“El viento sopla donde quiere:
tú
oyes su voz,
pero
no sabes de dónde viene ni adónde va.
Lo
mismo sucede
con
todo el que ha nacido del Espíritu” (Jn 3, 8).
Este versículo del evangelio de Juan me
está acompañando muy fuertemente desde hace un buen tiempo.
Dejarse conducir por el Espíritu es la
experiencia más importante y más hermosa de la vida. El Espíritu es el Amor que
vive en nuestra intimidad más íntima y que nos constituye como personas y como
expresión única y original de lo divino.
La conexión con el Espíritu se da
plenamente desde el Silencio interior.
Por eso estoy convencido que la
experiencia del Silencio es la clave para una vida plena conducida por el
Espíritu.
Este mismo Espíritu me lleva al Silencio
y a una pausa en mi camino.
Concretamente: el 27 de diciembre saldré
para Europa y regresaré al Uruguay el 28 de abril.
El mes de enero lo transcurriré en un
Monasterio cerca de Poitiers, una
ciudad de Francia a 350 km al sur oeste de París y febrero en un centro de
espiritualidad en Manresa, cerca de
Barcelona, España.
Marzo y abril serán, en cambio, meses de
vacaciones y descanso junto a mi familia en Milán, Italia. Podré así acompañar
a mis padres en sus bodas de oro, el 4 de abril.
¿Por
qué el Espíritu me conduce por este camino?
Después de 25 años de consagración
oblata y de 20 años de sacerdocio siento necesaria una pausa y un descanso.
¿Para
qué?
No lo sé exactamente y no me preocupa.
Será lo que tiene que ser, sin duda. Confío y estoy abierto al Espíritu.
Lo que tengo claro es que mi vida de
consagrado y sacerdote tiene un doble eje: el silencio y la cercanía a la
gente.
Sé que mi existir va en este sentido:
compartir el don de la meditación y el silencio.
Estoy profundamente agradecido, con todo
y con todos. También con aquellos que no comparten mi camino y mi visión.
Gracias a cada cual por el camino
recorrido juntos. Gracias a cada cual por su amistad y afecto.
Sin duda serán 4 meses intensos. Sin
duda extrañare a mi querido Uruguay, a la gente, al cariño de los niños y sus
sonrisas, a mis recorridas por las rutas uruguayas, a tantas familias de las
cuales me siento parte, a muchísimas y maravillosas amistades.
Lo expreso con certeza: cada cual es
único y especial. Es el milagro del Amor, tremendamente universal e íntimo a la
vez.
Confío en su oración y cercanía. Nos
encontramos y encontraremos en el silencio del corazón, donde espacio y tiempo
se disuelven.
Gracias. Paz. En el único Amor.
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