miércoles, 30 de septiembre de 2015

La Soledad

"El hombre todavía no ha aprendido a apreciar la belleza de la soledad. La soledad es esencial para tu ser y no hay forma de evitarla"

Osho



Hoy escribo desde La Soledad, en todos los sentidos. 
Desde un lugar hermoso en el campo tacuaremboense llamado La Soledad y desde la soledad espiritual.
Así que la cita de Osho cae en terreno fértil.


¿Dónde radica la belleza de la soledad?

Sin duda radica en la verdad. Soledad y verdad van de la mano. La soledad tiene el gran don de acercarnos a la verdad. En la soledad ya no podemos escaparnos, ya no sabemos a donde ir. 
No hay nadie, no hay nada: estamos solos. Ahí la verdad se asoma, puede asomarse.

La soledad es el permiso que le damos a la verdad para asomarse. 
¿Cual verdad?
Antes que nada la verdad sobre uno mismo y en segundo lugar la verdad sobre las cosas y la realidad en general.


Soledad y silencio van de la mano. El uno invita a lo otro, pacifica y serenamente.
¿Por qué nos cuesta apreciar la belleza de la soledad?
Esencialmente por el mismo motivo por el cual evitamos el silencio: el miedo. Justamente el miedo a la verdad.
Cuando damos los primeros pasos en la soledad descubrimos que toda razón por tener miedo desaparece paulatinamente.
Descubrimos que la verdad sobre nosotros mismos y la realidad es esencialmente maravillosa. La soledad nos define, porque donde no hay nadie ni nada queda lo verdadero: Dios. El Amor. La Vida. Lo que somos.

Y aparece el Milagro: descubrimos que la soledad es habitada. No es que no hay nada: hay todo.






martes, 29 de septiembre de 2015

La cruz no era necesaria


¡Queridos amigos de "El agujero en la flauta"! Hoy les propongo una reflexión sobre el misterio de la cruz y del dolor de un jesuita. Me parece iluminadora.


"La cruz no era necesaria. Cristo no vino a sufrir. Vino a ser Camino, la Vida, la Verdad.

Y lo consiguió, pero a un alto precio

No entraba en los planes de Yahvé. No la quería – no la podía querer – siendo un Dios Padre. El hombre podía ser redimido, encauzado, reorientado hacia su plenitud sin la crucifixión.

Jesús, aquel palestino, se había metido en un lío. No había sido “prudente”. No pactó con los poderes fácticos y, si era hombre de verdad, por muy hijo de Dios que fuera, tenía que morir de la forma que murió. Ser hombre, además de nacer de una mujer, significa someterse a su tiempo y a su espacio: ser historia.

Pero no murió así porque su Padre lo hubiese dispuesto así. La encarnación no conlleva necesariamente la cruz. Ni la redención. Jesús murió en cruz porque el poder religioso y político a un hombre así no lo podía digerir. Dios no quiere el dolor. Dios no puede querer la cruz. El dolor, en sí mismo, no tiene ninguna fuerza salvadora. La cruz no es invento de Dios. Es invento de hombres.

Cuando Jesús se siente abandonado, está siendo víctima del enorme respeto de Dios Padre por las leyes humanas, por el modo con el que los hombres llevan el mundo.

Jesús fue elegido para enseñarnos a amar, a convivir, a descubrir la verdad, a desmontar la hipocresía, a mirar a Dios, a mirar a los hombres. Quiso ayudarnos a superar la finitud, a sobrellevar la angustia de ser creaturas y por tanto imperfectas. Nos trajo la palabra “padre”, la palabra “hermano”, la palabra “libertad”. Rompió las amarras de la ley. No se sometió a los poderes del templo, ni a los políticos. Murió como blasfemo y como terrorista.

La cruz no era necesaria. Pero, fue inevitable. La maldad humana la hizo inevitable. Los poderes de este mundo, por muy sagrados que sean, no admiten ni a un Cristo ni a un cristiano.

Dios Padre tuvo que tragarse la cruz por amor a los hombres. Pero Cristo no vino a sufrir. Vino a ser Camino, la Vida, la Verdad. Y lo consiguió, pero a un alto precio.

La cruz no hay que buscarla. La cruz no es fuente de vida. La cruz habrá que aceptarla cuando llegue. Y la cruz será fuente de vida si en ella se crucifica el amor. El amor es la vida, no la cruz.

Jesús murió “por” nuestros pecados. Es decir, la maldad de la sociedad, la de aquella época y la de esta; la maldad de aquellos hombres y nuestra maldad, el Caín que llevamos dentro lo crucificó y sigue crucificando al indefenso, al pobre, al débil y mucho más si, por añadidura, pretende ser libre. Ese “por” no indica solo una finalidad, es sobre todo, causa.

Se corre peligro adorando la Cruz. No te arrodilles ante la cruz. Arrodíllate ante el amor crucificado. Quizás deberían prohibirse las cruces sin Jesús.

Monseñor Romero, aquel obispo salvadoreño, no murió asesinado en el altar por voluntad de Dios. Fue el egoísmo de unos poderosos quienes no aguantaron su vida y sus palabras.

Dios no quiere – no puede querer – que nos crucifiquemos unos a otros.

Pero si alguien quiere amar como Jesús, ser libre como Jesús en medio de una sociedad egoísta, hipócrita, legalista, ambiciosa, caerá muerto a balazos, agotado o crucificado.

Pienso que, también en esto de la Cruz, los sacrificios, el dolor etc., nos hemos hecho un lío. O nos han hecho un lío.

Pero, en fin, Jesús triunfó. El que lo siga lleva su frente marcada con el triunfo. Debe quedar claro: no fue el dolor, sino el amor, lo que le llevó al triunfo."



Luis Alemán sj

domingo, 27 de septiembre de 2015

Marcos 9, 38-48


Marcos sigue ahondando en la identidad de Jesús, ya reconocido como Cristo por Pedro en el capítulo 8. 
Lo hace con una técnica interesante y provocadora: nos muestra la diferencia de actitud entre los discípulos y  Jesús. 
Los discípulos hablan de "los nuestros": ¿qué hacemos con alguien que utiliza el nombre de Jesús para hacer milagros y no es de "los nuestros"? ¡Hay que impedírselo!
Jesús va a la raíz del asunto, de su manera de comprender y vivir su misión: no existe "lo nuestro". 
Los discípulos excluyen, Jesús incluye.
No se logra entender como en la historia de la Iglesia un mensaje tan hermoso y tan límpido se pueda haber tan malinterpretado.
Todavía hoy nos definimos con etiquetas: "soy católico", "soy evangélico", "soy budista, musulmán, ateo, etc...".
En el fondo etiquetas, nos dice Marcos transmitiendo el mensaje de Jesús.
Como siempre las distinciones que separan son mentales, nunca reales: ¿cuando lo comprenderemos?
El Amor, la Verdad y la Vida no son propiedad de nadie: no poseemos el Amor, el Amor nos posee; no tenemos la Vida, la Vida nos tiene.
La humanidad, la realidad entera es Una. Las distinciones son manifestaciones y riqueza de la Unidad, de lo Uno.
¿Cómo vivir todo esto concretamente?

  • Incluyendo, siempre incluyendo. Con tolerancia y paciencia.
  • Aprendiendo a ver la Unidad que todo lo sostiene y lo incluye. 
  • Apreciando los distintos y maravillosos matices de lo Uno en acción.


sábado, 26 de septiembre de 2015

¿Normal?

"La normalidad es una ilusión: lo que es normal para una araña es el caos para una mosca"



Hace unos días me encontré con esta frase y me pareció muy interesante y apuntando a la sabiduría.
Normal o no normal depende esencialmente de la perspectiva y de los intereses de cada cual.
En el fondo lo que nos dice es que todo es relativo.




"Lo único absoluto es lo relativo", podríamos decir de forma paradojal.
Muchos cristianos y teólogos se asustan escuchando todo esto y se cierran al dialogo.
Critican firmemente, con cierta amargura, que el problema fundamental en la iglesia y la sociedad es que, justamente, "todo es relativo".







Al respecto subrayaría unos aspectos:

1) La necesidad (psicológica y espiritual) de seguridad no reconocida y no asumida nos lleva al miedo. Parece que el ser humano no puede vivir sin anclarse a algo Absoluto o que cree tal.

2) Aclarar lo que se entiende por "todo es relativo". Muchas veces se critica sin conocer, sin profundizar y sin abrirse al dialogo. Cuando se afirma que "todo es relativo" no se quiere afirmar una anarquía de valores o "que todo vale", como se preocupan los moralistas. Se quiere decir algo más hondo: el ser humano es un ser situado y, si puede conocer lo Absoluto, lo conoce relativamente: a su cultura, familia, educación, religión, genética, historia, etc...
Tu mismo acercamiento a lo Absoluto es relativo. Elegida y asumida la relatividad se pueden ordenar los valores y la moral. Son dos planos distintos.

3) Desde esta comprensión y apertura se nos abre una ventana maravillosa al Misterio: en su infinita apertura todo está relacionado, todo coexiste armoniosamente. Dios se manifiesta en la araña y en la mosca a la vez. Lo Absoluto es relación y Dios es Absoluta relatividad. 
Por eso que el Silencio es la mejor manera "para hablar del Misterio": en el Silencio coexisten todas las palabras y los opuestos se relacionan en armonía y belleza. 




viernes, 25 de septiembre de 2015

Como el agua con el vino



“¡Oh, Dios grande!,
mi alma con la tuya se ha mezclado,
como el agua con el vino.
¿Quién puede separar el vino del agua?
¿Quién, a ti y a mí, de nuestra unión?
Tú te has convertido en mi yo más grande:
ya no quiero volver a ser el pequeño yo.
Tú has aceptado mi esencia:
¿no debería yo aceptar la tuya?
Me has aceptado para la eternidad
de manera que yo no pueda negarte por la eternidad.
Ha penetrado en mí tu aroma de amor,
y ya no abandona mi médula.
Como una flauta permanezco entre tus labios
y como un laúd sobre tu regazo.
¡Sopla! Y yo emitiré suspiros.
¡Toca! Y yo vibraré en llantos.
Tú, aliento de mi corazón.”

Rumi



Hoy les propongo una oración de uno de mis autores favoritos: el místico sufí Rumi (1207-1273).
Rumi, como todos los místicos y sabios, sabe ver lo que los demás normalmente no sabemos ver. 
Son maestros de la visión y nos enseñan a ver correctamente.
¿Qué es lo esencialmente Rumi ve y nos expresa en esta oración?
Unidad. La separación es una ilusión. Nuestra identidad más honda es lo Uno: con la divinidad y con todo lo que es.
Tan profunda es esta unidad que no hay posibilidad de separación. En la tradición cristiana nos educaron que el pecado nos separa de Dios: mentira. La más grande, fatal y absurda mentira. No es posible. A lo sumo, lo que llamamos "pecado", nos hace percibir un sentimiento psicológico subjetivo de separación que en algún modo es real.

Dios es el aliento de mi aliento. Dios respira en mi respirar, camina en mi caminar, piensa en mi pensar, siente en mi sentir.

Disfruten en absoluta calma de esta oración. Lean cada palabra despacio. Saboreen cada frase. Dejen quieto el pensamiento que separa y sientan desde su ser más hondo la verdad de cada palabra.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Comer el pastel

"Aceptar una idea de la verdad sin experimentarla es como una pintura de un pastel sobre un papel: no se puede comer"

Suzuki Roshi



El maestro zen Suzuki nos recuerda algo esencial: la verdad es vida y la vida es la verdad. Uno de los grandes aportes del zen a nuestra cultura y religiosidad enfermas de racionalismo es el vinculo constitutivo entre verdad y vida. 
A partir del axioma de Descartes: "Pienso luego existo" y de los ideales positivistas de la revolución francesa nuestro mundo occidental cayó en la trampa del idealismo: creer que las ideas y los pensamientos son la verdad. Esto afectó fuertemente también el cristianismo que se volvió doctrinal, perdiendo todo el empuje místico de sus orígenes. 

Decir o pensar que "Dios es amor" es un simple pensamiento, una idea como cualquier otra...hasta que no lo experimento. Tiene muy poco que ver con la verdad.
Esto es tan central que, a mi parecer, es una de las claves para leer la crisis de nuestra sociedad y de la iglesia.
El alejamiento de la gente de la iglesia no es un alejamiento de Dios: es un alejamiento de un Dios pensado. Un Dios pensado es un Dios que no transforma la vida y que, en el fondo, no sirve para nada: como un pastel dibujado en un papel. El dibujo puede ser maravilloso, pero no me nutre.

Nuestra espiritualidad se volvió una espiritualidad idealista, sin real contacto con la vida.
Hay que volver a la experiencia de Dios y, esencialmente, Dios se experimenta en y a través de la vida, aquí y ahora.
Como decía otro gran filosofo francés, Blaise Pascal: "Dios no se piensa, Dios se vive".


miércoles, 23 de septiembre de 2015

Enfermedad y sanación

"No estamos aquí para sanar nuestras enfermedades, sino para que nuestras enfermedades nos sanen"

C. G. Jung



La genialidad y profundidad de Jung nos proponen una cita interesantísima. 
Antes que nada subrayo la mirada nueva sobre la enfermedad, una mirada positiva: la enfermedad, de cualquier tipo y color, es una amiga, no un enemigo.
Esto ya lo sabían los chinos desde milenios. En occidente nos cuesta aceptarlo y entenderlo.
El concepto de salud y enfermedad es relativo y no existe el uno sin el otro. Lo que llamamos "salud" es simplemente un estado de momentáneo equilibrio entre la salud y la enfermedad. La enfermedad está latente en la salud y la salud está latente en la enfermedad.

Volviendo a la cita de Jung: ¿que significa que nuestras enfermedades nos sanan?
La enfermedad, repetimos de cualquier tipo, podemos comprenderla como un llamado de nuestro interior a crecer.
Es como si nuestra interioridad nos dijera: "todavía hay algo por descubrir, todavía hay que crecer".

En realidad toda enfermedad, con el dolor que le va inevitablemente asociado, es una invitación a descubrir lo que somos, nuestra identidad que, paradójicamente, está sana y no puede enfermar.

Es como si nuestra identidad más profunda - Amor y Unidad - necesitase de la enfermedad para salir a la luz.

Lo que somos no nace, no muere, no sufre, no enferma. 
Lo que somos utiliza la enfermedad para despertarnos a este hermosa realidad.
Bienvenida enfermedad entonces...buen camino...

martes, 22 de septiembre de 2015

El pozo y las estrellas

"Cuentan de un filósofo griego, presocrático, que una noche por contemplar el firmamento estrellado, cayó en un pozo. Así ¿quién querría ser filósofo? Sin embargo, es grandiosa la actitud del filósofo saliendo del pozo y volviendo a mirar hacia arriba. Lo que resulta triste es la condición de las gentes que por mirar el suelo que pisan para no caer, se están perdiendo el espectáculo del cielo estrellado"

Consuelo Martín





Interesante y sugerente el cuentito que nuestra reflexión diaria nos propone. 
Esencialmente la cuestión de fondo podría ser: ¿Cual es mi actitud frente a la Vida?
El cuentito nos propone dos actitudes fundamentales: contemplación y miedo.

La actitud contemplativa se aprende. Para eso hay que desaprender muchas cosas y sobre todo volver a la inocencia, la sencillez, el asombro. Contemplar es encontrar la raíz más allá del pensamiento.
Esta actitud contemplativa que se cultiva día a día, que se renueva a cada instante, nos permite vivir la vida con gratuidad y compasión, descubriendo la belleza a cada paso. 
A veces, enamorados por tanta belleza, podemos perder contacto con la realidad o estar confundidos y nos caemos. Entonces humildemente nos volvemos a levantar para contemplar otra vez.

La otra manera de vivir es a partir del miedo. Sabemos que todos nuestros miedos tienen una única raíz: la muerte. La muerte como miedo a perder nuestro "yo": una ilusión, ya que lo que soy no se puede perder. 
Esencial es entonces empezar a enfrentar la muerte desde ya. 
Desde el miedo a la muerte surgen los demás y comunes miedos: a sufrir, a las opiniones y juicios de la gente, a perder nuestra imagen, etc...
Viviendo a partir de nuestros miedos en realidad no vivimos: simplemente sobrevivimos y nos perdemos el encanto de la vida y su belleza. Tal vez no caemos en el pozo pero sin duda no disfrutamos del esplendor de las estrellas.
¿Contemplar o vivir con miedo? Hay que decidir ya. Las dos actitudes son incompatibles. 
Animate: un instante de contemplación vale mil caídas en el pozo.



domingo, 20 de septiembre de 2015

Marcos 9, 30-37



Marcos sigue ahondando en la identidad de Jesús, que al final es también la nuestra. Marcos presenta un Mesías distinto a lo que sus discípulos esperaban y distintos también a lo que nosotros esperamos o nos imaginamos. 
En el fondo Marcos va rompiendo las imágenes de Dios que el ser humano se va construyendo.
Jesús revela a un Dios servidor, un Dios que se entrega hasta el final. Jesús mismo es revelación de la entrega de Dios.
Los apostoles no comprenden. Muchas veces también nosotros, después de 2000 años, seguimos no comprendiendo y vamos repitiendo los mismos errores.
Seguimos buscando honores y títulos y seguimos asociando a Dios con el poder y el éxito.
Marcos en el evangelio de hoy nos pide que nos dejemos sorprender otra vez por Jesús: el amor no es un logro, el amor no está en el éxito y en el poder. El amor es lo que somos, es nuestra identidad más profunda.
El problema radica en nuestra interpretación: leemos nuestra vida y la realidad a partir de nuestros filtros y creencias y sobre todo a partir de la experiencia que tenemos de nuestra identidad. Si me percibo como alguien carenciado y necesitado buscaré afuera algo que llene este vacío: reconocimiento, títulos y honores por ejemplo. Es todo un trabajo de sanación y reconocimiento de nuestro autentico ser.
Por eso también Jesús elige un niño como símbolo de su manera de vivir. El niño esencialmente no interpreta, no lee la realidad a través de sus intereses, filtros y creencias. El niño vive en plenitud. Punto. 

Cuando logramos leer nuestras vidas y la realidad a partir de nuestra maravillosa identidad - sin filtrarla -  todo se transforma y cualquier moralismo, voluntarismo, cualquier búsqueda de privilegios y honores dejará lugar a la expresión genuina, transparente y original de nuestro ser: amor.

sábado, 19 de septiembre de 2015

Sufrimiento y actitud

“El sufrimiento es sí mismo no constituye ninguna cura; sólo nos cura cuando desarrollamos la actitud adecuada hacia el mismo” 

John A. Sanford




En el cristianismo el tema del dolor y del sufrimiento los hemos abordado esencialmente a partir del Misterio de la Cruz de Cristo. La cruz no por nada es el símbolo central de nuestra fe. 
A menudo se ha interpretado mal este Misterio y como consecuencia se ha desarrollado una espiritualidad poca sana y en un algún caso patológica.
El Misterio de la Cruz nos revela únicamente la inmensidad del Amor de Dios a través de la vida de Jesús de Nazaret. Cruz y Resurrección no pueden nunca tomarse por separado. Son el mismo y único Misterio de Amor y no se comprende el uno sin el otro.
La cruz de Jesús y su resurrección nos dicen que una vida entregada vale la pena, que amar hasta el final duele pero engendra vida y sobre todo, que el amor no muere. Nunca. El amor es. Simplemente y bellamente ES.

Dicho en una frase: Dios no quiere que suframos, quiere que amemos, porque el amor es lo que somos.

Entonces comprendemos mejor la distinción entre sufrimiento y dolor y su sentido oculto.
El dolor es parte de esta vida y es parte del crecimiento en el amor: no se crece sin dolor. 
El sufrimiento es cuando al dolor inevitable le agregamos algo más: nuestro egoísmo, nuestra falta de visión y comprensión, nuestros apegos.
El sufrimiento entonces es esencialmente psicológico. No toca nuestra raíz, nuestra esencia. El sufrimiento evitable no nos construye entonces: se puede evitar, se puede disolver. Con la actitud adecuada, nos recuerda Sanford en la cita de hoy.
¿Cual? Amando desde nuestra esencia. Observándolo cómo inútil desde nuestra raíz. Liberandonos de la esclavitud de los apegos y los pensamientos.
Intentemoslo.



viernes, 18 de septiembre de 2015

NyP: Nostalgia y Plenitud



Salgo a caminar aprovechando la hermosa tarde. Me gusta caminar sereno: aquieta mi ser y puedo agradecer más hondamente.
La calidez del último sol invernal abriga con ternura y me recuerda la Presencia discreta y serena del Amor.
Melodías musicales fantásticas me acompañan. Se despierta en mí la profunda nostalgia del Ser. Todo es perfectamente claro.
Se detiene la mente y todo es perfecto: todo está donde tiene que estar y todo es como tiene que ser.
Veo gente pasar. Gente trabajando, conversando. Un papá juega con su niña pequeña. Puedo leer en su corazón: cuanta vida disfrutada y cuanto correr inútil y cuanto dolor, a menudo también inútil. Me queda perfectamente claro los que son nuestras prisas, nuestro afán, nuestra preocupaciones, nuestras peleas e incomprensiones: ilusiones. Simples e dolorosas ilusiones.
Comprendo que solo hay una realidad: la belleza infinita del Amor.
Siento la nostalgia de este Amor, que también percibo como la raíz única de mi ser y de todo lo que es.
No hay nada que buscar. Todo está bien y todo estará bien: tengo la certeza. Lo pude ver.
Nada que buscar. Nada que salvar.
Al revés: somos nosotros los eternamente buscados.
Nosotros los eternamente encontrados. 
Detente: en tu búsqueda el Amor te busca. Y te encuentra.

En mi plenitud nostalgica me fijo en un pájaro nunca visto (era un churrinche: nombre científico Pyrocephalus rubinus). Nunca vi pájaro tan bello: cuello y pecho fantasticamente rojos. Me acerco y él se queda. Revolotea cada tanto y vuelve: estoy seguro para que lo pudiera contemplar. Cruzamos miradas y nos entendimos.

Cuando has visto al Amor desplegandose silenciosamente te das cuenta de cuan torpes son nuestros intentos de atraparlo moralmente o con nuestros esfuerzos: torpes y a veces necesarios intentos. 

Cuando has visto al Amor, lo has visto. Y no queda nada: solo un bellísimo silencio. 
Qué hermoso poder resumir una vida en 5 palabras: Solo Creo En El Amor.

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