En este tercer domingo de Adviento se
nos presenta un texto del primer capitulo del evangelista Juan que va en
continuidad con el evangelio de Marcos del domingo pasado.
Sigue apareciendo la figura de Juan
Bautista.
En nuestro texto el evangelista se refiere
a Juan el Bautista como “testigo de la
luz.”
Me parece una hermosa expresión y
definición para todos nosotros, para todos los que nos llamamos cristianos y
para cada ser humano.
Somos “testigos de la luz”.
La luz es uno de los símbolos más
potentes y universales del camino espiritual.
La luz expresa especialmente la
conciencia y su nivel de comprensión de lo real. La luz se asocia a la visión y
la lucidez.
Por eso que es un símbolo muy apropiado
para la divinidad: Dios es luz; pleno conocimiento, plena comprensión.
Jesús se define a sí mismo como luz: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8, 12).
Afirma también muy bellamente la primera
carta de Juan (1 Juan 1, 5-7):
“Dios
es luz, y en él no hay tinieblas.
Si
decimos que estamos en comunión con él
y
caminamos en las tinieblas,
mentimos
y no procedemos conforme a la verdad.
Pero
si caminamos en la luz,
como
él mismo está en la luz,
estamos
en comunión unos con otros,
y
la sangre de su Hijo Jesús
nos
purifica de todo pecado.”
¿Qué significa entonces ser “testigo de
la luz”?
En primer lugar darse cuenta que esa luz
no está “afuera”, sino que es la luz que somos, que nos constituye.
Como afirma la carta de Juan: “caminamos en la luz”.
Toda la vertiente mística de todas las
tradiciones nos advierte: no busquen afuera lo que está adentro.
Podemos resumir la experiencia mística
de esta forma: somos luz que ve la luz.
La física cuántica está confirmando
científicamente lo que los místicos ya vislumbraron: todo es luz.
La mística y monja benedictina medieval
Hildegarda de Bingen (1098-1179) es un reflejo y un testimonio maravilloso de
este Misterio de Luz.
Escribe Hildegarda:
“Desde
que era niña […], y todavía hoy, he experimentado siempre en mi interior la
fuerza y el misterio de esas secretas y misteriosas facultades de visión. En el
tercer año de mi vida vi una luz tan intensa que hizo temblar mi alma, pero
como todavía era demasiado pequeña, no la podía expresar.”
Y en otro lugar afirma:
“Digo
pues que la luz que veo no está localizada, pero es mucho más brillante que una
nube que lleva en sí al sol, y yo no soy capaz de considerar en ella su altura
ni su longitud ni su anchura: la llamo sombra de la Luz Viviente, y así como el
sol, la luna y las estrellas se reflejan en el agua, así en esa Luz resplandecen
para mí las Escrituras, los sermones, las virtudes y algunas obras hechas por
los hombres.”
Hildegarda se refiere al Misterio divino
como a la “Luz Viviente”.
En esta Luz vive y esta Luz anuncia a
través de una vida excepcional y polifacética: mística, música, escritora,
botánica, medico, misionera, predicadora, abadesa.
La clave del camino espiritual está en
descubrirse luz. Como Jesús y como todos los que se atrevieron a poner todo en
juego.
Jesús nos reveló lo que somos, pero
tenemos miedo a nuestra misma luz.
Javier Melloni lo afirma así: “Jesús es plenamente Dios y hombre, y eso es
lo que somos todos. El pecado del cristianismo es el miedo; no nos atrevemos a
reconocernos en lo que Jesús nos dijo que éramos.”
A nivel más psicológico es lo que afirma
Abraham Maslow (1908-1970): “La gente no
le tiene miedo al fracaso, le tiene miedo al éxito, a su mejor versión.”
Las cumbres de la experiencia espiritual
son para los que entregan todo y se vuelven “nada”.
Como dice San Juan de la Cruz:
“Para
venir a gustarlo todo,
no
quieras tener gusto en nada.
Para
venir a saberlo todo,
no
quieras saber algo en nada.
Para
venir a poseerlo todo,
no
quieras poseer algo en nada.
Para
venir a serlo todo,
no
quieras ser algo en nada.”
Somos luz, estamos en camino hacia la
luz y todo lo que vemos es luz o esconde luz.
Terminamos con una hermosa cita del
Maestro Eckhart:
“Hay
una chispa dentro de nosotros que conoce a Dios - una luz interior, más allá de
todo tipo de conocimiento y sentimiento -. Es una chispa que es una con Dios, y
cuando nos permitimos estar vivos a esta luz, llegamos a un desierto tranquilo,
donde todo es uno, es Dios, soy yo.”
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