sábado, 18 de octubre de 2025

Lucas 18, 1-8


 


El texto de este domingo empieza diciéndonos que es “necesario orar siempre sin desanimarse.

 

Pablo reitera el mismo concepto en su primera carta a los Tesalonicenses: “Oren sin cesar” (5, 17).

 

Esta invitación de Pablo y de Lucas, está a la base de la búsqueda del peregrino ruso, búsqueda que quedó plasmada en el famoso y bellísimo librito: “Relato de un peregrino ruso”.

 

¿Cómo se puede orar siempre?

¿Cómo vivir en actitud constante de oración?

 

Son las preguntas que arden en el corazón del peregrino ruso y que arden también en mi corazón y en el corazón de todos aquellos que desean vivir en la Presencia de Dios las 24 horas del día.

 

El peregrino encuentra su camino y su vocación en la repetición de la famosa frase, “Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mi pecador”: el peregrino “se hace uno” con esta oración, a través de la respiración y de los latidos del corazón.

 

Es un camino hermoso: cada cual puede encontrar una frase, una jaculatoria, una palabra y repetirla en cuanto pueda y se acuerde: cocinando, limpiando, caminando… y también, obviamente, en los momentos dedicados al silencio y a la oración. Podemos buscar un mantra que nos inspire y repetirlo mentalmente en actitud orante a lo largo del día. Sin duda esta práctica transformará tu vida: probar para creer.

 

Intentemos captar el mensaje central de todo esto, más allá de la forma.  

 

¿Qué significa vivir en un estado de oración constante?

 

En mi camino encontré dos claves: aprender a vivir en la Presencia y aprender a decir que “si” a la vida, en el momento presente.

En realidad, son las dos caras de lo mismo.

Vivir en la Presencia de Dios es reconocer que detrás de todo lo que ocurre y nos ocurre, está el Espíritu: sosteniendo, animando, purificando, iluminando, guiando. Es un aprendizaje que va de la mano de la confianza. Y es esta confianza básica y esencial en la Presencia, la que nos abre los ojos, nos abre el ojo espiritual a través del cual empezamos a reconocer el Espíritu y su obra.

 

Por eso el “si” a la vida. El “si” al momento presente es el “si” al Espíritu. El “si” a la vida, obviamente, no significa que todo esté bien y que no podamos actuar para ir cambiando o creciendo. Es justo lo contrario: el “si” a la vida, nos habilita a conectar con el Espíritu, para que nuestro vivir y nuestro actuar no surjan del ego, sino del mismo Espíritu. Nos convertimos en canales, en cauces del Espíritu. Nos convertimos en el agujero de la flauta por donde sopla el Espíritu.

 

Jesús, con su parábola, nos invita a insistir.

 

Es la insistencia de la viuda que pide justicia al juez injusto y corrupto.

Debemos entender correctamente esta referencia a la insistencia. La insistencia a la cual Jesús se refiere, no es terquedad ni obstinación.

 

La terquedad y obstinación nacen del ego, el cual no quiere aceptar lo que ocurre y lo que es. Es el ego que, en sus caprichos y deseos compulsivos, quiere controlar y manipular la realidad… ese ego que cree saber mejor que el Espíritu lo que conviene y nos conviene.

 

La insistencia, de la viuda de la parábola y de Jesús, es la insistencia de la fidelidad y de la confianza. Son muy reveladoras las palabras de Jesús con las cuales se cierra el texto: “cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?” (18, 8).

 

Es nuestra confianza que necesita insistencia. Necesitamos insistir en la confianza y en la fidelidad a la vida, a lo que es y a lo que somos. Esta insistencia corresponde a la firmeza del ser. Es el “amén” que tiene correlación con la “emuná”, la confianza bíblica. “Emuná” tiene este matiz de soporte, firmeza, expresado en el “amén”: así es.

Es iluminadora la misma etimología de “insistencia”: la palabra insistencia proviene del latín insistentia, que deriva del verbo insistere (“ponerse sobre algo, pararse, presionar o persistir”). Este verbo se compone del prefijo “in” - (“en” o “sobre”) más “sistere” (“ponerse de pie o mantenerse firme”), a su vez de la raíz stare (“estar de pie” o “permanecer”).

 

Insistir significa entonces, ser fiel a uno mismo, confiar radicalmente en la Presencia, entregarse al dinamismo de la Vida.

La insistencia es la firmeza del amor y en el amor. Es la firmeza del ser frente al caos, la firmeza de la quietud frente a la agitación, la firmeza de lo eterno frente al tiempo.

Es la insistencia y per-sistencia de nuestra raíz divina y de querer vivir a partir de esa raíz.

 

 

 

 

 

 

 

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