Duerme la luz,
amarrada en instintos y deseos.
Duerme oculta en lo profundo,
y la ternura la custodia y amamanta.
Duerme ahí, sola e infinita,
donde irrumpe la vida aconteciendo.
Duerme y vive,
Luz Viviente,
esperando un látigo o un suspiro.
¡Despierta! Oh Luz bonita
que me habitas;
brote y germen,
semilla divina.
Aquieta la inquietud
y aclara la visión,
Luz que me engendraste
y que alimentas mi sentir.
Lentamente el silencio
me conduce - bendita lentitud -,
donde la luz descansa,
ahogada en lágrimas.
Lento y atento
sigo las invisibles huellas.
Me aferra lo desconocido;
y el miedo agazapado mira,
sangrientos mirar.
Habrá que mirar a los ojos,
los miedos y la muerte
y será la luz mi compañera y amiga.
Calma es este dios rebelde
que susurra, atado en brumas,
los ecos de la tierra;
y se mueve, ¡amor ardiente!
anclado en la durmiente luz.
Perenne es esta Calma luminosa:
Mi Casa. Nuestra Casa.
Hay que detenerse
para despertar a la luz. Una y otra vez.
Hay que detenerse para salvar el mundo
emparchar de sonrisas el dolor,
y no pertenecerse.
Hay que detenerse para que florezca la belleza,
calma primavera de colores,
donde la luz, por fin libre,
suelta látigos de vida pura.
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