sábado, 25 de febrero de 2023

Mateo 4, 1-11


 

 

En este primer domingo de Cuaresma, como siempre, se nos regala la página de las llamadas “tentaciones de Jesús”.

El texto tiene unas profundidades psicológicas y espirituales fundamentales. Es muy interesante subrayar como la espiritualidad, desde siempre – y cuando no existía la psicología – , encontró las claves del desarrollo humano.

El ser humano es una maravillosa unidad de múltiples dimensiones, donde cada dimensión se vive en armonía con las demás e influye en el desarrollo de todas. Podemos aplicar la famosa frase de “los tres mosqueteros”: “Uno por todos, todos por uno”.

 

Entonces, en las tentaciones de Jesús, se entrelaza la dimensión espiritual con la psicológica.

Jesús se enfrenta a las raíces comunes del ego que todos tenemos. Por eso Jesús nos abre el camino para sanar, crecer y vivir una vida plena.

 

¿Cuáles son las raíces del ego?

 

El poder, el tener y el aparentar.

 

Si nos detenemos a mirar en profundidad, nos daremos cuenta que desde estas raíces surgen todos los conflictos, los problemas y el sufrimiento, tanto a nivel individual, como colectivo.

El ego vive y se nutre del poder, del tener y del aparentar. Por eso es fundamental desactivar estas raíces, sino seguiremos repitiendo patrones de violencia y sufrimiento, para nosotros y para los demás.

 

¿Por qué deseo el poder?

¿Por qué deseo el tener, la posesión?

¿Por qué deseo aparentar?

 

Tenemos que contestar con sinceridad y profundidad a estas preguntas; tenemos que darnos tiempo y desconfiar de una respuesta fácil y superficial. Las raíces están ocultas.

 

Descubriremos que, entre otras cosas, estas raíces se insertan en otras, aún más profundas e inconscientes: el miedo y la inseguridad.

El ego se afana en la búsqueda del poder, del tener y de la apariencia porque siente miedo e inseguridad.

 

Las emociones del miedo y la inseguridad acompañan desde siempre la aventura humana y siempre nos acompañarán, porque hacen parte de la experiencia de la finitud, de nuestro ser creaturas que viven en la materia, en el tiempo y en el espacio.

 

No nos queda que atravesarlos. No nos queda que enfrentar el miedo y la inseguridad.

Como hizo Jesús. En realidad – el dato no es menor – fue el Espíritu que empujó a Jesús al desierto. El evangelio de Marcos lo expresa de una manera más fuerte que Mateo: “el Espíritu arrojó a Jesús al desierto”, un verbo fuerte, hasta violento.

 

Un verbo que nos recuerda la intuición del filósofo alemán Martin Heidegger cuando afirma que la persona humana es “arrojada al ser”.

 

Es el Espíritu que nos conduce, nos empuja a enfrentarnos con nosotros mismos, con nuestros miedos y con nuestro propio ego.

 

¡Qué hermoso ver la vida así!

 

Tus momentos de dificultad, de lucha, de conflicto te son preparados y ofrecidos por el Espíritu para que enfrente tu miedo e inseguridad, para que descubras tus deseos ocultos de poder, de tener, de aparentar.

 

Podemos sanar solo enfrentando, solo atravesando la sombra.

 

Miedo e inseguridad, para nuestra mente egoica, son como una oscura y espesa selva que, instintivamente, intentamos evitar. La rodeamos para no entrar.

 

El Espíritu nos empuja a entrar, a dejarnos atravesar. Si nos atrevemos, ocurre el milagro.

Pocos centímetros y aparece la luz. El miedo se disuelve y así la inseguridad.

Detrás de la cortina oscura y amenazante se encuentra la luz de nuestra verdadera identidad. Encontramos que somos amados, que la luz nos habita y que no hay motivos para vivir con miedo e inseguridad. Aparece una confianza básica en la vida y nos encontramos envueltos por el Misterio.

Y, casi mágicamente, los deseos de poder, de tener y de aparentar, se disuelven.

Hay dicha, paz, silencio. Todo está bien. Solo el Amor es real.

 

 

 

 

sábado, 18 de febrero de 2023

Mateo 5, 38-48

 

 

Podríamos resumir el tema del texto evangélico en una frase: alinearse con la vida.

Es un texto sorprendente, donde Jesús pone en tela de juicio nuestras imágenes de Dios. Jesús, como todo místico – aquel que tuvo una experiencia directa y personal de Dios – nos introduce en el Misterio. Y el Misterio Infinito siempre nos desinstala, nos sorprende y nos lanza más allá de los conceptos y las imágenes que la mente construye para encontrar seguridad.

 

Jesús nos dice:

 

Dios hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos” (5, 45) y también: “amen a sus enemigos” (5, 44); ¿qué significa?

 

Significa – simple y maravillosamente – que el Misterio de Dios va más allá de los esquemas de perfección moral de los seres humanos y que también va más allá de nuestras construcciones teológicas.

Dios se revela y se manifiesta en la vida, así como es, aunque muy a menudo no lo logramos ver, ni entender.

Recordemos que Maestro Echkart, tal vez justamente a partir de este texto, dijo: “Dios se manifiesta tanto en el bien, como en el mal”.

Si logramos abrirnos y confiar, entenderemos, de a poco.

Si quedamos aferrados y anclados a nuestra manera de pensar, no lograremos entender.

Eso es lo cómico y absurdo de los seres humanos: queremos un dios a nuestra medida, queremos enseñarle a Dios “a ser Dios”.

Por eso la Vida nos desarma, nos quiebra y nos vuelve a armar: para que aprendamos a soltar este delirio de omnipotencia y para que aprendamos que en el abandono y en la entrega al Misterio se encierra una plenitud y un gozo que ni podemos imaginar; San Pablo lo expresa así: “lo que nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman” (1 Cor 2, 9).

 

Bert Hellinger lo explica en un texto extraordinario, del cual les comparto la última parte:

 

La vida no te da lo que quieres, sino lo que necesitas para evolucionar. La vida te lastima, te hiere, te atormenta, hasta que dejas tus caprichos y berrinches y agradeces respirar. La vida te oculta los tesoros, hasta que emprendes el viaje, hasta que sales a buscarlos. La vida te niega a Dios, hasta que lo ves en todos y en todo. La vida te acorta, te poda, te quita, te desilusiona, te agrieta, te rompe... hasta que solo, en ti, queda amor.

 

El último y extraordinario versículo de nuestro texto nos regala una pista fundamental: “sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo” (5, 48).

En realidad, el texto griego más que “perfección”, sugiere “plenitud”, lo completo, finalizado.

 

¿Qué es la perfección/plenitud?

¿Cómo podemos ser perfectos como Dios?

 

Como seres humanos sabemos perfectamente que somos imperfectos. La imperfección nos acompaña a cada instante, desde todo punto de vista. Es la imperfección intrínseca a nuestra naturaleza humana finita y condicionada por el espacio, el tiempo y la materia.

La perfección de la cual hablan Jesús y el evangelio, no es la perfección estética, moral, racional, matemática. Es la perfección imperfecta de la vida. Comprender esto es fundamental, para salir de la frustración y descubrir la paz radical.

La vida, como la experimentamos y como la vivimos es imperfecta, en cuanto es manifestación, en la densidad de la materia, de la perfección que yace oculta en lo espiritual. Perfección e imperfección conviven, son las dos caras de lo mismo.

Cuando nos alineamos con la vida, aceptando y asumiendo lo que nos toca vivir en todas las dimensiones y en todo sentido, se nos aparece la belleza deslumbrante de la perfección. Todo es perfecto, todo es como debe de ser y “Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman” (Rom 8, 28) diría San Pablo.

Asumiendo la imperfección, “palpamos” la perfección que en ella se oculta.

Es sumamente estremecedor e iluminador descubrir que shalom – “paz” en hebreo – deriva de shalem, “completo”.

Esto nos viene a sugerir que la experiencia radical de la paz se nos regala cuando somos completos, cuando asumimos todo lo que la vida nos regala, cuando dejamos de juzgar, separar, discriminar, dividir.

Cuando decimos “que sí” a la Vida, se cae la tendencia fragmentaria y separadora de la mente y aparece lo completo.

La Vida es vida en su totalidad y en cada una de sus manifestaciones. La vida es lo que está ocurriendo en este momento, aquí y ahora, sea que me guste o no me guste, que lo entienda o no lo entienda.

Alinearse con la vida es reconocer y aceptar con Jesús, que “no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos” (Mt 5, 36).

Alineándonos con la vida, somos UNO con la Vida, nos insertamos en la totalidad, en el cuerpo cósmico. Tomamos consciencia de nuestra radical unidad con lo divino.

Entonces ya no hay “enemigos”, “buenos” y “malos” – se caen las etiquetas mentales – y el sol y la lluvia bendicen a todos y a todo. Nos convertimos en bendición para todos, porque descubriremos la plenitud que todo lo llena y todo lo habita.

 

 

 

 

sábado, 11 de febrero de 2023

Mateo 5, 17-37


 

Nos encontramos hoy frente a una página muy interesante y que nos abre muchas pistas de reflexión y profundización.

Como siempre, es necesario abrir la cabeza y el corazón y ponerse en actitud de escucha y de aprendizaje.

Mateo es el evangelista más interesado en mostrar la raíz judía de Jesús y que, en él, se da el cumplimiento de la Escritura y las profecías. Por eso, en nuestro texto, tenemos una frase muy tajante de Jesús: “yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice” (5, 17-18).

 

Jesús de Nazaret nació como judío, vivió como judío y murió como judío. Recuperar el judaísmo de Jesús es esencial para recuperar también su mensaje en toda su fuerza y pureza.

Existen dos grandes tendencias.

Unos estudiosos intentan mostrar que en Jesús se dan, simultáneamente, continuidad y ruptura: por un lado Jesús se insertaría plenamente en el judaísmo de su época y por el otro rompería con muchos de sus esquemas y sus leyes. En el texto de hoy lo vemos en los reiterados “pero yo les digo”, que subraya lo novedoso de Jesús.

Por otro lado, hay estudiosos que afirman que la aparente ruptura no es tal, sino un ejercicio común de los rabinos del primer siglo.

En esta época no existía una autoridad suprema que definía una doctrina válida para todos y para siempre, sino que los rabinos buscaban la mejor interpretación de la Escritura, en especial de la Torah. Era en el debate sincero - a veces intenso y problemático – donde la verdad se abría camino.

¡Qué maravillosa e importante pista se nos regala!

El cristianismo y la iglesia – por temas a menudo ajenos a lo religioso y muy cercanos a lo político y a la búsqueda de poder – quedaron atrapados en lo dogmático y doctrinal y perdieron el anhelo sincero de la búsqueda de la verdad y la humildad de esta misma búsqueda.

Cuándo todo ya está definido y pautado, ¿dónde queda el Misterio Infinito? ¿Dónde queda nuestra búsqueda y posibilidad de crecimiento y desarrollo?

En este tiempo de cambio y de crisis, volver a la humildad del debate y de la búsqueda humilde es un sendero obligado. La consciencia actual ya no acepta el autoritarismo y verdades impuestas.

 

En nuestro texto descubrimos unos de los extraordinarios talentos de Jesús: volver a la raíz, volver a la esencia. La interpretación que Jesús hace de los textos bíblicos quiere ir al espíritu de la ley, a su significado más profundo. Jesús logra ver que las leyes y los textos se nos dan por nuestra incapacidad de amar y de comprender en profundidad. San Pablo usará la imagen del pedagogo: la ley se nos da como ayuda y compañera de camino hasta que lleguemos a la madurez (Gal 3, 19-29).

Si supiéramos amar no necesitaríamos ni leyes, ni doctrinas, ni dogmas. Lo había entendido perfectamente San Juan Crisostomo. Lo expresa de esta forma:

“Nuestra vida debería ser tan pura como para no necesitar de ninguna ley escrita: la gracia del Espíritu Santo debería sustituir los libros, y así como estos están escritos con tinta, nuestros corazones deberían estar escritos con el Espíritu Santo.

Solo porque hemos perdido la gracia, tenemos necesidad de utilizar normas escritas. Pero cuanto mejor sería la otra manera, nos lo ha mostrado Dios mismo: en efecto, a sus discípulos Jesús no dejó nada por escrito, sino que les prometió la gracia del Espíritu Santo.

 

Hay especialmente una frase en nuestro texto de hoy, que refleja esta capacidad de Jesús de captar lo esencial: “si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda” (5, 23-24).

Obviamente es una invitación que los cristianos no consideramos mucho… sino, con toda probabilidad, no celebraremos nunca una Misa…

Las ofrendas, los ritos, las doctrinas tienen sentido como expresión de un corazón sincero, un corazón que intenta hacer del amor el eje de la vida, y tienen sentido solo cuando están al servicio de este mismo amor y nos ayudan a vivirlo.

Por eso que desde siempre la mística - que es justamente el camino desde la esencia de las cosas y desde el Misterio – es crítica con todo lo exterior. La mística sabe con qué facilidad el ser humano se deja atrapar por lo exterior, lo fácil y como deja narcotizar su consciencia, cayendo a menudo, en la hipocresía.

Por eso los textos de los místicos siempre apuntan a lo esencial.

San Pablo nos advierte en su famoso capitulo trece de la primera carta a los corintios: todo pasa, solo el amor queda. Solo el amor tiene sentido y ningún don o poder extraordinario tiene sentido y valor si no está al servicio del amor.

 

Escribe el gran poeta persa Hafiz:

 

Yo he aprendido tanto de Dios que ya no puedo llamarme cristiano, hindú, musulmán, budista o judío. La verdad ha compartido tantas cosas de sí misma conmigo que ya no puedo llamarme hombre, mujer, ángel o incluso alma. El amor ha penetrado en Hafiz tan por completo que me ha convertido en ceniza y me ha liberado de las imágenes y conceptos que mi mente había conocido.

 

Y nos dice el místico sufí español Ibn’ Arabi:

 

Hubo un tiempo

en que yo rechazaba a mi prójimo,

si su religión no era como la mía.

Ahora mi corazón se ha convertido

en el receptáculo de todas las formas:

es pradera de las gacelas y

claustro de monjes cristianos,

templo de ídolos y Kaaba de peregrinos,

Tablas de la Ley y pliegos del Corán.

Porque profeso la religión del Amor y

voy donde quiera que vaya su cabalgadura,

pues el amor es mi credo y mi fe.

 

Vivamos del Espíritu. Bebamos de la Vida pura del Espíritu. Que todo lo exterior encuentre su motivo de ser en el amor, desde el amor y en vista del amor.

 

 

 

 

 


sábado, 4 de febrero de 2023

Mateo 5, 13-16


 

Somos sal y somos luz.

¡Tú que me lees, eres sal de la tierra!

¡Tú que me lees, eres la luz del mundo!

 

Un texto hermoso y revolucionario. Palabras surgidas del corazón del maestro de Nazaret y que, sin duda, reflejan su profunda experiencia de Dios.

 

Subrayamos desde ya la tremenda fuerza del uso del indicativo: “Ustedes son sal, ustedes son luz”; Jesús no usa – como normalmente hacemos nosotros y como nos han acostumbrados – el condicional: “ustedes tendrían que ser…” o el imperativo: “ustedes deben ser…

 

Acá radica lo novedoso, extraordinario y revolucionario del texto.

 

Jesús percibe la realidad desde otra profundidad; Jesús ve de otra manera. Jesús nos ve – y todo lo ve – en Dios y desde Dios.

Jesús nos ve en nuestra identidad más profunda, percibe nuestra verdadera naturaleza, nuestro autentico ser.

Somos Uno con Dios y por eso, desde ya, somos sal y somos luz. Otra manera también para decir: somos paz y somos amor.

Esta extraordinaria y conmovedora verdad, no nos quita la responsabilidad del camino, del esfuerzo y del crecimiento. Como siempre es nuestra mente que separa, divide, opone.

La mente racional no logra ver que el “ser” y el “deber ser” son las dos caras de lo mismo y que las dos reflejan la verdad.

Por eso la mente se empecina en ver el camino espiritual como un simple camino de esfuerzo para lograr conseguir lo que “no-somos” y lo que “no-tenemos”… todo esto lleva – sin duda tenemos experiencias personales – a altos niveles de cansancio, amargura y frustración.

La visión de Jesús nos muestra, a claras letras, la verdad de otro axioma espiritual, presente en todas las tradiciones: “Hombre, ¡sé lo que eres!”.

¡Estamos llamados a convertirnos en lo que ya somos!

La semilla del roble es ya – en potencia – lo que será el enorme árbol. El árbol en su plenitud y desarrollo no es otra cosa de la inicial semilla… es simple y maravillosamente su manifestación, su visibilidad.

Volviendo entonces a nuestro texto: somos sal, llamados a ser sal. Somos luz, llamados a ser luz.

Esta visión nos instala en una paz profunda y el camino de desarrollo y crecimiento se convierte en una aventura maravillosa y sorprendente.

 

“Sal” y “luz” nos revelan dos dimensiones de nuestro ser.

La sal hace referencia al saber y al sabor: dos términos que, también etimológicamente, provienen de la misma raíz. En el fondo no se sabe lo que no se saborea: yo no sé lo que es una manzana, por ejemplo, hasta que la saboreo, hasta que tengo la experiencia real y concreta de la manzana. Sin saborearla me quedo con un frío concepto.

Lo mismo ocurre con uno mismo y con Dios: es solo la experiencia concreta la que nos da pistas sobre el conocimiento. Hay que pasar, entonces, del mero conocimiento mental-racional al conocimiento vital-experiencial.

 

La luz es un símbolo y una metáfora extraordinariamente potente y fecunda.

Decir que “somos luz” es decir que somos consciencia, somos conscientes (o lo podemos ser…), es decir que somos vida y que esta vida se revela y se manifiesta.

Esta luz que somos debe brillar… pero no como un esfuerzo, sino por fidelidad a la esencia.

La luz “no se esfuerza” por iluminar, simplemente hace lo que es, simplemente es.

Esta invitación a brillar parece ir en contra de la humildad que tanto preocupaba a los educadores cristianos de antaño; en realidad va en contra de una caricatura de la humildad.

 

¿Qué es la humildad?

 

“La palabra latina es humilitas. Igual que la palabra humanitas tiene su raíz en el término humus, es decir, tierra, suciedad, estiércol. También humor procede de la misma raíz. Esto indica que en el mundo deberíamos aceptarnos a nosotros mismos con cierta alegría interior y con una sonrisa en los labios. Deberíamos no tomarnos demasiado en serio, conservar nuestro humor y entregarnos con humildad al camino. Pues humildad no es otra cosa que una aceptación amplia de uno mismo, lo cual no quiere decir que yo esté de acuerdo con todas mis debilidades y errores, pero sí que acepto haberlos heredado de la vida. No me obstino en sacudirme esa herencia o en reprimirla, puesto que esto significaría persistir en el egocentrismo.” (Willigis Jäger)

 

Si somos fieles a la luz que somos y que nos habita, iluminaremos y brillaremos. El mundo necesita luz, el mundo necesita gente fiel a su esencia luminosa y amorosa.

Siendo fieles a la luz, nuestros dones y talentos se revelarán solos. Estamos acá para esto; estamos acá para revelar la luz que somos y que nos habita, para aportar a la humanidad nuestra luz única y original. “Nuestra luz” que, en el fondo, solo está participando de la Única Luz: el Misterio de Amor que llamamos “Dios”.

 


 

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