Seguimos con el capitulo cinco del
evangelio de Mateo que hoy nos presenta una tema muy relevante: la relación entre
la ley y el amor.
Todo el texto, con sus múltiples
ejemplos, se puede leer y resumir bajo esta luz.
Mateo quiere subrayar la continuidad de
Jesús con Israel y sus leyes y por eso pone en boca de Jesús las palabras: “No piensen que vine para abolir la Ley o los
Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (5, 17) y lo
que sigue.
Por otro lado Mateo se da también cuenta
de la ruptura y novedad del mensaje de Jesús: “Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los
escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos” (5, 20).
Las primeras comunidades cristianas percibían
esta tensión entre la continuidad y la novedad del mensaje del evangelio.
Después de dos mil años de cristianismo
y su evolución la tensión no es tanto entre las leyes del judaísmo y la llamada
al amor, sino entre las leyes de la iglesia y la ley en general y el mismo llamado
al amor, que sigue vigente más que nunca.
Comprender la relación entre ley y amor
es esencial para una vida plena y que tenga sabor a verdadera libertad.
Las palabras que Mateo pone en boca de
Jesús al comienzo de nuestro texto son geniales: No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido
a abolir, sino a dar cumplimiento.
“Dar cumplimiento” se puede también
traducir con “dar plenitud”.
¿Qué
significa que Jesús confiere plenitud a la ley?
Significa que le otorga su verdadero sentido,
su valor, su significado.
¿Para
que sirve una ley – religiosa o civil en este caso poco importa –?
Una ley sirve para conducirnos al amor:
simple y maravillosamente esto. San Pablo lo había visto y centró en esta
verdad todo su anuncio: “toda la Ley está
resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gal 5, 14); “el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley”
(Rom 13, 8).
También San Agustín lo vio así y nos
dejó el famoso aforismo: “Ama y haz lo
que quieres”. A veces se traduce la expresión latina “dilige et quod vis fac” con “ama y haz lo que quieras”, pero la traducción correcta es “ama y haz lo que quieres”. Es decir: que la acción surja
de la conexión con el amor que eres. Entonces no habrá conflicto ni tensión
entre “ser” y “voluntad”: son la misma y única realidad.
La ley es un pedagogo que nos conduce (o
tendría que conducirnos… a menudo
existen leyes va en la dirección opuesta) a la plena libertad y a la plenitud
del amor.
Cuando una ley ya ha cumplido su labor de
pedagogo o cuando, por alguna razón, no puede cumplirla, hay que rechazarla sin
duda alguna y sin remordimiento.
Por eso que cuando nos dejamos animar y
guiar por el amor ya no necesitamos ninguna ley. Esta es la experiencia común
de todos los santos, místicos, maestros de todas las tradiciones religiosas de
la humanidad. A esto estamos todos llamados.
Hasta que necesitamos de una ley externa
para saber como comportarnos o para guiar nuestro caminar, nuestro amor es
todavía inmaduro y frágil. En este proceso obviamente hay etapas, a nivel psicológico
y espiritual y muchas idas y vueltas…pero es fundamental apuntar a la madurez,
a la plenitud, al ser.
El amor que somos y nos constituye es
tremendamente más exigente de cualquier ley. Por eso que no queremos
escucharnos y no queremos descubrir quienes somos… es más cómodo y más fácil
obedecer leyes externas que escuchar el llamado radical y transformador del
amor.
Cuando nos escuchamos y conectamos con
el Amor que somos y que nos llama ocurre el milagro: descubrimos la plenitud y
una libertad radical. Y no hay vuelta atrás. Cuando viste – aunque sea por un instante – el amor que
te constituye ya no serás el mismo y esa luz te perseguirá toda tu vida.
¡No necesitamos leyes! Somos libres,
radicalmente libres. Somos el Amor que pide fluir a través de nosotros.
Si leemos el texto con atención
notaremos un constante y penetrante transfondo: la interioridad.
Todo brota desde ahí. Jesús parece
decirnos: vayan adentro, descubran el tesoro que son y que los habita, conecten
con su esencia amorosa y pacifica. Vivan desde ahí, vivan desde el Amor que son
y que los constituye.
Jesús fue el primero en darnos el
ejemplo: hombre interior y sabio, se descubrió a sí mismo como hijo amado, como
esencia divina y se vivió desde ahí, haciendo de su existencia una entrega
radical, amorosa y libre.
El sufí Rumi también lo vivió y nos
invita:
“Nada
tiene sentido, solo rendirse al Amor. Hazlo”
Terminamos con otro hermoso texto de
otro sufí, Hafiz:
“Yo
he aprendido tanto de Dios que ya no puedo llamarme cristiano, hindú, musulmán,
budista o judío. La verdad ha compartido tantas cosas de sí misma conmigo que
ya no puedo llamarme hombre, mujer, ángel o incluso alma. El amor ha penetrado
en Hafiz tan por completo que me ha convertido en ceniza y me ha liberado de
las imágenes y conceptos que mi mente había conocido.”
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