechazarla sin duda alguna y sin remordimiento.
Por eso que cuando nos dejamos animar y guiar por el amor ya no necesitamos ninguna ley. Esta es la experiencia común de todos los santos, místicos, maestros de todas las tradiciones religiosas de la humanidad. A esto estamos todos llamados.
Hasta que necesitamos de una ley externa para saber como comportarnos o para guiar nuestro caminar, nuestro amor es todavía inmaduro y frágil. En este proceso obviamente hay etapas, a nivel psicológico y espiritual y muchas idas y vueltas…pero es fundamental apuntar a la madurez, a la plenitud, al ser.

El amor que somos y nos constituye es tremendamente más exigente de cualquier ley. Por eso que no queremos escucharnos y no queremos descubrir quienes somos… es más cómodo y más fácil obedecer leyes externas que escuchar el llamado radical y transformador del amor.
Cuando nos escuchamos y conectamos con el Amor que somos y que nos llama ocurre el milagro: descubrimos la plenitud y una libertad radical. Y no hay vuelta atrás. Cuando viste – aunque sea por un instante – el amor que te constituye ya no serás el mismo y esa luz te perseguirá toda tu vida.

¡No necesitamos leyes! Somos libres, radicalmente libres. Somos el Amor que pide fluir a través de nosotros.
Si leemos el texto con atención notaremos un constante y penetrante transfondo: la interioridad.
Todo brota desde ahí. Jesús parece decirnos: vayan adentro, descubran el tesoro que son y que los habita, conecten con su esencia amorosa y pacifica. Vivan desde ahí, vivan desde el Amor que son y que los constituye.
Jesús fue el primero en darnos el ejemplo: hombre interior y sabio, se descubrió a sí mismo como hijo amado, como esencia divina y se vivió desde ahí, haciendo de su existencia una entrega radical, amorosa y libre.
El sufí Rumi también lo vivió y nos invita:
Nada tiene sentido, solo rendirse al Amor. Hazlo
Terminamos con otro hermoso texto de otro sufí, Hafiz:
Yo he aprendido tanto de Dios que ya no puedo llamarme cristiano, hindú, musulmán, budista o judío. La verdad ha compartido tantas cosas de sí misma conmigo que ya no puedo llamarme hombre, mujer, ángel o incluso alma. El amor ha penetrado en Hafiz tan por completo que me ha convertido en ceniza y me ha liberado de las imágenes y conceptos que mi mente había conocido.


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