domingo, 14 de mayo de 2017

Juan 14, 1-12




No se inquieten”, “No pierdan la calma”. Maravillosa invitación de Jesús que nos apremia a descubrir el verdadero rostro de Dios: la calma, la quietud. De ahí la confianza inquebrantable del Maestro y de todos los sabios.
El salmista lo había vislumbrado siglos antes: “Aquiétate y aprende que Yo soy Dios” (Sal 46, 10).

Dios es calma, Dios es quietud. Por eso nos cuesta tener una transformadora experiencia de Dios: estamos en continua agitación. Especialmente mental.

Calma y quietud no se oponen en absoluto a la actividad. Más aún: desde la calma la actividad se vuelve más fructífera y rendidora. Desde la calma estamos más centrados y más unificados y no hay desperdicio de energía.
Creemos erróneamente que la actividad va de la mano con la agitación. En realidad la verdadera actividad se produce desde su centro inmóvil: como el eje de una rueda que quedando fijo permite el movimiento.

Vemos que Jesús raras veces “pierde la calma” y cuando la pierde es por elección. Siempre centrado, sereno, confiado. Ha descubierto su centro interior inmóvil y se vive a partir de ahí.
Un proverbio zen dice: “Estar en calma es el mayor logro del yo”.

Por eso necesitamos meditar. Por eso este mundo agitado necesita meditar. Basta sentarse un momento y prestar atención a nuestra mente para darse cuenta de la constante agitación que nos habita: preocupaciones, miedos, deseos. Jesús lo sabía y por eso dedicaba noches enteras a la meditación y al silencio.
El amor auténtico surge desde la calma y vuelve a la calma.

El texto de hoy nos presenta también la famosa frase del Maestro: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
Desde la calma descubrimos con asombro que “camino”, “verdad” y “vida” coinciden.
No hay nada que lograr. Hay un universo por descubrir.
Abriendo los ojos sobre nuestra verdadera identidad – calma y quietud – descubrimos que ya estamos en el camino y que este camino es simultáneamente verdad y vida.
Amor es lo que somos, amor el camino de nuestra experiencia humana, amor nuestra verdad real y concreta.
Somos el Amor eterno (verdad y vida) expresándose por un momento en una persona humana (camino).
¿Por qué entonces no vivir desde la calma?


sábado, 13 de mayo de 2017

María: si, no, tal vez. Aclarando (espero).




En estos últimos días, debido a la votación sobre la instalación o menos de una imagen de la Virgen María en la rambla de Montevideo, se volvió a caldear el ambiente y los debates, especialmente en las redes sociales.
Comparto mi sentir y mi visión esperando pueda iluminar un poco.
Personalmente lo vivo como un tema menor: la vida tan maravillosa e intensa me lleva a ocupar mi tiempo en otras y más provechosas realidades como, por ejemplo, oler la tierra húmeda después de la lluvia.
Igual es importante considerar también estos acontecimientos menores. A veces.

¿Dónde radica el centro de la cuestión que tantos debates y enfrentamientos provoca?
A mi parecer en el tema de la identidad.

Tema central sin duda. Tema donde necesitamos crecer en compresión.
Confundimos la identidad con el pensamiento: acá el problema.
Los católicos ponemos nuestra identidad en unas creencias mentales y los legisladores del Frente Amplio ponen su identidad en otras creencias mentales. Sin darnos cuentas, obviamente.

A nivel mental, a nivel de pensamiento, a nivel de conceptos una profunda y verdadera comunicación es prácticamente imposible. Cada cual defiende su postura. Por eso no nos entendemos. El nivel mental no conoce la verdadera comunión.
El ego siempre busca seguridad en la identidad. Por eso se identifica con posturas mentales y pensamientos. Es justamente la identificación con una afirmación positiva de la mente la que nos lleva por mal camino.
¿Cómo saber que estamos confundiendo nuestra “autentica identidad” con identidades secundarias e ilusorias?
Por la parcialidad y la separación. Cuando percibo que mi supuesta identidad me separa de los demás, cuando percibo que lo distinto prima sobre lo común, estoy percibiendo mal. Estoy confundido. Es el ego que quiere afirmarse, y el ego religioso es más poderoso aún, porque se sirve de la idea de Dios para autoafirmarse y justificarse.

Nuestra profunda y verdadera identidad es universal, compartida y común. Hablar de la Vida, sin dejarse atrapar por el concepto, puede ayudar.
Los ediles frentistas y los católico estamos vivos, participamos de la única Vida. Todos respiramos, a todos la vida nos es regalada en este preciso momento. Esta es la percepción que hay que desarrollar.
Nuestra autentica identidad no se encuentra a nivel de la mente.
¿Qué es lo común a los legisladores del frente y a los católicos? Eso hay que buscar y vivir. Lo demás es secundario y vendrá a enriquecer y matizar la auténtica identidad.

¿Si antes de debatir nos hubiéramos sentado en silencio y después hubiéramos compartido un lindo asadito (eso sí, con algún vegetal para los espíritus vegetarianos)?

Si los parlamentos y todos los grupos humanos tomaran la costumbre de meditar y compartir una comida antes de debatir tal vez todo fluiría mejor.
El silencio nos lleva de la mano a la autentica identidad. Así el comer juntos.
En el silencio nos encontramos. Todos.
Sin silencio nuestros defender supuestas identidades desemboca en posturas rígidas y fanatismos.
Creer que “ser” del frente o “ser” católico defina una identidad es un grave error. La identidad está más allá de cualquier definición y etiqueta. Eso hay que buscar y de eso hay que vivir. A partir de ahí se puede dialogar con serenidad y alegría. Y las diferencias se convierten en riqueza.

En realidad se puede notar en algún sector de la sociedad cierto clima hostil a la iglesia y a lo católico. Desde el silencio este sector podría darse cuenta que una imagen de la Virgen María no trastorna existencialmente la vida de los espíritus agnósticos o ateos.
¿Por qué le tienen miedo a una imagen? Pueden pasar de largo sin ni siquiera mirarla y seguir felices con su agnosticismo.
¿Cuál es la raíz de su miedo y su rigidez?
Podrían también darse cuenta del rol de la iglesia en la sociedad uruguaya y especialmente en la capital. La institución iglesia llegó y llega donde el Estado a menudo falla o está ausente: salud y educación. La iglesia mantuvo y mantiene hospitales, caif y colegios y especialmente en zonas carenciadas.
¿Por qué no cuestionan esta presencia que es más real que una imagen?
Sospecho el motivo: le sirve.

Los católicos, también desde el silencio, haríamos bien en preguntarnos: ¿por qué tanto afán en intentar colocar una imagen?
¿No nos alcanzan las que tenemos y las que cada cual puede colocar en su patio o en su casa?
¿Qué nos daría más de lo que somos? Tal vez poder decir: “¡Los católicos tenemos una enorme estatua de la Virgen en la rambla!”. ¿Esta es fe?
Tal vez falla una autentica experiencia de Dios y, en este caso, de María.

Si desde el silencio percibo la unidad que todo sostiene, percibo la única Vida, puedo también percibir una presencia de María más real y tierna que la de una estatua: con todo que el arte me encanta.
María es lo mejor de vos. María no está afuera. Nada está afuera. Todo surge desde adentro. María es tu centro inmaculado, tus deseos de amor más puros. Tu belleza escondida. Descúbrela y disfrútala.
Cuando nos centramos en lo invisible, lo visible puede estar o no: no nos quita la paz y alegría.

Personalmente descubro el rostro y la presencia de María en cada mujer. Descubro y disfruto a María en cada mamá, su atención, su ternura, su cariño. Disfruto a María en el rostro sonriente de cada niña, adolescente y joven.
Disfruto a María en la amistad y el amor de mis amigas.
Descubro a María cuando soy María. Cuando mi amor es gratuito, puro, virgen.
Si esto se expresa en una imagen bien. Sino, bien igual.







viernes, 12 de mayo de 2017

El ser desnudo




Cada estación nos enseña algo y nos aporta un hermoso matiz de la infinitud de la vida.
El otoño desnuda al ser.
El incomparable espectáculo del caer de las hojas nos invita al ser desnudo.
Sin temor el árbol suelta las hojas que fueron su vestido, su belleza y su orgullo por unos cuantos meses. Sueltan todo, perfectamente libres y estables en su ser desnudo.
Hay que aprender de estos sabios maestros: soltar la forma y amar el vacío. Soltar lo visible y enamorarse de lo invisible.
Soltar las formas es dejar ir todo lo que nos da seguridad afectiva y efectiva: pensamientos, afectos, ideales, proyectos, deseos.
Soltar las formas es también dejar ir los miedos que nos atrapan y encarcelan.
Soltando la forma quedará lo que somos: ser desnudo, quieto, brillante.
Tal vez la desnudez del ser nos avergüenza un poco: camino necesario hacia la gratuidad.
El amor siempre está desnudo, como Cristo en la Cruz. Por eso puede recibir todo y soltar todo. Ahí radica la verdadera libertad.
¡Otoño querido y bendecido otoño que nos enseñas a “ser”, más allá de toda forma!
Nos regala la dicha más grande: la dicha de ser.
Y volverá a revestirse el ser desnudo. Volverán los colores y los olores de frutos y flores.
Volverán las abejas a disfrutar del néctar y a su incansable trabajo.
Milagrosamente asomarán las primeras yemas despertadas por el primer beso de un sol naciente.
El ser desnudo, siempre presente y quieto, se expresará otra vez en una belleza desbordante.


lunes, 8 de mayo de 2017

Carta abierta a Maduro





Señor Maduro,

aunque es muy probable que no lea esta carta, igual le escribo. Es una manera de llevar a Venezuela en el corazón y rezar por todo el pueblo venezolano. Además todo está interconectado como usted sabrá y por eso nada que se haga desde el amor se pierde.
Por último mi escribir es una manera de exteriorizar el dolor que me provoca la situación de su hermoso país.
Señor Maduro: no me atrevo a llamarle “presidente”. No es una falta de respeto, es fidelidad a mi conciencia. Un presidente “preside” una comunidad o un grupo: está a servicio del bien común y del desarrollo de cada individuo. Usted hace tiempo dejó de presidir. Muchos le dicen “dictador” y por lo que veo y oigo es un adjetivo bien puesto.
En realidad desde los tiempos de su finado predecesor mi escaso olfato político iba detectando olor a dictadura.
No me defina “terrorista de derecha” como acostumbra a etiquetar a los que no comparten su ideología.
Soy un simple sacerdote misionero. Me intereso de política porque me interesa el ser humano. En realidad todo me interesa porque en todo descubro rasgos y rastros de la Vida o de Dios, como usted prefiera.
Hace poco publicó fotos de su Primera Comunión: algo de catequesis habrá hecho. No dio mucho fruto al parecer.
Me interesa cada ser viviente y respiro para que mi entorno viva feliz, con dignidad y alegría.
Creo que la misión de los políticos y los gobernantes tenga mucho que ver con el sacerdocio: ser buenos pastores.
Hace tiempo que usted dejó de ser buen pastor. Un buen pastor da la vida por el pueblo: usted la está quitando, de mil maneras.
¿Qué le pasó señor Maduro? ¿Puede usted dormir por las noches?
No es fácil entenderle. No es fácil entender a los dictadores.
A mi parecer los posibles caminos de compresión son esencialmente dos: enfermedad o cinismo. En el fondo estamos en los mismo porque el cinismo es también enfermedad.
Cuando usted en nombre de una ideología reprime, destruye y mata, algún trastorno mental debe haber. Sería aconsejable ir a consultar un psiquiatra o un psicólogo de su confianza. No es un signo de debilidad, es un signo de fortaleza y humildad. Yo fui también y me ayudó a crecer. Anímese.
Es muy probable que la casi totalidad de los psicólogos del mundo le detecten una falta brutal de autoestima. Quizás su infancia no fue muy feliz. Usted no se quiere señor Maduro y busca tapar esta terrible sensación de vacío con el poder. Se puede sanar la autoestima, se puede aprender a respetarse y quererse. En el fondo, muy en el fondo, usted es una obra de arte, como cada ser humano: para sanar tiene que descubrirlo.
Pasamos al cinismo, la cara más terrible del fanatismo. Usted se define socialista y revolucionario. Simón Bolívar que usted tanto cita se estará dando vuelta en la tumba al ver su actuar. Cada tanto me hago daño (también tengo que crecer en la autoestima) y miro algunos de sus discursos y video en twitter. Sinceramente me revuelven el estomago.
No sé si se da cuenta de la hipocresía que trasuda cada una de sus palabras. Si no se da cuenta su enfermedad es realmente muy grave. Si se da cuenta su cinismo es terrible.
También puede consolarse: no está usted solo. La historia nos regaló y nos regala cada tanto dictadores de su estatus. Le nombro al pasar al dictador de Corea del norte: esta carta podría dirigirse a él solo cambiando el apellido del destinatario.
Usted sigue repitiendo y nombrando el socialismo, el pueblo, la revolución. Me intriga descubrir la conexión que hay entre los dictadores comunistas y la hipocresía. Me atrevo a decir que todos los dictadores comunistas y su entorno llevaban una doble vida y una doble moral: una vez derrocados se le descubrieron fortunas insospechadas para cualquier sucio capitalista. No me sorprendería que una vez derrocado le descubran también a usted gordas cuentas bancarias en algún banco cómplice. Fruto de la corrupción y del narcotráfico por supuesto. Sí, lamento decirle que lo van a derrocar. Una vez que la chispa de la libertad y la dignidad se despierta nada la detiene. Apúrese al trabajo interior: le queda poco.
¿Qué es lo que no funciona dejando un momento de lado su trastorno mental?
Sencillo: la ideología y la creencia que su manera de interpretar la ideología es la única y la mejor.
Las ideologías no llevan por buen camino. Si señor Maduro. La ideología es un cáncer mental que destruye y mata por autodefenderse e imponerse. La vida, la vida real y concreta, no es ideología. A su gente no le interesa la ideología socialista: le interesa comer y vivir en paz.
La igualdad y la libertad no hay que teorizarlas: se viven antes que nada y, en cualquier caso, se teorizan después. El precio del fanatismo ideológico es engendrar situaciones opuestas a lo que se predica: como está sucediendo en su país. Usted es esclavo de su misma ideología. Y peor aún: está convencido que su manera de interpretar el socialismo es la única y mejor. Terrible ceguera. Si el socialismo propone igualdad de oportunidades y pensamientos ¿porque no deja que todos opinen y que se vote libremente?
Le aseguro que el presidente Trump no me pagó para escribir esta carta. No comparto tampoco la ideología capitalista. No comparto ninguna ideología. Tampoco la evangélica: haber hecho del evangelio una ideología ha llevado a la iglesia y a los cristianos a terribles incoherencias. En nombre del Dios del amor hemos también matado y condenado.
Jesús no fue ideólogo, tampoco Buda. Ningún sabio fue ideólogo. Jesús fue hombre real y concreto, enamorado de la vida, de cada ser humano, del rostro de niños y mujeres. Hombre enamorado y cercano a los pobres y a los que sufren.
Enamórese señor Maduro. Se lo ruego. De usted mismo antes que nada. De su pueblo después.
Solo el amor es la solución. Solo el amor devolverá paz a su corazón y a su pueblo.
Con respeto, P. Stefano Cartabia OMI




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