“Dios mío, haz que para mí brille tu
rostro en la vida del otro. Esta luz irresistible de tus ojos, encendida en el
fondo de las cosas, me ha lanzado ya sobre todo trabajo factible, sobre todo
dolor a experimentar. Dame, sobre todo, que pueda descubrirte en lo más íntimo,
en lo más perfecto, en lo más profundo del alma de mis hermanos.
El don que me reclamas para estos hermanos
– el único don que mi corazón es capaz – no es la ternura colmada de estos
afectos privilegiados que dispones en nuestras vidas como el factor creado más
recio de nuestro crecimiento interior, es algo menos dulce, pero tan real y aún
más fuerte. Entre los hombres y yo quieres que, con ayuda de tu eucaristía,
aparezca la atracción fundamental (ya oscuramente presentida por todo amor, en
cuanto es fuerte) que misteriosamente convierte la miríada de la criaturas
razonables en una especie de mónada única en ti, Jesucristo.”
Teilhard
de Chardin
Desde el silencio del Monasterio de
Bonnevaux (Poitiers, Francia) quiero compartir con ustedes este texto de
Teilhard de Chardin y una breve y poética reflexión/oración.
La Luz nos llama. Es la “luz
irresistible” de los ojos del Amor. Se oculta, esta irresistible Luz, en el
corazón de cada cosa, persona, acontecimiento. Se oculta, humilde y silenciosa,
porque nuestra carne no podría soportar su luminosidad. Se oculta y bellísima
se revela en los colores del Universo, de la naturaleza, de las emociones, de
los rostros de cada ser humano. Se revela reflejándose
esta única Luz, de la cual estamos hechos. Estando atentos a sus reflejos
podemos dejarnos inundar e iluminar.
No te puedo nombrar, Silenciosa Luz, y aunque a veces te diga
“Tú”, te percibo y te siento como mi misma raíz.
La Luz nos llama a despertar. La
humanidad le tiene miedo a la luz y a menudo prefiere la seguridad de lo oscuro
a la novedad de lo luminoso.
¡Despertemos a la luz para despertar a
la humanidad! Si uno despierta, todos despiertan. Es el Misterio de la Mónada
única, Jesucristo. Estamos hechos de ti, Oh Cristo luminoso. La Luz que tú eres
es la Luz que somos. Amanece en el corazón esta única Luz y pide silencio y
pide atención. Lejos del ruido del pensar y lejos del “yo” florece la Luz y se hace
carne en tu vivir y en tu sentir.
Ya no hay lugar para el miedo, ya no hay
apuro ni ansiedad.
Solo una Silenciosa Luz que todo lo ilumina y en todo se refleja.
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