Estamos delante de un texto de una importancia capital.
El mensaje esencial que se oculta en el texto, no podemos
comprenderlo desde el nivel mental. Por eso los invito a tomarse un tiempito de
silencio antes de leer el texto y la reflexión y a leer/escuchar desde el
alma y no desde la mente.
¿Cuál es el primero de los mandamientos?
¿Amar a Dios o amar al prójimo?
Son preguntas que encierran un falso problema y Jesús lo
sabe.
Por eso que su respuesta arranca con la fundamental cita
de Deuteronomio 6, 4: “Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único
Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con
todas tus fuerzas.”
Es el famoso “Shema, Israel, Adonai eloheinu,
Adonai ejad.”
El texto hebreo es contundente: Dios es Uno y Único. No
hay nada afuera de Él.
Nos adentramos en el gran tema del teísmo y de su
superación.
Intentaré explicarlo lo mejor que puedo. Lean desde su
alma.
¿Qué es el teísmo?
En pocas palabras: es la forma de comprender a Dios como
un Ser Omnipotente y separado del mundo que interviene desde afuera en la
creación. El dios del teísmo se nutre de imágenes y conceptos humanos y
es, en el fondo, un dios hecho a nuestra medida.
Esta visión ya no tiene cabida y es, en el fondo, la raíz
de la crisis religiosa de la humanidad.
La consciencia evoluciona. Como hay una evolución de la
consciencia individual – la manera de ver y comprender al mundo no es la
misma en la niñez que en la adultez – también hay una evolución colectiva y
cósmica.
El Espíritu conduce esta evolución y cuando la humanidad
y las religiones se empecinan en su ceguera y en no abrirse al Espíritu, más
nos quedamos aislados y retardamos la manifestación de la redención y de la
plenitud divina en el mundo.
Uno de los autores más lúcidos sobre el tema fue el
obispo episcopaliano estadounidense John Shelby Spong (1931-2021): un iluminado
y un profeta. Escribe:
“El teísmo como forma de definir a Dios ha muerto. Ya
no puede entenderse a Dios de forma creíble como un ser con poder sobrenatural,
que vive por encima del cielo y está listo para interferir en la historia humana
periódicamente, a fin de hacer cumplir su divina voluntad. Por tanto, hoy, la
mayor parte de lo que se dice sobre Dios no tiene sentido. Debemos encontrar un
nuevo modo de conceptualizar a Dios y de hablar sobre Él.”
Desde siempre la mística fue una crítica del teísmo – a
veces implícita, otras explícita –, a partir de la experiencia. Por eso,
este es el tiempo de volver de forma colectiva a la mística. Ya no es el tiempo
de simples y solas individualidades místicas; es el tiempo del Espíritu, es el
tiempo donde la visión mística tiene que permear grupos y comunidades.
Cuando hablamos de visión mística, estamos
hablando de no-dualidad. La visión mística o no-dual es, justamente, la
visión que trasciende al teísmo. Es la visión de Jesús, la visión de lo Uno y
lo Único que abraza, asume y trasciende la dualidad. Es la visión y la
experiencia de centenares de místicos cristianos a lo largo de la historia: ¡es
el momento de volver a escuchar su voz!
Lo Uno y lo Único, es el fundamento, la raíz y el sostén
de lo Real.
¿Amar a Dios o al prójimo?
Falso problema, porque no hay un dios separado del
prójimo. No hay un dios por un lado y el ser humano o la creación por otro. El Amor
todo lo abarca y todo lo sostiene. Lo Uno y Único todo lo abarca y todo lo
sostiene. Por eso que el Amor es lo Único Real: el Amor Uno y Único que se
revela y manifiesta en el Universo y en cada cosa y cada detalle.
Ya la primera carta de Juan lo había dicho, pero somos “duros
de entendimiento”, como los discípulos de Emaús:
“El que dice: «Amo a Dios», y no ama a su hermano, es
un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su
hermano, a quien ve? Este es el mandamiento que hemos recibido de él: el que
ama a Dios debe amar también a su hermano” (1 Juan 4, 20-21).
La genial respuesta de Jesús a la pregunta del escriba
abarca, en un mismo y tierno abrazo, esta visión mística: el Amor es Uno, es lo
Único que hay, pero se manifiesta en las diferencias. Cuando se ama, se ama
todo y para siempre. Amar, es siempre amar la totalidad: no hay parcialidad en
el amor.
Amar a una flor es amar a la creación entera. Amar a Dios
significa amar a cada revelación de Su Esencia amorosa: cada ser humano, cada
hilo de hierba, cada suspiro, cada sonrisa, cada pajarito, cada atardecer, cada
luna y cada brisa, cada anhelo, cada dolor, cada esperanza, cada caída, cada
avance, cada noche y cada color, cada cultura, cada religión, cada idioma y
cada letra, cada canción, cada arte, cada música y melodía, cada tiempo y
proceso, cada espacio y cada vacío, cada alimento y cada olor, cada nacimiento
y cada muerte.
Dejémonos enamorar por esta visión. No intentemos
comprenderla racionalmente: no se puede, porque no es la función de la razón.
La razón nos servirá después – y solo después – para intentar dar forma
a la experiencia mística y sublime de la Luz y de la Unidad.
Cierro con una perla de la mística hebrea, la cual se
sirve de la gematría, la ciencia que asocia las letras a los números.
La palabra EJAD (uno/único) tiene gematría 13
La palabra AHAVA (amor) tiene gematría 13.
La palabra BOHU (vacío) tiene gematría 13.
Lo UNO/UNICO es AMOR, el AMOR es UNO/UNICO.
Somos un VACÍO que el AMOR llena y amar es vaciarse, para
volver a lo UNO/UNICO.
Jesús, sin duda, lo sabía.
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2.15.1.0