sábado, 4 de febrero de 2023

Mateo 5, 13-16


 

Somos sal y somos luz.

¡Tú que me lees, eres sal de la tierra!

¡Tú que me lees, eres la luz del mundo!

 

Un texto hermoso y revolucionario. Palabras surgidas del corazón del maestro de Nazaret y que, sin duda, reflejan su profunda experiencia de Dios.

 

Subrayamos desde ya la tremenda fuerza del uso del indicativo: “Ustedes son sal, ustedes son luz”; Jesús no usa – como normalmente hacemos nosotros y como nos han acostumbrados – el condicional: “ustedes tendrían que ser…” o el imperativo: “ustedes deben ser…

 

Acá radica lo novedoso, extraordinario y revolucionario del texto.

 

Jesús percibe la realidad desde otra profundidad; Jesús ve de otra manera. Jesús nos ve – y todo lo ve – en Dios y desde Dios.

Jesús nos ve en nuestra identidad más profunda, percibe nuestra verdadera naturaleza, nuestro autentico ser.

Somos Uno con Dios y por eso, desde ya, somos sal y somos luz. Otra manera también para decir: somos paz y somos amor.

Esta extraordinaria y conmovedora verdad, no nos quita la responsabilidad del camino, del esfuerzo y del crecimiento. Como siempre es nuestra mente que separa, divide, opone.

La mente racional no logra ver que el “ser” y el “deber ser” son las dos caras de lo mismo y que las dos reflejan la verdad.

Por eso la mente se empecina en ver el camino espiritual como un simple camino de esfuerzo para lograr conseguir lo que “no-somos” y lo que “no-tenemos”… todo esto lleva – sin duda tenemos experiencias personales – a altos niveles de cansancio, amargura y frustración.

La visión de Jesús nos muestra, a claras letras, la verdad de otro axioma espiritual, presente en todas las tradiciones: “Hombre, ¡sé lo que eres!”.

¡Estamos llamados a convertirnos en lo que ya somos!

La semilla del roble es ya – en potencia – lo que será el enorme árbol. El árbol en su plenitud y desarrollo no es otra cosa de la inicial semilla… es simple y maravillosamente su manifestación, su visibilidad.

Volviendo entonces a nuestro texto: somos sal, llamados a ser sal. Somos luz, llamados a ser luz.

Esta visión nos instala en una paz profunda y el camino de desarrollo y crecimiento se convierte en una aventura maravillosa y sorprendente.

 

“Sal” y “luz” nos revelan dos dimensiones de nuestro ser.

La sal hace referencia al saber y al sabor: dos términos que, también etimológicamente, provienen de la misma raíz. En el fondo no se sabe lo que no se saborea: yo no sé lo que es una manzana, por ejemplo, hasta que la saboreo, hasta que tengo la experiencia real y concreta de la manzana. Sin saborearla me quedo con un frío concepto.

Lo mismo ocurre con uno mismo y con Dios: es solo la experiencia concreta la que nos da pistas sobre el conocimiento. Hay que pasar, entonces, del mero conocimiento mental-racional al conocimiento vital-experiencial.

 

La luz es un símbolo y una metáfora extraordinariamente potente y fecunda.

Decir que “somos luz” es decir que somos consciencia, somos conscientes (o lo podemos ser…), es decir que somos vida y que esta vida se revela y se manifiesta.

Esta luz que somos debe brillar… pero no como un esfuerzo, sino por fidelidad a la esencia.

La luz “no se esfuerza” por iluminar, simplemente hace lo que es, simplemente es.

Esta invitación a brillar parece ir en contra de la humildad que tanto preocupaba a los educadores cristianos de antaño; en realidad va en contra de una caricatura de la humildad.

 

¿Qué es la humildad?

 

“La palabra latina es humilitas. Igual que la palabra humanitas tiene su raíz en el término humus, es decir, tierra, suciedad, estiércol. También humor procede de la misma raíz. Esto indica que en el mundo deberíamos aceptarnos a nosotros mismos con cierta alegría interior y con una sonrisa en los labios. Deberíamos no tomarnos demasiado en serio, conservar nuestro humor y entregarnos con humildad al camino. Pues humildad no es otra cosa que una aceptación amplia de uno mismo, lo cual no quiere decir que yo esté de acuerdo con todas mis debilidades y errores, pero sí que acepto haberlos heredado de la vida. No me obstino en sacudirme esa herencia o en reprimirla, puesto que esto significaría persistir en el egocentrismo.” (Willigis Jäger)

 

Si somos fieles a la luz que somos y que nos habita, iluminaremos y brillaremos. El mundo necesita luz, el mundo necesita gente fiel a su esencia luminosa y amorosa.

Siendo fieles a la luz, nuestros dones y talentos se revelarán solos. Estamos acá para esto; estamos acá para revelar la luz que somos y que nos habita, para aportar a la humanidad nuestra luz única y original. “Nuestra luz” que, en el fondo, solo está participando de la Única Luz: el Misterio de Amor que llamamos “Dios”.

 


 

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