Mostrando las entradas con la etiqueta misionero. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta misionero. Mostrar todas las entradas

viernes, 1 de diciembre de 2017

Ruta, rostros y silencios


El misionero del silencio hace ruta, mastica kilómetros. Encuentra rostros el misionero del silencio. Divino rostros y tan humanos.
¡Qué bello compartir silencios!
El camino de la meditación, del silencio y la quietud me ha llevado a viajar mucho.
Tal vez más que antes. Paradójico.
El silencio habla y la quietud se mueve. Tan sorprendente y maravilloso es el Amor. Tan extraordinaria la aventura de la vida.

Tantos kilómetros, tanta ruta. Casi siempre viajando solo y casi siempre regresando cuando la noche lo envuelve todo. Viajo en silencio casi siempre, meditando un poco, reflexionando otro poco, agradeciendo siempre.
En la ruta oscura y silenciosa regreso a casa. Regreso a casa aunque siempre estoy en casa, estamos en casa. La Casa del momento presente, del Dios que nos vive en este instante.
Y regresando y estando, vuelven los divinos rostros encontrados.
Cada rostro una historia, una vida. Y agradezco por cada ser, por cada encuentro, por los silencios compartidos en la meditación o en la escucha de algún dolor. Agradezco la sonrisa, el tierno abrazo, el saludo sincero. Agradezco la comida compartida y el disfrute de la creación.

¡Qué lindo es ser misionero del silencio y de la escucha!
¡Cuanta vida abundante! ¡Cuanta belleza!
Quiero agradecer a todos estos rostros compañeros de camino: a veces por unos instantes, por lo que dura un intercambio de miradas.  Otra veces compañeros de grupos, de sabrosos silencios. Otras y tantas veces, compañeros desde tiempo, meses y años.

En realidad poco importa el tiempo. Importa la calidad y la profundidad.
Y otra vez asoma lo paradójico: para la calidad y la profundidad de las relaciones no necesitamos tantas palabras y a menudo – en la oscuridad y sobriedad del silencio – surgen relaciones auténticas, profundas, íntimas.
El milagro del silencio es el milagro más poderoso.

Gracias a estos rostros que creen y apuestan al silencio. Gracias a estos rostros que confían en la vida y en el amor. Gracias por su tiempo regalado y su entrañable afecto.

Cada rostro es un regalo inmenso para mi. Cada ruta es un regalo: a menudo siempre las mismas rutas, pero siempre nuevas. Nos amamos con las rutas: compartimos horas de silencio y soledades. Gracias también al auto: fiel compañero de misión y de silencio.


Y cada rostro vuelve a latir en mi corazón que, silencioso, regresa a casa. Una casa que nunca ha dejado y donde todos nos encontramos: abrigados por un silencio que nos hace amigos y hermanos.

lunes, 27 de febrero de 2017

Misionero y monje


Feliz en la soledad
Sin el hijo que tanto deseaba;
sin los besos de una mujer compañera;
lidiando todo el día con lo austero.
Así la soledad me miró.
Y Dios me hice feliz de otra manera.
Dentro de paredes y rigurosa clausura
el cielo y la tierra mis fronteras,
en la rutina monástica y seria,
sólo con la aventura de la fe.
Y Dios me hace feliz de otra manera.
Como una nube que vuela solitaria,
bella parábola del grano de trigo,
así vivo en mi celda sin testigo,
ningún otro entretenimiento que mi oración.
Y Dios me hace feliz, y yo lo bendigo.
Vibro con mi cuerpo consagrado
como piedra esculpida en la minería;
a la espera de la Eterna Primavera
suspirando así tanto como yo soñaba.
Y Dios me hace feliz de otra manera.
Domino el corazón con la castidad,
la humanidad sin ninguna dificultad;
en silencio en mi celda, a la espera
sin nada que suavice mi soledad.
Y Dios me hace feliz, y ¡cómo!
(un monje cartujo)

Me gustó este texto/oración del anónimo monje cartujo. Me gustó y me encuentro. Los cartujos fueron fundados por San Bruno. Son monjes de vida semieremítica y contemplativa. Distribuyen el tiempo entre la soledad individual y la oración en la comunidad monástica.
Soy un poco monje. Lo descubrí hace unos años. Soy misionero y monje. Amo estar con la gente, amo jugar con los niños, cenar con familias, escuchar personas, construir dignidad. Amo reír y bailar con los jóvenes, compartir el barro codo a codo con los pobres. Simultáneamente amo el silencio y la soledad. Amo estar solo, amo leer, contemplar pájaros y flores. Amo la celda de mi cuarto y mi corazón. Mi corazón de monje es misionero. En el fondo misionero y monje expresan las dos caras de lo mismo. Es el mismo y único amor que se manifiesta hacia fuera y hacia adentro.
Misionero y monje, monje y misionero. Cada cristiano, cada ser humano tendría que ir incorporando las dos dimensiones del Ser: adentro y afuera. Silencio y Palabra. Virginidad y fecundidad. Cada cual en el ruido de mundo, rodeado a menudo de estupidez y superficialidad, puede encontrar su corazón de monje. Es esencial.

Gracias infinitas a la Vida que me hizo misionero del silencio. Mano tendida. Monje feliz.

Etiquetas