Nos encontramos hoy frente a una página muy interesante y que nos abre muchas pistas de reflexión y profundización.
Como siempre, es necesario abrir la cabeza y el corazón y ponerse en actitud de escucha y de aprendizaje.
Mateo es el evangelista más interesado en mostrar la raíz judía de Jesús y que, en él, se da el cumplimiento de la Escritura y las profecías. Por eso, en nuestro texto, tenemos una frase muy tajante de Jesús: “yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice” (5, 17-18).
Jesús de Nazaret nació como judío, vivió como judío y murió como judío. Recuperar el judaísmo de Jesús es esencial para recuperar también su mensaje en toda su fuerza y pureza.
Existen dos grandes tendencias.
Unos estudiosos intentan mostrar que en Jesús se dan, simultáneamente, continuidad y ruptura: por un lado Jesús se insertaría plenamente en el judaísmo de su época y por el otro rompería con muchos de sus esquemas y sus leyes. En el texto de hoy lo vemos en los reiterados “pero yo les digo”, que subraya lo novedoso de Jesús.
Por otro lado, hay estudiosos que afirman que la aparente ruptura no es tal, sino un ejercicio común de los rabinos del primer siglo.
En esta época no existía una autoridad suprema que definía una doctrina válida para todos y para siempre, sino que los rabinos buscaban la mejor interpretación de la Escritura, en especial de la Torah. Era en el debate sincero - a veces intenso y problemático – donde la verdad se abría camino.
¡Qué maravillosa e importante pista se nos regala!
El cristianismo y la iglesia – por temas a menudo ajenos a lo religioso y muy cercanos a lo político y a la búsqueda de poder – quedaron atrapados en lo dogmático y doctrinal y perdieron el anhelo sincero de la búsqueda de la verdad y la humildad de esta misma búsqueda.
Cuándo todo ya está definido y pautado, ¿dónde queda el Misterio Infinito? ¿Dónde queda nuestra búsqueda y posibilidad de crecimiento y desarrollo?
En este tiempo de cambio y de crisis, volver a la humildad del debate y de la búsqueda humilde es un sendero obligado. La consciencia actual ya no acepta el autoritarismo y verdades impuestas.
En nuestro texto descubrimos unos de los extraordinarios talentos de Jesús: volver a la raíz, volver a la esencia. La interpretación que Jesús hace de los textos bíblicos quiere ir al espíritu de la ley, a su significado más profundo. Jesús logra ver que las leyes y los textos se nos dan por nuestra incapacidad de amar y de comprender en profundidad. San Pablo usará la imagen del pedagogo: la ley se nos da como ayuda y compañera de camino hasta que lleguemos a la madurez (Gal 3, 19-29).
Si supiéramos amar no necesitaríamos ni leyes, ni doctrinas, ni dogmas. Lo había entendido perfectamente San Juan Crisostomo. Lo expresa de esta forma:
“Nuestra vida debería ser tan pura como para no necesitar de ninguna ley escrita: la gracia del Espíritu Santo debería sustituir los libros, y así como estos están escritos con tinta, nuestros corazones deberían estar escritos con el Espíritu Santo.
Solo porque hemos perdido la gracia, tenemos necesidad de utilizar normas escritas. Pero cuanto mejor sería la otra manera, nos lo ha mostrado Dios mismo: en efecto, a sus discípulos Jesús no dejó nada por escrito, sino que les prometió la gracia del Espíritu Santo.”
Hay especialmente una frase en nuestro texto de hoy, que refleja esta capacidad de Jesús de captar lo esencial: “si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda” (5, 23-24).
Obviamente es una invitación que los cristianos no consideramos mucho… sino, con toda probabilidad, no celebraremos nunca una Misa…
Las ofrendas, los ritos, las doctrinas tienen sentido como expresión de un corazón sincero, un corazón que intenta hacer del amor el eje de la vida, y tienen sentido solo cuando están al servicio de este mismo amor y nos ayudan a vivirlo.
Por eso que desde siempre la mística - que es justamente el camino desde la esencia de las cosas y desde el Misterio – es crítica con todo lo exterior. La mística sabe con qué facilidad el ser humano se deja atrapar por lo exterior, lo fácil y como deja narcotizar su consciencia, cayendo a menudo, en la hipocresía.
Por eso los textos de los místicos siempre apuntan a lo esencial.
San Pablo nos advierte en su famoso capitulo trece de la primera carta a los corintios: todo pasa, solo el amor queda. Solo el amor tiene sentido y ningún don o poder extraordinario tiene sentido y valor si no está al servicio del amor.
Escribe el gran poeta persa Hafiz:
“Yo he aprendido tanto de Dios que ya no puedo llamarme cristiano, hindú, musulmán, budista o judío. La verdad ha compartido tantas cosas de sí misma conmigo que ya no puedo llamarme hombre, mujer, ángel o incluso alma. El amor ha penetrado en Hafiz tan por completo que me ha convertido en ceniza y me ha liberado de las imágenes y conceptos que mi mente había conocido.”
Y nos dice el místico sufí español Ibn’ Arabi:
“Hubo un tiempo
en que yo rechazaba a mi prójimo,
si su religión no era como la mía.
Ahora mi corazón se ha convertido
en el receptáculo de todas las formas:
es pradera de las gacelas y
claustro de monjes cristianos,
templo de ídolos y Kaaba de peregrinos,
Tablas de la Ley y pliegos del Corán.
Porque profeso la religión del Amor y
voy donde quiera que vaya su cabalgadura,
pues el amor es mi credo y mi fe.”
Vivamos del Espíritu. Bebamos de la Vida pura del Espíritu. Que todo lo exterior encuentre su motivo de ser en el amor, desde el amor y en vista del amor.
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