Las últimas y más serias investigaciones
no dejan lugar a duda: Jesús fue un rabino fariseo plenamente insertado en el
judaísmo del siglo primero.
Es lo que aparece claramente en el texto
de hoy.
Devolver a Jesús al judaísmo es esencial
para una cabal comprensión de su persona, su mensaje y el evangelio en su
conjunto.
A partir del siglo segundo y
especialmente después del siglo cuarto – por
temas políticos, económicos y teológicos – la cristología fue aplicando a
Jesús esquemas y conceptos que lo aislaron de su judaísmo.
Perdimos así la conexión del rabino de
Nazaret con sus raíces, su cultura, su experiencia religiosa. Devolver a Jesús
al judaísmo – más allá de ser un
impostergable compromiso ético y de honestidad intelectual – nos reservará
hermosísimas sorpresas.
Marcos nos dice que Jesús – como buen judío y buen rabino – va a la
sinagoga a enseñar.
El evangelista subraya un detalle
importante: Jesús enseña con autoridad.
Su palabra autoritaria aleja el espíritu
del mal y devuelve dignidad humana a las personas.
En el judaísmo del primer siglo era muy
común la practica de debates teológicos entre rabinos y cada rabino tenía la
posibilidad de interpretar con libertad la Torá,
la ley de Moisés que fundamentaba y fundamenta el pueblo de Israel.
Jesús interpreta la Torá con una
libertad y una profundidad sorprendente. La gente percibe que su explicación es
auténtica y verdadera. Capta la vida que late profunda y serena en las palabras
del maestro.
¿De
dónde le vienen esta autoridad y libertad?
¿Por
qué las enseñanzas de Jesús transmiten vida?
La clave son la experiencia y la visión.
Jesús habla porque ha experimentado y
porque ha visto.
Para hablar y enseñar es esencial la
experiencia.
Es bastante fácil darse cuenta si una
persona está hablando de realidades que aprendió intelectualmente pero que no
experimentó, como es también fácil darse cuenta de quien habla desde la
experiencia.
En nuestra sociedad occidental se dio y
se da demasiada importancia a la formación académica e intelectual y menos a la
vivencia personal.
Por eso tenemos tanta gente hablando y
enseñando simplemente desde lo racional y un exceso de información: aburridos,
sin chispa, sin pasión… y el paso a la hipocresía es breve.
Tal vez comenzando justamente por los
que “tienen autoridad”: políticos, curas, profesores, maestros de todo tipo y
color.
La autoridad de Jesús es distinta y
estamos llamados a entrar en ella.
En primer lugar la “autoridad” de Jesús
no es impuesta. Es reconocida.
En esto radica el primer criterio fundamental:
una verdadera autoridad nunca se impone. Tal vez se propone. Lo mejor es que se
reconozca.
Los verdaderos lideres y maestros nunca
se presentan como “lideres” y “maestros”; son reconocidos tales por el pueblo y
los discípulos.
Por eso Jesús advierte: “no se hagan llamar «maestros», porque no
tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. Nadie en el mundo
llamen «padre», porque no tienen sino uno, el Padre celestial.” (Mt 23,
8-9).
Pasaron dos mil años y seguimos
fascinados y enceguecidos por los títulos…
Jesús enseña con autoridad.
Su enseñanza surge de su experiencia y
su visión. Jesús experimentó a Dios, vio la Presencia de Dios que empapa la
realidad y el corazón humano.
Su experiencia y su visión surgen de
largas horas de silencio y soledad, de estudio y reflexión, de compartir con
sus amigos.
Jesús vio, por eso habla. Jesús vio que
el amor es la raíz de lo real y por eso puede hablar del amor y vivirlo con
radicalidad.
El sacerdote anglicano y poeta inglés
Thomas Traherne (1636-1674) lo expresa bellamente: “Nunca gozamos debidamente del mundo, hasta que el mismo mar corre por
nuestras venas, hasta que el firmamento te viste y te coronan las estrellas.”
Jesús se experimentó amado, reconocido,
aceptado. Por eso puede hablar con sentido del amor.
En una época marcada por las redes
sociales y un exceso de información, aprender a callar y a escuchar se
convierte en un elemento fundamental.
Si nuestras palabras no fluyen serenas y
pacificas de una real experiencia, lo mejor es el silencio.
Este mismo y vivo silencio que nos
introducirá solapadamente en la experiencia y la visión.
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