sábado, 12 de octubre de 2024

Marcos 10, 17-27


 

Sólo Dios es bueno”: Jesús nos sorprende con esta afirmación tan fuerte y contundente.

 

¿Solo Dios es bueno? ¿Qué quiere decirnos Jesús?

¿Quién no tiene experiencia de encontrarse con gente buena?

 

Yo, bendito sea Dios, estoy rodeado de bondad y de gente buena … y con frecuencia me asombro y me conmuevo.

 

El texto de hoy, muy conocido, nos relata el encuentro de un hombre rico que manifiesta a Jesús su deseo de seguirle y la consiguiente frustración del deseo, por el apego a su riqueza.

 

El hombre se dirige a Jesús como “maestro bueno” y es ahí, donde Jesús rechaza el cumplido: “¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno” (10, 18).

 

Podemos ahondar en el tema, desde dos niveles de profundidad.

 

En un primer nivel la respuesta de Jesús, “solo Dios es bueno”, va en la línea de la raíz o de la fuente. La raíz de toda bondad está en Dios. Toda bondad encuentra en Dios su origen y su manantial. Dios, Bondad Absoluta, nos hace participar de su bondad y nos regala la posibilidad de manifestar esta bondad en nuestra existencia. Podemos ver en todo esto la acción del Espíritu, como afirmará San Pablo en la carta a los gálatas: “el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia.” (5, 22-23).

 

Estamos entonces invitados a redescubrir nuestra raíz y volver siempre a la fuente. Como nos invita el poeta Rilke: “Dios se encuentra en las raíces.

 

En un nivel de profundidad mayor, entramos en la pura mística y la pura consciencia. Entramos en el “Ein od milvadó” de la cabala hebrea: “no hay nada afuera de Él”.

Encontramos esta expresión en el libro del Deuteronomio: “A ti se te hicieron ver todas estas cosas, para que sepas que el Señor es Dios, y que no hay nada afuera de él” (4, 35).

 

En su sentido más profundo la expresión “Ein od milvadó” no quiere decir que “no hay otros dioses” afuera del verdadero Dios, sino es la expresión más radical, bella y profunda del monoteísmo: solo hay Dios, el Uno y Único. Solo hay Dios que se revela y manifiesta en infinitas formas. La consecuencia lógica y natural es que cae el sentido de separación y de fragmentación: no hay nada separado de nada, todo está interconectado en este Uno radical y todo lo que existe se sostiene desde Él, en Él, por Él.

 

La expresión de Jesús “solo Dios es bueno” revela entonces su consciencia mística que veremos reflejada en el “Yo Soy” del evangelio de Juan: “Los judíos le dijeron: «Todavía no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham?». Jesús respondió: «Les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy» (8, 57-58).

 

Cuando Jesús nos dice que “solo Dios es bueno” y cuando dice “Yo Soy”, debemos entender que no está hablando el individuo concreto e histórico de Jesús de Nazaret, sino está hablando – para usar una terminología cristiana – el logos eterno. Está hablando la Consciencia Única y Universal, el Espíritu Creador. Está hablando lo Uno y Único, a través de los labios del maestro de Nazaret.

 

Es la experiencia cumbre de toda mística, experiencia que recorre los mundos, la historia, las épocas y las culturas. Es la experiencia más bella y estremecedora que un ser humano pueda vivir.

Los testimonios son innumerables.

 

Les comparto tres: un testimonio judío, uno musulmán y uno cristiano.

 

Menajem Mendel de Kotzk (1787-1859):

Aquel que no ve a Dios en todo lugar, no lo ve en ningún lugar.

 

Rumi (1207-1273):

“No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco al alma del Amado.

He desechado la dualidad, he visto que los dos mundos son uno;

Uno busco, Uno conozco, Uno veo, Uno llamo.”

 

Juan de la Cruz (1542-1591):

“Míos son los cielos y mía la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues, ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti... Sal fuera y gloríate en tu gloria, escóndete en ella y goza, y alcanzarás las peticiones de tu corazón.”

 

También nosotros estamos llamados a vivir esta experiencia transformadora. Es lo que somos, es lo que eres: uno en lo Uno. El camino es el camino del silencio, del desapego y de trascender al “yo” individual. Es el camino de la plenitud y de la belleza.

 

Como afirma el poeta libanés, Kahil Gibran:

 

“Toda la Creación existe en ti y todo lo que hay en ti existe también en la Creación. No ha divisoria entre tú y un objeto que esté muy cerca de ti, como tampoco hay distancia entre tú y los objetos lejanos. Todas las cosas, las más pequeñas y las más grandes, las más bajas y las más altas, están en ti y son de tu misma condición. Un solo átomo contiene todos los elementos de la Tierra. Un solo movimiento del espíritu contiene todas las leyes de la vida. En una sola gota de agua se encuentra el secreto del inmenso océano. Una sola manifestación de ti contiene todas las manifestaciones de la vida.

sábado, 5 de octubre de 2024

Marcos 10, 2-12


 

El texto de hoy nos presenta un desafío importante que resumo en dos preguntas:

 

¿Cuál es el rol de la ley?

¿Para qué y por qué existe una ley?

 

En nuestro texto, Marcos trata del tema del divorcio y del proyecto originario de Dios sobre el hombre y la mujer.

 

El primer gran problema consiste en absolutizar una ley, asociándola indefectiblemente a la revelación divina. Una ley, por cuanto supongamos que “venga de Dios” y que es una “ley revelada”, siempre pasa por el cernedor de nuestra humanidad. La revelación divina siempre se recibe en un “recipiente” humano y este “recipiente” – racionalidad, emotividad, cultura, historia – siempre es frágil, limitado, condicionado. El Infinito se revela en lo finito y, en esta revelación, se limita y se condiciona: no debemos perder de vista esta dimensión. La “infinitud” y la “eternidad” de una ley, toma siempre forma en una ley finita, siempre parcial, limitada y temporal. Cada ley es una pista y no la Verdad total y absoluta. La historia, mirada con honestidad y sin filtros ideológicos, lo demuestra sin ninguna duda: ¡cuántas leyes que creíamos eternas y absolutas fueron cambiando o caducando!

 

Nuestra recepción de la revelación y de las leyes divinas, es entonces limitada y necesita de mucha humildad, apertura y discernimiento continuo.

 

Comprendemos entonces que la misma revelación divina evoluciona a lo largo de la historia y de la evolución de la consciencia humana. La recepción humana de la revelación se da en el tiempo y en el espacio, de manera dinámica.

 

El segundo trabajo espiritual que estamos llamados a hacer consiste en buscar siempre el corazón de la ley, el sentido más profundo, el núcleo duro. Este acercamiento es progresivo y está hecho de caídas, incomprensiones y levantamientos; es un acercamiento en espiral. Este fue uno de los grandes dones de Jesús y unos de estos criterios perennes que nos ayudan en el camino: siempre hay que buscar la esencia de la ley y de la revelación. ¿Adónde apunta esta ley? ¿Cuál es su verdadero centro? En nuestro texto lo vemos reflejado en la invitación del maestro a volver al origen, al centro: “desde el principio de la creación” (10, 6).

 

El tercer escollo o trabajo, consiste en tener siempre presente que el ser humano es frágil e integra la ley en un proceso gradual. En nuestro texto lo vemos reflejado en la sabiduría de Moisés: “Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes” (10, 5). Moisés se había dado cuenta que el pueblo no estaba preparado y en condiciones de vivir la plenitud de la ley y entonces la ajusta a la capacidad de recepción.

 

El cuarto y último nivel consiste en desarrollar la sabiduría para integrar estas tres dimensiones, para dar una respuesta concreta y efectiva a la persona: debemos integrar la búsqueda sincera del corazón de la ley, la humildad que reconoce nuestros condicionamientos y limitaciones y la aplicación concreta en el respeto del proceso y la capacidad de comprensión de cada persona, siempre única y original.

 

Todo este proceso, hecho con honestidad, nos regala mucha paz y libertad.

 

En el tema que Marcos nos presenta en el texto de hoy, tenemos el proyecto de Dios sobre el hombre y la mujer y su posible “fracaso”, que se refleja en la posibilidad del divorcio… ¡un “fracaso” que no es “fracaso”, sino aprendizaje!

 

En primer lugar, no podemos no considerar todo el tema de las relaciones entre personas del mismo sexo: al tiempo de Jesús no era un aspecto social tan trascendental como lo es actualmente.

 

¿Cómo entender la posibilidad de un amor entre personas de un mismo sexo?

¿Cómo entender la sexualidad humana?

¿Cómo entender la relación entre el amor y la sexualidad?

 

No podemos esquivar estos temas, desde un dogmatismo estéril y una aplicación absolutista de la ley. Escuchar la ciencia es también importante y necesario… Dios también se revela y nos habla desde la ciencia. 

 

En segundo lugar, la respuesta de Jesús al cuestionamiento que le hacen, va en la línea de la unidad. Sospecho que Jesús nos está indicando adonde debe apuntar todo amor, toda relación de pareja, toda amistad, todo tipo de relación: hacer experiencia de lo Uno, volver a lo Uno. Y, volver a lo Uno es volver a Dios, lo Uno y Único.

Si esta es la orientación, la percepción clave que Jesús nos regala, tenemos la responsabilidad y la libertad de discernir la ley y aplicarla, ajustándonos a nuestra comprensión actual y al bien de las personas.

 

Jesús fue un hombre de su tiempo y, si tomamos en serio el misterio de la encarnación, debemos asumir con serenidad que el maestro de Nazaret no sabía nada de genética, y poco de biología, psiquiatría, inconsciente. Su sabiduría extraordinaria le venía de su extraordinaria conexión con Dios, pero esto no significa que Jesús lo sabía todo. Por eso nos dejó el Espíritu y por eso nos dijo: “el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho” (Jn 14, 26).

 ¡Qué extraordinario y que responsabilidad!

 

En tercer lugar, es fundamental no olvidar que los evangelios no nos transmiten el pensamiento puro de Jesús o sus fidedignas palabras, sino su mensaje filtrado por la experiencia y la visión teológica del evangelista y de su entorno. En nuestro caso, por ejemplo, tenemos más que nada, la visión de Marcos sobre el divorcio.

 

Resumiendo.

Jesús no nos dijo todo. Jesús nos dio pistas, nos regaló los criterios claves. Ahora nos toca a nosotros. Tenemos el Espíritu y solo la apertura y la escucha del Espíritu, nos llevará a niveles de comprensión y de humanidad cada vez más profundos y significativos.

 

Estamos en este mundo para eso. Estamos en esta aventura humana para eso.

Nos gustarían leyes claras y fijas: ¡todo nos sería más fácil!

¡Pero no! Somos co-creadores con el Espíritu de la historia, de la redención, de la manifestación de Dios en el Universo.

Es algo extraordinario y bellísimo, digno solo de un Dios.

Adelante entonces. Adelante con confianza, sin fanatismos, sin crear más dolor de lo que hay y de lo estrictamente necesario.

Adelante: generando procesos y crecimiento; escuchando al Espíritu y sosteniendo caminos de humanización.

 

 


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