Los primeros minutos pueden aprovecharse para justamente tomar conciencia del lugar donde estamos y de nuestro cuerpo. Podemos revisar mentalmente cada parte de nuestro cuerpo y tomar conciencia si algo nos duele o si estamos incomodos. Vamos soltando y relajando. Lo mismo hacemos con sentimientos y emociones: tomamos conciencia de como estamos y nos sentimos en el momento presente. Sin juzgar. Todo está bien y amo lo que es. Simplemente tomamos conciencia y vamos soltando. Entregamos confiados nuestra situación actual tal como es.
Ahora podemos cerrar los ojos o dejarlos entreabiertos: lo importante es estar despiertos y vigilantes. Podemos entrar en la meditación a través de dos herramientas:
1) La respiración. Ponemos nuestra atención en la respiración. Atendemos con amor y serenidad a la respiración. No la forzamos. Simplemente observamos como es: su duración, profundidad, etc...Observo como es mi inhalación y mi exhalación. Puedo fijarme en mi abdomen como se infla cuando inspiro y desinfla cuando expiro. Pongo especial atención en el instante de quietud entre la exhalación y la sucesiva inhalación.
2) El mantra. Elijo una palabra sagrada (Dios, Jesús, Amor, Vida, Maranatha, Paz, etc...) y la voy repitiendo lenta y pausadamente. No voy pensando en el significado. Simplemente la repito hasta que me haga uno con la palabra, hasta que la palabra me viva. Obviamente con el tiempo también el mantra asumirá el ritmo de la respiración.
Las dos herramientas nos ayudan a entrar en la quietud, en el vacío mental y en Silencio y, por ende, a descubrir una dimensión más profunda y originaria de nuestro ser. Sugiero elegir una de las dos herramientas y aplicarla un tiempo. Después si no me encuentro a gusto puedo intentar con la otra. Hasta que me decida por una.
En los dos casos aparecerán dificultades. Mañana las veremos.
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