Nada más hermoso que vivir y vivirse
desde el fundamento. Es la doctrina suprema, si se puede hablar de “doctrina”.
Es la enseñanza esencial. Es ahí donde sopla el Espíritu.
Todas nuestras experiencias humanas – desde las más sencillas y cotidianas hasta
las más estremecedoras y contundentes – son las herramientas que la Vida utiliza
para llevarnos al fundamento.
El fundamento existe, se lo puedo
asegurar. Lo que ocurre es que es un fundamento tan sólido y tan eterno que es
invisible. Tendría que parecer hasta lógico: todo lo que vemos, tocamos,
imaginamos, soñamos tiene una consistencia más o menos frágil.
¿Cómo
puede ser fundamento lo que es frágil y pasajero?
El fundamento invisible es eterno e
indestructible. Todos, absolutamente todos los maestros espirituales de todas
las tradiciones de la humanidad encontraron el fundamento y con sus vidas y
enseñanzas nos invitan a recorrer nuestro propio camino para encontrarlo.
En realidad no hay que encontrarlo: en este punto arranca el
problema.
Problema insoluble para la mente
racional. Problema inexistente para la mente intuitiva.
El fundamento no hay que encontrarlo
porque es, justamente, fundamento. Sin fundamento no existiría nada y nada
podríamos experimentar.
Todo lo que vivimos y experimentamos lo
vivimos y lo experimentamos porque surge del fundamento y se sostiene en el
fundamento.
El fundamento es la roca de la casa
evangélica (Mt 7, 25).
¿Fundamento
de que?
Fundamento del Ser. Estamos viviendo,
estamos existiendo, estamos siendo; más allá de todo eso, está el fundamento
invisible del Ser. Fundamento que permite y sostiene la misma experiencia del
vivir y de ser.
Todo lo que vivimos y experimentamos
tiene la sola función de guiarnos a este fundamento en el cual estamos y desde el cual somos.
“En él vivimos, nos movemos y existimos” dice San Pablo (Hec 17,
28).
“¿Por qué debo buscarlo? Soy el mismo, soy como él. Su esencia habla a
través de mí ¡Me he estado buscando!”, afirma Rumi.
El fundamento del Ser es nuestra raíz
vital, es el aliento del Espíritu que se esconde en nuestro respirar biológico.
El fundamento del Ser lo contiene todo y
todo lo sostiene.
¿Dónde
está este fundamento y como encontrar lo que no puede ser encontrado?
Vive en un profundo silencio. Un
silencio que no es ausencia de palabras. Es un silencio fecundo, alegre,
sereno. Es el silencio creativo y creador. No se puede crear desde el ruido.
El Silencio explica bien esta dimensión
paradójica del fundamento: el
Silencio no puede ser encontrado porque no hay lugar ni momento donde no esté.
Simple y trágicamente no nos percatamos de su Presencia. El “encontrar” es
entonces una manera de decir: “caí en la
cuenta”, “me di cuenta de que siempre
estuvo y está”.
El fundamento está más allá de nuestras
mentes inquietas y nuestros vaivenes emocionales. Mentes inquietas y vaivenes
emocionales que también surgen del fundamento del Ser, porque también ellos –
de cierta manera – son.
El conflicto y lo conflictivo radica en
que vivimos desconectados de nuestro fundamento y así mentes inquietas y
vaivenes emocionales acaparran toda la energía y la atención y se vuelven independientes,
creyéndose fundamento. Es la suprema
ilusión, todavía preponderante en esta etapa evolutiva de la humanidad.
Salir de la ilusión y anclarse al
fundamento, vivirse desde el fundamento es la tarea esencial, diría única.
¿En
dónde radica la belleza indestructible del fundamento del Ser?
Radica en la posibilidad que nos ofrece
de experimentar y vivir la vida en plenitud y totalidad desde un punto estable,
firme, seguro.
Radicados y enraizados en el fundamento
invisible del Ser podemos permitirnos experimentar todas las experiencias que
la vida nos regala. Desde este punto decimos que “si” a los estados mentales y
a los vaivenes emocionales.
Aceptamos y permitimos todo lo que nos
ocurre, “adentro” y “afuera”.
Aceptación que se traduce en amor: amamos
todo. Amamos nuestra alegría y nuestra tristeza, nuestros enojos y nuestros
miedos, nuestra agitación mental y nuestros pensamientos absurdos, amamos el
placer y el dolor.
Amar algo es salir de la esclavitud. Ya
no somos esclavos de la mente inquieta y las emociones. Nos convertimos en
amantes.
Y de repente ocurre el milagro: la vida
se torna de una belleza inimaginable. Todo se calma, todo vuelve al orden.
Reina la paz.
Estamos viviendo, estamos permitiendo
que la vida se exprese a través de nosotros en su totalidad.
Desde el fundamento del Ser podemos
apreciar la pura belleza de la vida.
El fundamento del Ser es como un ancla
segura desde donde experimentamos la totalidad de la vida. Es el punto firme
desde el cual contemplamos los infinitos colores y matices de la existencia.
Anclados en este punto descubriremos que todo es amor, porque todo está
surgiendo desde ese mismo punto en el cual nos encontramos y que también somos.
El fundamento del Ser expresa a la vez
esta doble dimensión: pura gratuidad y puro ser.
En otras palabras: es lo que somos pero
esto que somos es totalmente regalado. El regalo del ser sigue siendo regalo y simultáneamente
lo poseemos en plenitud.
Es la paradoja tremenda y central de la
vida.
Desde este fundamento silencioso surge
el asombro. El ojo interior se purifica y empezamos a ver lo real, más allá de
las apariencias. Asoma la luz. Todo se transfigura y más allá de las formas
logramos percibir el Ser que les da aliento y las sostiene en la existencia. Percibimos
la belleza adentro de cada cosa y realidad. Vemos luz adentro de la sombra,
amor adentro del mismo odio, paz adentro del conflicto.
Oímos la música del universo y sus melodías.
Todo cobra una secreta armonía que nuestros ojos descubren. Reina el silencio y
la poesía. Reina la sonrisa eterna de un Dios niño. Todo está en su justo lugar
en el momento correcto. Brota una paz inextinguible.
Esta es la belleza indescriptible del
fundamento. Belleza que no se puede decir. Demasiada belleza para nuestro
lenguaje y nuestros ojos. Silencio. Amén.
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