En esta fiesta del “Corpus Christi” la
liturgia nos presenta unos versículos del famoso capitulo seis del evangelio de
San Juan, capitulo seis que gira alrededor de la metáfora del pan.
El evangelio de Juan es el resultado de
distintos redactores que fueron agregando comentarios e interpretaciones.
La metáfora del “pan” se centra en dos
dimensiones: el alimento del discípulo de Jesús es su palabra y su cuerpo.
Este doble alimento sirve para
comunicarnos la Vida de Dios.
Como reiteramos muchas veces, el eje
central del cuarto evangelio, es el tema de la Vida.
Dios es Vida y Jesús vino a revelarnos y
comunicarnos esa misma vida: “yo vine
para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10) y “yo soy la resurrección y la vida” (Jn
11, 25).
“Padre” es también una metáfora de la
Vida, una metáfora del Misterio último y definitivo.
Jesús experimenta la Vida y se experimenta como Vida. Por eso su
mirada es siempre una mirada abierta, serena, agradecida: “Te alabo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra” (Mt 11, 25).
Jesús ama vivir y quiere que todos
aprecien y amen la vida. Especialmente se enfoca en quienes – por su condición
– tienen dificultad en amar la vida o son excluidos del banquete de la vida:
los pobres, los marginados, los enfermos, los pecadores.
Dios es propuesta de Vida plena para
todos.
Recordemos la maravillosa expresión de
San Ireneo de Lyon: “La gloria de Dios es
el hombre viviente”.
La “gloria” es la manifestación y la
visibilidad del Amor de Dios y del
Amor que es Dios. “Gloria” es amor
que se ve. Entonces “gloria” es ver al ser humano vivir en plenitud y disfrutar
de la vida.
La clave – para nosotros cristianos – es
entrar en la misma experiencia de Jesús. Vivir lo que él vivió, sentir lo que
el sintió, mirar como el miró.
Vivir la experiencia de Jesús es
experimentarse Uno con esa Vida que llamamos “Dios”.
La Palabra
de Jesús y la Eucaristía son regalos
para que podamos entrar en esta experiencia. Debemos de salir de lo
estrictamente ritual o cultual para captar el llamado de la Vida a la Vida.
Palabra y Eucaristía son el pan del
peregrino amante de la vida: es la otra bella metáfora del lembas, “pan elfico” de Tolkien en el “Señor de los anillos”.
La escucha atenta de la palabra y la
comunión al pan eucarístico tienen que llevarnos a recibir con más consciencia
y gratitud el don de la Vida y a saber compartir este mismo don con la creación
entera y, especialmente, con aquellas situaciones dolorosas – prioritariamente
en los rostros humanos – que más carecen de esta experiencia.
No estamos viviendo la Vida. La Vida no
nos pertenece.
Es la Vida que nos vive, es la Vida que
se vive a través de nosotros.
Esa es la experiencia de Jesús y la
experiencia esencial de toda existencia humana.
Porque esa Vida que se vive a través de nosotros
es la Vida Una, eterna. Vida que no nace y no muere. Vida siempre plena, nueva,
fresca. Vida que precede nuestros
pensamientos y emociones que a menudo nos hacen sufrir y Vida que trasciende estos mismos pensamientos y
emociones.
Dejarse vivir por la Vida es la única
forma de vivir auténticamente.
Termino con un texto místico y poético
de Hildegarda de Bingen transmitiendo una de sus visiones interiores:
“Yo
soy la vida entera, no arrancada de las piedras, ni florecida de las ramas, que
no ha echado raíces de la fuerza viril, sino que la vitalidad ha echado raíces
desde Mí. Pues que la racionalidad es raíz, la palabra resonante florece en
ella.
Pero
también soy hacendosa, ya que todas las cosas que tienen vida resplandecen por
mí, y soy resplandor de vida en la eternidad, que no ha comenzado ni tendrá
fin; y la vida misma es Dios, moviéndose y obrando y, sin embargo, es vida en
una y tres fuerzas. Y así la eternidad es el Padre, la Palabra es el Hijo, y el
aliento que une estas dos fuerzas se llama Espíritu santo, así también Dios
puso su sello en el hombre, en el que están cuerpo, alma y racionalidad. Y por
esto ardo en la belleza de los campos, esto es, sobre la tierra, que es la
materia de la que Dios hizo al hombre; y por esto brillo en las aguas, esto es,
según el alma, pues así como el agua cubre toda la tierra, así el alma recorre
todo el cuerpo.”
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