sábado, 9 de enero de 2021

Marcos 1, 7-11

 

 

Celebramos hoy la fiesta del bautismo de Jesús y este texto abre prácticamente el evangelio de Marcos. Es un texto breve donde los potentes simbolismos nos llevan a una profundidad insospechable.

Marcos quiere dejar claro a su comunidad quién es el enviado y ya nos hace entrever el tema de la identidad de Jesús, tema central en su evangelio que se dilucidará en el famoso capitulo 8.

Juan bautiza con agua, Jesús bautiza en el Espíritu.

Jesús, sorpresivamente, se deja bautizar por Juan y, desde ahí, aparece la fuerza simbólica del texto para expresar una hondura inexplicable a través de los conceptos.

Se abren los cielos”: se restablece la comunicación entre cielo y tierra, entre el mundo de Dios y el mundo de los hombres. Ya no hay separación.

Baja una paloma”: el aleteo del Espíritu creador – “el soplo de Dios aleteaba sobre las aguas” (Gen 1, 2) – se hace presente en Jesús. La visión es cósmica.

Se oye una voz del cielo”: el Padre confirma al Hijo amado. Otra vez comunión profunda entre cielo y tierra.

 

Una lectura mística del texto nos lleva aún más en profundidad. Pero necesitamos una condición previa: silencio mental. Silencio que se hace apertura integral y escucha radical.

Sin este silencio la lectura mística o contemplativa resulta prácticamente imposible y caeremos otra vez en juicios mentales, etiquetando y excluyendo a quienes no “piensan” como nosotros.

 

Tomamos hoy como guía a uno de los más grandes místicos cristianos: Maestro Eckhart (1260-1328).

Escuchamos su invitación:

Esta verdad es todo lo que importa, si bien se esconde en las profundidades de la oscuridad, un misterio tan grande y sublime que no hay palabras que lo contengan. Así que vacíate de lo que creías saber, y confía en el silencio al principio y al final del pensamiento. Aquí es donde Dios espera encontrarte, la perla preciosa, así que debes olvidar lo que sabes y vender todo lo que tienes para adquirirla. Una vez que lo hagas, es todo lo que necesitas, nada más importa.

 

El silencio y el vaciarse son condiciones previas para una comprensión espiritual y mística.

 

¿Que nos dice la lectura mística entonces?

 

Maestro Eckhart sugiere que el “Hijo amado” somos todos y es todo.

Toda la creación en su totalidad y en su particularidad es “el Hijo amado”.

Jesús de Nazaret – más allá de su misión histórica – es metáfora y símbolo de esta verdad luminosa.

Dice poética y maravillosamente Eckhart:

 

¿Qué hace Dios todo el día? Dios engendra. Desde toda la eternidad Dios está sobre el lecho de las parturientas y engendra.

 

No sólo me engendra en tanto que su hijo sino me engendra en tanto que Él mismo y Él se engendra en tanto que yo mismo y yo en tanto su ser y su naturaleza.

 

En el manantial más íntimo broto yo del Espíritu Santo; allí hay una sola vida, un solo ser, una sola obra. Todo lo que Dios obra es uno; eso es porque me engendra como hijo suyo sin ninguna distinción. Mi padre según la carne no es, propiamente hablando, mi padre… El Padre celestial es de veras mi Padre porque yo soy su hijo y tengo de él todo lo que poseo y soy el mismo Hijo y no otro.

 

Echkart, desde su percepción mística, capta lo esencial y maravilloso del mensaje cristiano: “soy el mismo Hijo y no otro”.

En este nivel de conciencia y percepción “no hay otro”: somos el Hijo. Somos manifestación, expresión y revelación de la  Vida Una y el Amor Uno.

Comprender existencialmente esta verdad y vivirse desde ahí es el único cometido del camino espiritual.

Estamos en el Centro, estamos en el eje: silencio, quietud, paz desbordando amor y vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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