"Si no encuentras la verdad justo donde estás,
¿dónde más esperas encontrarla?"
Maestro Dogen
Dogen (1200-1253) fue un gran maestro zen: lo podemos comparar con el nuestro San Francisco y es significativo también que son contemporáneos. En un época decadente del zen, Dogen con su vida y sus enseñanzas dio un nuevo y decisivo impulso.
"Si no encuentras la verdad justo donde estás, ¿dónde más esperas encontrarla?"
Dogen, como Francisco, nos hace reflexionar sobre un dato fundamental: la verdad no es un concepto, la verdad no se define, la verdad no se encierra en doctrinas.
Por mucho tiempo, a lo largo de la historia, hemos creído y vivido así, con más o menos conciencia.
Toda nuestra tradición cristiana, plasmada en doctrinas, dogmas y catecismos nos hizo caer en una terrible ilusión: poseemos la verdad. A partir de este fatal error las consecuencias son más o menos lógicas: condenas, violencias, peleas. Hasta lo absurdo: en nombre del Amor se pudo matar, en nombre del Evangelio de la alegría y la misericordia se llegó a condenar, juzgar, castigar.
Lo que pasó con el cristianismo pasó también con las demás religiones: "mal de muchos, consuelo de tontos", dice el refrán.
Esto pasa cuando las tradiciones espirituales y religiosas se creen poseedoras de la verdad y, peor, sus defensoras.
En realidad no poseemos la verdad, la Verdad nos posee.
La Verdad siempre nos supera, nos desborda, nos sostiene, nos anima, nos vive.
Porque la Verdad, en fin de cuentas, es Dios manifestandose en este instante. Verdad y Vida van de la mano: misma realidad con dos caras. Basta estar atentos, muy atentos, para darse cuenta.
Aquí y ahora Dios se está revelando: en tu aliento, en el aliento del otro, en el aliento de todo lo que vive y existe.
"Si no encuentras la verdad justo donde estás, ¿dónde más esperas encontrarla?"
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