sábado, 3 de abril de 2021

Marcos 16, 1-8. ¡Todo es bendición: ¡Feliz Pascua!

 


 

Domingo de ramos: decidimos salir por las calles para bendecir los ramos y dar un signo de cercanía a toda nuestra gente, especialmente a los ancianos, tal vez la franja más afectada por la pandemia y las restricciones.

Me subo en la caja de la camioneta. Conduce una catequista. Me acompaña Germán, un niño de la catequesis de 8 años. Germán me sostiene la jarra con agua mientras yo voy bendiciendo los ramos a la gente que se arrima sonriendo.

Después de un rato Germán me pide si puede bendecir también él. “Por supuesto” le digo. ¿Qué más lindo de una bendición de un niño? A la primera se olvida del “Hijo”, después engancha perfectamente.

Se apasiona Germán y quiere bendecir todo: los perros que nos persiguen, la camioneta, la piscina municipal.

Bendecimos todo. Así arrancó mi Semana Santa.

 

Hoy es Pascua y la experiencia con Germán ilumina este día tan especial en un año – por segunda vez – tan especial también.

 

El domingo de ramos, juntos a Germán, bendecimos todo. En realidad todo está ya bendecido y todo es bendición.

Se extiende la bendición del domingo pasado hasta hoy, domingo de Pascua.

Es una bendición que, simbólicamente, recorre la historia humana, colectiva e individualmente.

La Pascua nos da la clave de lectura de la creación y de la historia: la bendición de Dios.

 

Las mujeres que van al sepulcro al amanecer del domingo están preocupadas por la gran piedra que cierra el sepulcro.

 

Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida” (16, 4).

 

Este es el gran anuncio pascual: ¡el sepulcro está abierto!

La piedra en realidad nunca estuvo. Los sepulcros de nuestras existencias siempre están abiertos, siempre bendecidos, siempre florecidos. ¡Florecen los sepulcros!

Es nuestra ceguera que ve piedras por todos lados.

Al mirar”, dice el texto: cuando miramos bien, cuando el amor ilumina la mirada, solo vemos sepulcros abiertos. Solo vemos Vida.

 

Cuando miramos bien, logramos ver la primavera que late en cada invierno y la vida que late en cada muerte.

 

Todo es bendición y todo está bendecido cuando aprendemos a ver.

La Pascua puede modificar nuestra percepción. Este es el gran regalo del Resucitado.

El Espíritu del Viviente nos regala su percepción y su visión.

Todo vive, todo es vida. La historia es historia de la Vida de Dios que se manifiesta, expresa y revela en nuestro universo y nuestra humanidad.

Leer la historia desde el sepulcro abierto es nuestra tarea y nuestra vocación.

La resurrección nos dice quienes somos: Vida.

Vivir desde la luz de la resurrección se convierte en una bendición constante.

Bendecidos por la Vida, podemos bendecir.

¡Feliz Pascua! ¡Feliz bendición!

 

 

 

 

 

 

 

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