El tema central del texto evangélico es
el perdón. Mateo nos presenta el tema del perdón a través de una de las
parábolas más conocidas y de más difícil interpretación.
Todo empieza con la pregunta clave de
Pedro: “¿Cuántas veces tendré que
perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?”
Jesús responde a la pregunta a través de
la parábola, dando antes la clave de lectura de la misma: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.” Es
decir: el perdón tiene que ser total e incondicional.
Propiamente en este punto encontramos
una importante contradicción en la parábola: el rey que había perdonado la
deuda al servidor, viendo su poca compasión con otro compañero, pasa
rápidamente del perdón a la venganza: “lo
entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.”
El rey de la parábola no es ejemplo de
un perdón incondicional y total… ¡no perdonó “hasta setenta veces siete!”
El rey, en el fondo, refleja bastante
bien nuestra condición humana: intentamos perdonar y a veces lo logramos… hasta
un limite.
Siempre nos ponemos unos limites a
nuestra capacidad de perdonar. Tal vez Jesús quiso mostrar que el proceso del
perdón es siempre “in crescendo” y
que es importante reconocer y asumir este proceso y – en muchos casos – asumir
nuestra incapacidad de perdonar radicalmente.
Podemos leer todo el evangelio y el
mensaje cristiano como un aprendizaje del perdón.
Perdonarse a uno mismo y perdonar a los
demás van de la mano y crecen juntos.
No hay uno sin el otro y, si estamos
atentos, la experiencia lo muestra y demuestra con claridad.
Aprender el perdón es tal vez la clave
para una vida serena y fecunda.
Nos recuerda el sacerdote dominico
francés Henry Lacordaire (1802-1861): “¿Quieres
ser feliz un momento. Véngate. ¿Quieres ser feliz siempre? Perdona.”
En la misma línea se sitúa el teólogo
francés Jacques Pohier cuando sugiere que “quién
pretenda curar su herida infligiendo sufrimiento al agresor, se equivoca.”
La parábola del Padre misericordioso en
Lucas 15, 11-32 es un maravilloso icono del perdón. Comentando este texto el
monje italiano Enzo Bianchi nos recuerda algo fundamental: “No es el arrepentimiento el que merece el
perdón, sino el perdón el que causa el arrepentimiento.”
Un individuo, una comunidad y una
sociedad que esperan el arrepentimiento para poder perdonar no comprendieron el
corazón y el poder del perdón y seguirán alimentando una sociedad triste,
amarga y vengativa.
Por eso el psicoanalista italiano
Massimo Recalcati habla del “poder
subversivo del perdón”.
Es el perdón subversivo e inesperado del
Padre misericordioso (Lc 15, 20-23) que transforma al hijo perdido, lo renueva
y le abre el camino a la verdadera filiación y vocación.
Afirma Recalcati: “El regalo del perdón no pide nada a cambio, no responde a ninguna
lógica de intercambio, no reacciona a una simetría. El perdón hace saltar por
los aires toda representación retributiva de la justicia.”
Nos preguntamos entonces:
¿Cuál
es y cuales son las claves de un perdón gratuito e incondicional?
Sin duda la clave principal es la
comprensión. No hay perdón auténtico sin una verdadera comprensión.
¿Qué
tipo de comprensión? ¿Qué hay que comprender?
Comprender que siempre hacemos lo mejor
que podemos y sabemos y los demás hacen lo mejor que pueden y saben en un momento
dato.
Siempre actuamos a partir de un cierto
nivel de conciencia, de la luz que tenemos en el momento.
Esta fundamental comprensión nos
devuelve a la inocencia esencial del ser humano y de la vida misma y nos ancla
a la paz radical.
Empezamos a vernos de manera distinta y
a ver a las personas y a las situaciones de manera distinta.
Esta visión destierra la culpa y abre a
una sana y fecunda responsabilidad.
Esta comprensión/visión
no es prioritariamente racional, sino es una comprensión/visión interior, espiritual, integral. Una comprensión
que surge desde nuestro ser esencial y por eso necesita de silencio y crece
desde el silencio y la soledad.
Es un proceso imprescindible y hermoso
que todos estamos llamados a recorrer y a vivir.
Hasta que comprendamos lo más
revolucionario y fascinante: todo ya está perdonado. No hay nada que perdonar.
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