viernes, 21 de febrero de 2020

Polvo. Ceniza. Nada.



Manresa y Cataluña están viviendo un preludio primaveral y este tipo de preludio invita a caminar. Ayer en una de estas caminatas mañaneras quise entrar en el cementerio de Manresa. A la salida me encuentro con la escrita en latín: “Pulvis. Cinis. Nihil.”; Polvo. Ceniza. Nada.
Se podría pensar: ¡Qué buen comienzo de jornada! ¡Qué linda primavera! Y, ya que hoy es también mi cumpleaños, se podría decir: ¡Qué linda reflexión para celebrar la vida!
Y si, después del primer susto, es así.
Somos polvo, ceniza, nada. Como somos luz, amor y vida.
En esta forma humana temporal somos muerte como somos vida.
Vida y muerte son las dos caras de la misma moneda.
Todos los sabios de todas las tradiciones religiosas nos invitan a entablar una relación amistosa con la muerte.
“¡Morir antes de morir!” nos advierten. 
La muerte está siempre mucho más cerca de lo que imaginamos. Está serenamente agazapada a la vuelta de la esquina, en el umbral de nuestras casas. Está ahí porque justamente es la otra cara de la vida. No podría estar lejos.
“Morir antes de morir” es aceptar con radicalidad y serenidad lo pasajero de esta forma en la cual la vida se expresa. Aceptar que todo nace, crece y muere es entrar en la Paz inacabable. La Paz de Dios.
Si logramos ver la muerte como la otra cara de la vida el juego está hecho. Le hemos ganado el partido al miedo y a la angustia.
Lo que llamamos “vida” y “muerte” se desarrollan adentro del Gran Misterio que es la Vida Real y Total, sin otra cara, sin oposición.
Estamos llamados a enraizarnos en este Misterio y a vivirnos desde ahí. Descubriremos la pura libertad y belleza. Viviremos desde la Infinita Paz del Ser.
Bendecido polvo, bendecida ceniza y bendecida nada si nos conducen al Amor y a la Vida.



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