sábado, 19 de octubre de 2024

Marcos 10, 35-45


 

 

El mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”: este es el versículo que cierra nuestro texto de hoy. Es el versículo que resume la visión teológica de Marcos y su gran mensaje: ¡Jesús es un servidor! ¡Dios es un servidor!

 

Podríamos cerrar desde ya este comentario: sería más que suficiente este impactante y extraordinario mensaje, que revoluciona nuestra visión sobre Dios y nuestros conceptos.

 

La pregunta que Jesús hace a Santiago y a Juan, nos la hace también a nosotros hoy: “¿Qué quieren que haga por ustedes?”.

 

Tú: ¿Qué quieres de Dios?, ¿Qué buscas de él?

 

La pregunta de Jesús escarba en nuestro deseo. Es imprescindible, esencial y fundamental escarbar en el deseo.

 

Santiago y Juan desean un puesto especial, desean honores, aplausos, gloria. La historia se repite, porque es la historia de nuestra humanidad herida y de nuestro ego descontrolado.

 

En Santiago y Juan, me parece escuchar a la clase política mundial actual.

 

¿Dónde quedó el sentido puro y sincero de la política como servicio?

¿Dónde quedaron los políticos que entregaban su vida y sus bienes para su gente?

 

Prácticamente todos, o casi todos, los que entran en política ven engrosarse su cuenta bancaria, su lista de seguidores, su apariencia pública, sus honores y sus privilegios… en algunos países, los privilegios de los parlamentarios, son escandalosos.

 

Lo mismo puede ocurrir, más lamentable aún, en el seno de la iglesia o de las religiones en general.

 

Por eso la pregunta de Jesús – “¿Qué quieren que haga por ustedes?” – es clave, porque va a purificar el deseo y la búsqueda, nos pone delante de nuestra propia verdad y nos invita a profundizar en el deseo.

 

Marcos, artista literario, usa como siempre el recurso de la contraposición: contrapone la actitud de los discípulos a la del maestro; los discípulos buscan honores y gloria y Jesús busca el servicio.

 

Jesús vino para servir y entregar la vida. Jesús vino a revelarnos – como cada auténtico maestro – la profundidad del Misterio divino.

 

Jesús está a servicio de la luz, a servicio de la revelación de la luz.

Jesús es un servidor de la luz. Y nos invita a seguir su camino: ¡servidores de la luz!

 

Estamos acá, en primer lugar, como revelación de la luz y para revelar más luz a través de nuestras vidas.

Cada cual, en su espléndida unicidad, revela algo de la divinidad. Como decía Santa Hildegarda de Bingen: “somos chispas de la divinidad”, chispas de luz.

 

Nuestra vida, entonces, está a servicio de la luz que somos y que nos habita y que se quiere revelar en cada cual, de manera única y original.

Nuestro deseo esencial tiene que llegar a esta profundidad. Todos los demás deseos son expresión de este único deseo. A menudo los deseos superficiales son tomados por el ego que los absolutiza y nos hace perder en el camino… y los deseos, en lugar de llevarnos al deseo esencial, se estancan en la superficie, nos enredan y nos confunden.

 

Desde el servicio de la luz, podemos comprender y vivir en plenitud todos los demás aspectos del servicio: el servicio material y concreto, la entrega de nuestra vida para el bien de nuestros hermanos, la entrega amorosa de nuestro tiempo y de nuestros talentos.

 

Si no nos enraizamos en el deseo esencial y en el servicio de la luz, es muy fácil perdernos en la superficialidad o la exterioridad y caer en las trampas del ego.

 

Somos servidores de la luz.

La luz ilumina por sí sola, porque es su esencia iluminar.

El cristiano ilumina porque es hijo de la luz, porque es de Cristo.

El ser humano en general ilumina, cuando vive enraizado en su auténtica humanidad.

 

Seamos la luz que somos.

Seamos el amor que somos.

El servicio brotará puro y alegre desde ahí.

 

Somos servidores de la luz, Maestro Jesús.

Tu luz nos atrapó y queremos vivir como tú.

Queremos revelar la luz y extraer luz de este mundo, con frecuencia muy oscuro.

Queremos aprender a descubrir la luz que habita la tiniebla y que duerme en la noche.

Somos servidores de tu luz, oh Cristo luminoso.

Somos servidores de la luz de tu Transfiguración y de tu Resurrección.

Somos servidores de la luz del Espíritu de Pentecostés.

La luz nos enamoró y nos atrapó.

Tu luz nos amarró por completo y solo vivimos para desparramar luz.

Inúndame con tu luz, oh Diamante Cristalino.

Tu transparencia es la nuestra.

Tu luz es la nuestra, es lo que somos.

Servidores de la luz: ¡esto nos basta! Esto lo es todo.

 

 

 

 

 

 

 

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