sábado, 31 de octubre de 2015

Olor a miel

"Como olor a virgen miel
todavía haciéndose
que seduce los sentidos y te embriaga:
es el Amor"


Stefano Cartabia 






Hoy quiero compartirles la primera estrofa de mi última poesía: disfruté mucho escribiéndola. La poesía indica caminos ahí donde el lenguaje no encuentra salida. Uno de los ejes de mi poesía es subrayar el infinito anhelo del ser humano para volver a casa, a la unidad, al Amor que todo lo abraza.

"Como olor a virgen miel": quien se acercó a unas colmenas a los pocos días de entrada la primavera vivió la experiencia. Uno se siente envuelto por un aroma único, fresco. El aire liviano sabe a miel. Es una sensación única, maravillosa. La miel todavía no está pronta, falta maduración. Nadie la tocó, nadie la miró: virgen miel. Es un aroma a novedad, a crecimiento, a esperanza. No se sabe bien de donde viene, porque el delicado perfume te rodea por todos lados. No se puede atrapar y no se puede detener. Pero te seduce, te embriaga, te conmueve: hasta tu carne queda atrapada y casi no te puedes mover. Te vas enamorado de las colmenas, de las abejas, de la miel. 
Así es el Amor. ¿Quién no lo experimentó de alguna forma?
Así es nuestro amor humano, así es el amor divino. Unico y solo Amor con dos caras.
El Amor es Uno y te llama. Te busca y te rodea: "como olor a virgen miel".



viernes, 30 de octubre de 2015

Besos no dados

"Los besos no dados, un día serán todos dados"


Davide Montagna





Quiero compartir con ustedes una poesía que me gustó mucho: "los besos no dados". Es de un fraile italiano que falleció hace unos años: Davide Montagna. 
Un fraile poeta, teologo, flautista. 
Se la comparto en italiano: traducir las poesias es casi un crimen. Traducimos el verso que voy a comentar brevemente, el central, el último verso: "los besos no dados, un día serán todos dados".


O Amore, in terra
lontana...
quando i baci
non dati
saranno dati?

(o amore, in terra
lontana...)
ormai migrano
gli uccelli
verso il sud

(o amore, in terra
lontana...)
torneranno domani
gli uccelli
dai mari del sud?

(o amore, in terra
lontana...)
i baci non dati
un giorno tutti
saranno dati:

o amore, in terra
lontana!

D.M. Montagna, I baci non dati


"Los besos no dados, un día serán todos dados": todas las expresiones de autentico amor que no pude, no puedo y no podré expresar no se pierden. El amor nunca se pierde. Porque solo el amor es.

Ocurre que en nuestro caminar histórico y concreto las expresiones del amor son limitadas y efímeras, como todo. No logramos vislumbrar que solo el amor es y necesitamos – así lo quiso Dios – manifestar, expresar, sentir el amor.

El amor en su manifestación histórica se limita: no puedo abrazar a esta persona que está lejos, quisiera abrazar a alguien que ya no está, dar un beso a quien amo y está lejos, compartir más tiempo con amigos, volver a ver a un amigo, cenar con la familia….y mucho más….

Por un lado hay que tener presente que sólo la manifestación del Amor se limita: en su raíz la plenitud está ya dada. Ahí tengo que vivir.
Por el otro necesitamos vivir esta manifestación del amor y aceptar los limites, sabiendo que los deseos de autentico amor serán colmados en abundancia: ya lo son, pero no lo vemos.

Los besos que puedo dar hoy hay que darlos, los que no puedo serán dados en una plenitud que ya está latente.

¡Sonriamos! ¡Alegrémonos!: “los besos no dados, un día serán todos dados.”











jueves, 29 de octubre de 2015

Dosis

"Nada es veneno, todo es veneno. La diferencia está en la dosis"


Paracelso






Paracelso (1493-1541) fue un médico, astrólogo y alquimista suizo. Personaje original y controvertido, buscador y amante de la novedad. Hombre espiritual que abrió caminos nuevos para la medicina.


"Nada es veneno, todo es veneno. La diferencia está en la dosis"

Paracelso nos da hoy una clave de lectura sobre la realidad muy interesante y genial. ¡Le agradecemos el aporte!
En nuestra experiencia sencilla y cotidiana tenemos ya experiencia de este principio: comer es necesario y saludable, pero comer demasiado poco o en exceso se convierte en dañino. Con el dormir y las demás actividades  humanas pasa exactamente lo mismo. Igual podemos pensar de todos los yuyos medicinales de los cuales están compuestos casi todos los medicamentos farmacéuticos: sólo nos hacen bien en su justa dosis. 

"Nada es veneno, todo es veneno. La diferencia está en la dosis"

Más complejo es comprender y aplicar el principio en la dimensión espiritual.  
Tal vez en este campo podemos comprenderlo a partir del discernimiento. Al final volvemos al criterio de la justa medida
Acción y contemplación, oración personal y comunitaria, silencio y palabra, actividad y descanso, familia e iglesia... solo unos ejemplos donde el principio de Paracelso puede ayudarnos.
Cada una de estas realidades si la "tomamos en exceso" se convierte en un veneno que no nos hace crecer.

A veces lo que llamamos amor nos puede confundir: hablamos de amar y de amor sin medida. Jesús nos amó sin medida y "la medida del amor es amar sin medida" como nos recuerda San Agustín. Hay que estar atentos: muchas veces lo que llamamos "amor" no lo es. Cuando un amor de madre, por poner solo un ejemplo, se vuelve sobreprotector y morboso e impide crecer al hijo ya no podemos hablar de amor en sentido objetivo, aunque queda así en la intención de la madre. El exceso de amor, convirtió al amor en otra cosa: se perdió la justa medida.

Solo la justa dosis nos indica el camino y contribuye al pleno desarrollo de nuestra humanidad. 
Así que, en el fondo, justa dosis y amor coinciden. El amor siempre es la dosis correcta. 

Tal vez queda la pregunta clave: ¿Cual es la dosis correcta?
¿Cual es el amor correcto?
Aquí agregaría algo al principio que nos ofreció Paracelso: la dosis se da sólo en el aquí y en el ahora. Solo el momento presente tiene el secreto de la dosis correcta. 
No hay regla fija, no existe el siempre y para todos.
Solo la situación concreta en el aquí y en el ahora me pedirá la dosis correcta.




miércoles, 28 de octubre de 2015

Cristo y Mena




Para nuestra reflexión de hoy nos apoyamos en un icono. Me gustan mucho los iconos: su simbolismo, sus colores, sus detalles. Para los cristianos ortodoxos el icono es evangelio en imagen y tiene mucha importancia. La misma palabra icono, significa imagen. Las imágenes, lo sabemos, muchas veces hablan más que las palabras.

Hoy quiero compartirles un icono que me encantó:
Es un icono copto, encontrado en un monasterio de Egipto, en Baouit. Una obra de finales del siglo VI d.c. 
Representa a Cristo protegiendo al Abad Mena.

Se pueden decir muchas cosas sobre este icono, como sobre todos los iconos. Todo en el icono habla: colores, detalles, gestos, posturas, formas, etc…
En nuestro precioso icono de hoy nos centramos en unos detalles:

  •   Los rostros. Notamos el rostro del Abad Mena: más delgado y envejecido, parece algo preocupado. Las preocupaciones nos envejecen. El rostro de Cristo más redondo y juvenil: denota plenitud y paz.


  •    Los ojos. El Abad Mena tiene ojos bastante grandes, tal vez buscando ayuda y apoyo. Cristo tiene ojos grandes, más que los de Mena: nos mira con compasión y nos conoce en profundidad. Cristo sabe todo de Mena y lo invita a confiar.


  •    Las manos. El Abad Mena en su mano izquierda tiene la regla: el camino a veces se hace difícil, así como vivir el único mandamiento: el amor. Con su mano derecha bendice a Cristo: en su preocupación lo reconoce presente y confía en él. Cristo con su mano izquierda sostiene el evangelio: él es la Palabra viva, Palabra de consuelo y de fuerza. La mano derecha apoyada con ternura sobre el hombro de Mena: protección, amparo, ternura. La mano del Cristo siempre nos sostiene.


Podríamos pasar unos momentos de oración silenciosa frente al icono. Contemplando la imagen nos sentimos protegidos, seguros, confiados. 
Cristo sabe todo de ti y te ama. Su mano te sostiene, sus ojos te miran con compasión.

Podemos vivir esta jornada bajo esta mirada.



martes, 27 de octubre de 2015

Fantastica luna

"La luna aparece por los viajeros de la noche; 

hay que estar atentos cuando hay luna llena"



Rumi







La luna tiene un fascino todo particular. De ella escriben poetas y cantores. De ella hablan los enamorados y los artistas. La luna es un símbolo muy usado por los místicos de todas las tradiciones y religiones. Una de las características principales es que la Luna no tiene luz propia y brilla al reflejar la luz del Sol. Este hecho ha sido usado también para hablar de la iglesia, la cual justamente no tiene luz propia, sino que refleja - tendría que - reflejar a Cristo. 

"La luna aparece por los viajeros de la noche; hay que estar atentos cuando hay luna llena": 

Rumi con su peculiar sensibilidad nos invita a vivir nuestra vida a la luz de la luna. La luna y la noche surgen juntos y juntos desaparecen. Nuestra vida es un viaje, un viaje hermoso, un viaje que a menudo se hace de noche. Tantas son las noches en nuestras vidas, tantos los momentos de dolor, incertidumbre, confusión: hay seguir caminando. El ser humano es a menudo un viajero de la noche. Durante la noche la luna aparece, siempre fiel, estable. A veces vemos poca luna, solo una pequeña franja. Una vez al mes tenemos luna llena. Hay que estar atentos a la luna llena: imponente, luminosa de otra luz. Cuando se viaja en auto nos acompaña fiel: nosotros nos desplazamos y ella siempre ahí. La luna llena nos recuerda lo poderoso del sol y del reflejo. Nuestra vocación es como la de la luna: ser reflejo del Cristo. Ser reflejo de la Luz. Vivir una vida llena, plena. No podemos mirar directamente al Sol, podemos mirar directamente la luna. No podemos mirar directamente a Cristo: su luz nos cegaría. Por eso el reflejo, los reflejos. La luna nos dice que todo es un reflejo del Amor. Hay que estar atentos para no confundir los reflejos con la realidad y por no perderse lo maravilloso que son los reflejos y lo que nos indican.

"La luna aparece por los viajeros; hay que estar atentos cuando hay luna llena".
No tengamos miedo: por los viajeros de la noche siempre habrá luna llena a indicarnos el camino.

domingo, 25 de octubre de 2015

Marcos 10, 46-52




"Maestro, que yo pueda ver": la invocación intensa y confiada del ciego Bartimeo la transformé en una de mis oraciones preferidas, casi diría mi única oración.

Sabemos que en los evangelios, especialmente en Juan, el tema del ver es muy importante y seguramente simbolico. Marcos también quiere hablarnos de otra ceguera y otro ver. No nos quedemos con el hecho puntal y tampoco aferremonos a su historicidad, la cual puede crearnos otros tipo de cuestionamientos: había muchos otros ciegos al tiempo de Jesús, ¿porqué curó solo a Bartimeo y tal vez uno o dos más?
Los milagros de Jesús, el evangelista Juan lo advierte muy bien, son esencialmente signos de algo mucho más importante y valioso.

El ciego Bartimeo está al borde del camino: su vida ya nos es vida; no transita por los caminos de la plenitud y de la dignidad. No puede o no quiere ver: sutil e importante distinción que vale también para nosotros.
¿Hasta que punto quiero o no quiero, puedo o no puedo?
¿Hasta que punto y hasta donde mi ceguera espiritual es debida a mi falta de responsabilidad y de compromiso?

Jesús llama y Bartimeo se pone de pie de un salto: reconoce una oportunidad, la oportunidad única para volver a ver.
Este oportunidad única se repite en cada momento presente: ¿la aprovecho con entusiasmo? ¿Deseo ver con todas mis fuerzas?

Bartimeo dice: "Maestro, que yo pueda ver". Jesús sigue su camino y la fe abre los ojos al ciego.
Porque este es el verdadero y más profundo sentido de la fe: visión. La fe no tiene nada o casi nada que ver con las creencias. Las creencias son asentimientos mentales a realidades que superan - de momento - nuestra razón.

Fe es ver: ver la realidad más allá de la apariencia. Tocar el nucleo de las cosas. 
Jesús simple y maravillosamente devuelve Bartimeo a Bartimeo; le muestra quién es. Desde ahí la visión brota sola.
Aprender a ver es vivir de fe y vivir de fe es ver con nitidez.
Creemos que fe y visión tengan se relacionen con la mente y el pensar: en realidad hay otra forma más profunda de conocer, que no niega, pero trasciende lo mental. Se accede a esta forma a través del silencio. Cuando la mente calla aparece lo real, se lo ve y naturalmente se confía. 
La fe encuentra su verdadero sentido y significado: confianza. Confío porque veo, veo porque confío: dos caras de lo mismo.

Dios se manifiesta y expresa en todo en el aquí y ahora: fe es verlo. Verlo me lleva a confiar. Y confiar es ejercitarse en la visión.

"Maestro, que yo pueda ver"





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