En el texto de hoy, el evangelista Marcos nos ofrece unas indicaciones para la misión y la evangelización.
El sentido teológico y práctico de la misión evolucionó a lo largo de los siglos: las formas van cambiando, la comprensión de la iglesia va cambiando y el Espíritu nos conduce a niveles de consciencia más profundos e integrales.
¿Qué se entiende por misión?
¿Qué se entiende por evangelización?
Son dimensiones y conceptos siempre sujetos a revisión.
En la bula Unam Sanctam del Papa Bonifacio VIII en el año 1302, por ejemplo, se plasmó la famosa sentencia: “Extra ecclesiam nulla salus”, “Afuera de la iglesia no hay salvación”.
Hoy en día esta definición dogmática ya no tiene cabida y a mi parecer – si debo ser totalmente sincero –, me parece hasta absurda y contraria al espíritu evangélico.
Actualmente, el Espíritu, nos llevó y nos está llevando, a otro nivel de comprensión. Por suerte.
La iglesia comprendió, revisó y ajustó el tiro, aunque, como siempre, las posturas son muy distintas.
Creo que es esencial re-comprender el sentido y el significado de la misión, de la evangelización y de la salvación: según nuestra comprensión, será nuestro actuar.
Volver al evangelio y leerlo desde la humildad y la apertura al Espíritu, nos dará claves esenciales y pistas concretas.
En nuestro texto se nos regalan, justamente, extraordinarias pistas: el desprendimiento, la libertad y la conversión.
Marcos pone en los labios del maestro palabras fuertes: “les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas” (6, 8-9).
Obviamente tenemos que ir más allá de la metáfora, para comprender cabal y profundamente el significado de estas palabras.
Vivir el evangelio es vivir desde un amor libre, desapegado y desprendido. El evangelio y una sana espiritualidad, no nos invitan a un rechazo de las cosas y de los bienes, ya que todo es don de Dios. Jesús nos invita a vivir desde la libertad y a usar los bienes y las cosas como un medio y no como un fin. Afirma Pablo en la primera carta a los corintios: “Todo está permitido, pero no todo es conveniente. Todo está permitido, pero no todo es edificante.” (10, 23).
Podemos vislumbrar unos de los sentidos más genuinos de la evangelización propio en este aspecto: una vida libre, una vida vivida desde el desprendimiento del amor.
Otra vez Pablo nos viene en ayuda: “El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá” (1 Cor 13, 7-8).
Cuando vivimos un amor libre y desapegado, cuando usamos las cosas y los bienes a servicio del amor, entramos en un estado de irradiación: se transmite la luz por si sola.
Irradiar: tal vez una de las palabras más hermosas para comprender el sentido más genuino y profundo de la misión.
La luz se irradia por si sola: casi no necesitamos palabras.
Una vez Gandhi dijo a un grupo de misioneros cristianos: “Ustedes hablan demasiado. Miren la rosa. Ella también tiene un evangelio que predicar. Lo hace en silencio, pero de forma eficaz, y la gente se le acerca con alegría. Imiten a la rosa.”
También es muy conocida una frase atribuida a San Francisco: “Predica el Evangelio en todo momento y, si es necesario, usa las palabras.”
Cuando vivimos en el amor y en la luz, estamos viviendo lo que Dios es, lo que Jesús nos enseñó, estamos siendo Presencia: no se necesita más. Cuando somos amor, ¿falta algo?
Desde esta profundidad podemos comprender mejor la invitación a la conversión: “fueron a predicar, exhortando a la conversión.” (6, 12).
El termino conversión viene del griego metanoia que, etimológicamente significa: “más allá de la mente”. La verdadera conversión consiste en ir más allá de la mente, de la manera chata y superficial de ver la realidad. La conversión consiste en aprender a ver desde otro lugar. Es la visión espiritual que, paulatinamente, nos permite darnos cuenta de la Presencia de Dios en todo y en todos: todo momento, toda persona, toda circunstancia y experiencia.
Si vemos a Dios en todo, estamos viendo la luz en todo. Si vemos a Dios en todo, estamos viendo el amor en todo.
Si solo vemos luz y amor: ¿Qué podremos hacer? ¿Qué surgirá espontaneo de nuestro corazón?
Entonces, viviremos enamorados.
Entonces, viviremos apasionados.
Entonces, viviremos transfigurados.
Entonces, y solo entonces, habremos comprendido lo que es la misión y la evangelización: ser, vivir lo que somos, ser lo que anunciamos.
No tanto seguir a Jesús, sino serlo.
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