sábado, 20 de septiembre de 2025

Lucas 16, 1-13


 



La parábola de hoy puede resultarnos sorprendente. Por eso es necesario reafirmar que una parábola no hay que interpretarla literalmente: es un género literario que se sirve esencialmente del recurso metafórico y simbólico. La parábola es un relato que intenta “despertar” al oyente y cuestionar su forma de ver la vida y sus actitudes.

Jesús es un maestro en el uso de las parábolas y sus enseñanzas pasan, con mucha frecuencia, por este recurso.

 

La parábola de hoy es especialmente cuestionadora, ya que parece que Jesús defienda la deshonestidad del administrador.

 

Tenemos dos claves de interpretación.

 

La primera nos viene de la sentencia de Jesús: “los hijos de este mundo son más astutos en su trato con lo demás que los hijos de la luz” (16, 8).

 

La podemos leer desde dos perspectivas que se complementan. Por un lado “los hijos de este mundo” representan a los que viven atrapados por el ego, la ambición, el poder y el dinero y los “hijos de la luz” representan a los que siguen las enseñanzas de Jesús y que viven desde la solidaridad y la entrega de la vida.

Por el otro podemos considerar que las dos tendencias nos habitan, como el trigo y la cizaña: a veces somos “hijos de este mundo” y otras, “hijos de la luz”.

En los dos casos Jesús nos advierte que “los hijos de este mundo” son más astutos.

 

¿Qué quiere decirnos?

 

Jesús nos invita a ser inteligentes. Podemos considerar la astucia evangélica como “inteligencia a servicio del amor y del bien.”

El amor o es inteligente o no es amor. Debemos salir urgentemente de una comprensión banal y superficial del amor. Amar y “ser bueno”, no van de la mano con ser sumisos o estúpidos. Este gran malentendido ha generado y genera mucho sufrimiento evitable.

Por eso el amor, en la tradición bíblica y en la espiritualidad, tiene siempre la otra cara: la sabiduría. Dicho con otra palabra: la verdad.

Por todo eso, amar no es fácil, porque requiere discernimiento, reflexión, búsqueda, estudio. Para amar y hacer el bien, no alcanza con decir siempre que “si” y no significa ceder constantemente o dejarse maltratar.

 

La astucia que usan “los hijos de este mundo” para obtener más dinero y más poder o la astucia que utiliza nuestro ego para sus fines, la deberíamos poner al servicio de la luz.

Estamos viendo en estas absurdas guerras un despliegue brutal de una tecnología impresionante: aviones, drones, inteligencia artificial… Si la humanidad pusiera estas capacidades y su inteligencia al servicio de la luz, en muy breve tiempo, resolveríamos gran parte de nuestros problemas sociales y de la pobreza.

Pero el ego…es muy inteligente…y muy estúpido. Esta simultaneidad es sorprendente y terrible a la vez.

Aprovecho para recordarles a los señores de la guerra, a los narcotraficantes y a los políticos corruptos… que les queda poco tiempo…también se van a morir… ¿y? No sean estúpidos…

Queda claro, entonces, que Jesús no alaba la deshonestidad del administrador, sino su inteligencia.

 

 

Seguimos con la segunda clave de interpretación.

La recogemos de esta otra sentencia: “No puede servir a Dios y al Dinero” (16, 13).

El texto griego dice literalmente: “No puede servir a Dios y a mamona.

“Mamona” es una transliteración del término arameo Mammoná en referencia a la diosa siria de la avaricia y de la codicia: por lo tanto, el dinero era personificado en un dios, el dios Mammón.

 

Seguimos así y en nuestro lenguaje a menudo decimos, despectivamente: “el dios dinero”.

El sentido de la sentencia de Jesús entonces, no es una condena del dinero en sí, de los bienes o de lo material. Es la condena de la idolatría: hacer del dinero el centro de la vida.

Jesús reivindica un único centro: su Dios, el Dios de la vida, el Dios de la luz, el Dios del amor.

 

Perder el Centro, es convertirnos en idolatras y, lo sabemos, es muy fácil de-scentrarse.

 

Jesús, como siempre, nos llama a la unificación. No podemos tener dos o varios dioses…tendríamos un corazón dividido y, un corazón dividido, no puede ser feliz.

 

En cambio, un corazón unificado, un corazón centrado, puede vivir y amar con total libertad y espontaneidad. Desde el Centro, desde lo Uno que somos, todo asume sentido, belleza, valor.

 

Viviremos en la luz, como hijos de la luz: en el amor y en la verdad. Sabiamente.  

 

 

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