En este cuarto domingo de cuaresma leemos todo el
capitulo nueve del evangelio de Juan: es el maravilloso relato de la curación
del ciego de nacimiento.
Es un texto riquísimo que nos proporciona muchas e
interesantes pistas de reflexión.
Nos centraremos en algunas.
El tema de la ceguera
es una constante en Jesús y en los evangelios.
Todas las curaciones de ciegos, en su simbolismo, apuntan
a la curación de la ceguera interior y a la apertura del “tercer ojo”, la
visión interior o espiritual.
En la vida espiritual parece que todo es cuestión de
visión, de aprender a ver.
En el versículo final de nuestro texto Jesús dice a los
fariseos: “Si ustedes fueran ciegos, no tendrían
pecado, pero como dicen: “Vemos”, su pecado permanece” (Jn 9, 41).
Estamos todos convencidos de ver, convencidos de saber, convencidos de
tener la razón, todos aferrados a nuestra idea de realidad… esta actitud es
justamente lo que nos impide ver realmente.
El primer paso que nos encamina hacia la visión es el reconocimiento de
nuestra ignorancia: no sabemos.
Es el mensaje central de un maravilloso librito de un anonimo mistico
inglés del XIV siglo llamado “La nube del
no saber”.
Escuchamos a Enrique Martínez:
“Se cuenta que, al ser cuestionada
su teoría heliocéntrica, Galileo pidió al cardenal presidente del consejo que
lo juzgaba que mirara por el telescopio para poder apreciar por sí mismo el
movimiento de los planetas. A tal invitación, el cardenal contestó con tanta
rapidez como vehemencia: “No
necesito mirar por ningún sitio. Yo sé bien cómo son las cosas”. La creencia no indaga, pontifica; no
le interesa la verdad, sino su propia autoafirmación.”
La mente cree
saber y se identifica con ese supuesto saber: desde ahí nacen las
incomprensiones, los fanatismos, los conflictos.
Vivimos de creencias y hacemos de estas creencias una
verdad absoluta. Todo esto nos lleva a la ceguera.
Es la ceguera de los fariseos: “Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el
sábado”
(9, 16); “Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador” (9, 24): creencias que
llevan a la ceguera… están tan aferrados a estas creencias que no logran ver
otra cosa, no pueden captar quien es realmente Jesús ni alegrarse por la
curación del ciego.
Estamos llenos de creencias:
reconocerlas y desenmascararlas es el primer paso hacia una libertad radical.
¡Qué fantastico es estar
libres de creencias!
Cuestionar nuestras creencias es doloroso y requiere
paciencia pero en cuanto empezamos a cuestionarlas se nos abre un mundo nuevo.
Se despierta la visión interior y empezamos a ver desde otro lugar: un lugar
espiritual que no es la mente y está más allá de la mente.
Esta experiencia es una de las cosas más hermosas que nos
pueda ocurrir.
¡No tengamos miedo en cuestionar nuestras creencias! ¡No
tengamos miedo a salir de nuestra zona de confort! ¡No tengamos miedo al juicio
de los demás!
“Yo soy la luz del
mundo” (9, 5) dice Jesús hoy! Es una de las afirmaciones más hermosas del
evangelio.
Esta misma luz vive en nuestro corazón. Es la luz de
nuestra verdadera identidad, es la luz que nos constituye. Es la luz del Amor y
de la Paz que nos habitan.
Acceder a esta luz nos proporciona la visión correcta. La
visión correcta no es nunca mental porque la mente solo puede ver parcialmente
y a través de filtros, prejuicios, interpretaciones.
La visión correcta surge desde nuestro centro, más allá de la mente. Por eso es
esencial silenciar la mente y conectar con este centro. “Centro” que, en la tradición cristiana occidental, bien
podemos llamar corazón.
¿Qué ocurre cuando empezamos a
ver desde ahí?
Surgen la libertad y la experiencia. Surge conciencia. La
mente se aquieta y se convierte en servidora de la conciencia, servidora de la
luz.
Entonces seremos fieles a la vida real, fieles a lo que
nos hace humanos. La supuesta veracidad o oportunidad de una creencia se
verifica en la Vida. La Vida es la única y mejor maestra.
Como dice el monje vietnamita Thich Nhat
Hanh:
“No creas nada, ni
siquiera en lo que te digo! Respondió el Buda. Aunque sea una enseñanza
antigua, aunque sea enseñado por un profesor altamente venerado. Deberías usar
tu inteligencia y mente crítica para examinar cuidadosamente todo lo que ves o
escucha. Y luego poner la enseñanza en práctica para ver si ayuda a liberarte
de tu sufrimiento y de tus dificultades. Si sucede, puedes creerlo.”
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