El capitulo 13 de Mateo es una
recopilación de parábolas. Hoy se nos ofrece la primera. Nuestro texto tiene
tres partes: la parábola original, un intermedio que intenta explicar el
rechazo del mensaje de Jesús, una explicación más extensa de la parábola.
Es muy probable que solo la parábola
original (13, 3-9) sea de Jesús; lo demás serían agregados y comentarios del
evangelista.
El estilo parabólico de Jesús es una
metodología y pedagogía de enseñanza: invita al lector a tomar parte y a dejarse
cuestionar por el relato.
¿Cómo
leer esta parábola?
Tal vez la clave nos viene del texto
intermedio: “Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos,
porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que
ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron” (13, 16-17).
La capacidad de “ver” nos regala la comprensión esencial de esta parábola y de la
vida entera.
Justamente fue la incapacidad de “ver” que el profeta Isaías critica al
pueblo de Israel.
Mateo cita a Isaías para intentar
explicar el rechazo del mensaje de Jesús y de su persona por la religión
oficial: cuando el corazón está cerrado y endurecido es difícil aceptar la
novedad de un mensaje y de una persona.
Abrir el corazón y la mente nos permiten
ver y esta visión es esencial para nuestro caminar.
¿Desde
donde estamos llamados a ver?
¿Qué
necesitamos ver?
Desde la experiencia contemplativa del
silencio, este ver se refiere a la visión interior, la visión desde la esencia
y el ser.
No es la simple visión y comprensión
racional/mental: esta es muy limitada y parcial.
Desde esta comprensión más bien racional,
la parábola del sembrador fue interpretada en clave dualista y moralista.
“Dios” sería un Ser separado que interviene en el mundo desde “afuera”
sembrando su palabra en los corazones y el ser humano – el receptor – debería
ser virtuoso y esforzarse para que esta semilla pueda dar fruto.
Estas desviaciones dualistas y
moralistas llevaron a cierta perversión del mensaje evangélico, cuales la
insistencia sobre el pecado, la culpa, el infantilismo religioso, las
devociones, la alienación de uno mismo. Estas consecuencias las seguimos
padeciendo y, en buena parte, son las causas de la oportuna crisis del
cristianismo y de la iglesia.
Por eso es urgente y necesaria otra y
más profunda visión.
Como dijimos es la visión espiritual,
que la mística expresa como el tercer ojo.
El monje, filosofo y místico cristiano Ricardo
de San Víctor (1110-1173) habla del “tercer ojo” como un camino de conocimiento
que lleva a “una mirada profunda y pura del alma dirigido a las maravillas de la
sabiduría, asociada a un sentido extático de asombro y de admiración.”
Desde esta mirada
humilde y silenciosa, ¿cómo comprender
nuestra parábola?
Tenemos dos vertientes:
por un lado podemos comprender el “terreno bueno” como nuestra esencia, nuestra
verdadera identidad. Desde el descubrimiento y la conexión con nuestra esencia
los frutos en la vida cotidiana brotan solos, casi sin esfuerzo, como un
regalo, como el puro y simple florecer del amor.
Por el otro podemos
comprender “sembrador”, “semilla” y “terreno” como expresión de la misma y
única Vida. Es la Vida que se
despliega y manifiesta de distintas maneras, formas y colores.
Solo hay Vida
desplegándose a sí misma. Nosotros también somos Esa misma y única Vida.
El místico sufí
Rumi resume todo de esta manera: “Cada
uno ve lo invisible en proporción a la claridad de su corazón”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario