La liturgia nos invita hoy a celebrar el
bautismo de Jesús. El relato de Mateo es sobrio y escueto pero nos proporciona
elementos muy interesantes para nuestra reflexión.
En el trasfondo del texto está reflejada
la tensión de las primeras comunidades en cuanto a las figuras de Juan y de
Jesús: ¿quién es el más grande? Mateo, con el bautismo, resuelve la tensión a
favor de Jesús: es él el enviado.
Al comenzar subrayamos la actitud
humilde y abierta de Jesús que busca a Juan para que lo bautice. Mateo pone en
boca de Juan estas lindas palabras: “¡eres tú el que viene a mi encuentro!” (3,
14).
Jesús no se deja embretar
por roles y estructuras, sino que siempre va al encuentro. Jesús es el hombre
libre que encuentra y se deja encontrar.
Qué lindo e importante
llamado para los cristianos y la iglesia en estos tiempos: crecer en la cultura del encuentro. Encontrarse gratuitamente
vale la pena y siempre es fuente de humanización. Hay que buscar escusas para
encontrarse y compartir, para conocerse y escucharse. Dejar a un lado los roles
y los titulos para simplemente encontrarse. Tal vez descubrimos aquí el por qué
Jesús quiso bautizarse con Juan: quiso encontrarlo, agradecerle, aprender de
él.
Desde el encuentro gratuito
surge la luz. Se abren los cielos y se oye la voz: “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”
(3, 17).
Sin duda fue una experiencia
clave en la vida del Maestro y muchos autores hablan de iluminación. Jesús ve lucidamente su identidad y su misión: se percibe
como hijo amado, Uno con el Padre. Desde este momento comenzará su vida publica
y misionera.
El lenguaje simbolico usado
por Mateo – cielos abiertos, paloma y voz
del cielo – quiere expresar una teofanía
(manifestación) de Dios que acontece en el corazón de Jesús.
Jesús se comprende en su
identidad más profunda y desde esta comprensión comienza a descubrir su misión.
A eso estamos todos
llamados. Hasta que no descubramos y conectemos con nuestra identidad más profunda
viviremos la vida “a media”, siempre con altibajos y zarandeados por las
emociones y los acontecimientos. Solo la conexión con nuestro ser auténtico nos
proporciona estabilidad y verdadera libertad.
Para nuestro caminar podemos
tomar inspiración del percorso que sugiere Mateo en nuestro texto: encuentro,
iluminación, misión.
Generar verdaderos encuentros siempre es transformador y la
gratuidad del encuentro – entre nosotros y con Dios – nos puede llevar a la iluminación: palparemos nuestra esencia
eterna, la raíz del ser, el amor que somos. Desde ahí vislumbraremos con más
claridad nuestra propia y original misión:
¿para que he venido a este mundo? ¿Cuál es mi aporte único al Universo?
Todo esto – no hay que
perderlo de vista – se reviste de gratuidad. Todo surge de la gratuidad, y desde
la gratuidad hay que vivirlo. Cualquier esfuerzo que olvide la gratuidad nos
llevará afuera de camino y a regresar a nuestra vida “a media”, en blanco y
negro.
Si vivimos este recorrido – encuentro, iluminación, misión – a
partir de la gratuidad, la existencia explotará en mil colores.
¡Buen camino!
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