martes, 20 de octubre de 2015

Abrir y cerrar

Me encanta detenerme a mirar las flores, como actúan, como se transforman, como crecen, como mueren.


Es maravilloso todo lo que nos enseñan.







Algunas flores, tal vez las más sencillas y silvestres, de mañana, con la primera luz, empiezan a abrirse: su belleza de despliega con la máxima apertura.
De tardecita, cuando la luz va menguando, empiezan a cerrarse hasta dormirse en la completa oscuridad.
Este acontecimiento muy común y que todos algún día habrán notado, me hizo descubrir y profundizar en nuestra vida humana.








Nuestra vida se despliega - como para las flores - entre un abrirse y un cerrarse: cuando nacemos y cuando morimos... y cada día también. 
El abrir y el cerrar es el movimiento constante de la vida y querer detener este movimiento significaría la muerte.
También en nuestra vida espiritual experimentamos el abrir y el cerrar: no hay que preocuparnos. Simplemente hay que darse cuenta del movimiento. Hay que observarlo.


Toda la belleza de la flor en su apertura viene de la cerrazón de la noche. Nuestras noches y nuestras cerrazones hacen parte del movimiento de la Vida. Como nuestras aperturas y nuestros días luminosos.

Notamos también otra cosa: también de noche cuando las flores duermen, la luz existe e ilumina. 
Por el hecho de que tu duermas no significa que la luz ya no existe.
La flor duerme serena porque sabe que la luz es su esencia y volverá: Luz infinita que abarca día y noche, abrir y cerrar.
Confía que el movimiento de tu vida es el movimiento mismo de la Luz. 






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