1) Meditación y vida
2) ¿Para que meditamos?
Meditación y vida
Meditamos para vivir. La meditación no aísla de la vida. La meditación nos introduce a la plenitud de la vida. Eso porque meditar nos hace más conscientes, más atentos, más despiertos. En el zen se dice que la misma preparación para meditar es, en sí misma, ya meditación.
Meditar va más allá del momento formal del meditar. Meditar es una forma de vivir. Es vivir con atención, con consciencia plena cada momento de nuestra vida. La meditación es una postura - una actitud - frente a la vida. Podemos hacer un hermoso paralelo con la Eucaristía rito central del cristiano. La Eucaristía, muchas veces, queda justamente eso: un rito, totalmente aislado de la vida. Pero la Eucaristía es la Vida y la Vida es Eucaristía. La meditación puede ayudarnos a vivir como actitud también la Eucaristía.
¿Para qué meditamos?
En un nivel más psicológico los beneficios de la meditación son reconocidos científicamente.
Está siendo propuesta en alguna escuela de EEUU a nivel curricular. También para muchos psicólogos y psiquiatras es uno de los ejes de sus terapias. En este caso, hablando de beneficios, podemos nombrar: paz interior, capacidad de concentración, alivio del estrés, aprendizaje en el manejo de las emociones, estabilidad afectiva y emocional, etc...
Nuestro enfoque es más espiritual e integral.
Subrayaría esencialmente dos aspectos: gratuidad e identidad.
La meditación nos enseña la gratuidad. Meditando aprendemos que todo es un don. Todo está ya dado. Simplemente nos sentamos y nos silenciamos y en actitud receptiva comprendemos que todo es gratuidad. Desde ahí nuestra vida se vuelve también más gratuita, sin quejas ni reclamos.
Más importante aún es el tema de la identidad.
Meditamos para descubrir quienes somos en realidad. En el zen se habla de "autentica naturaleza". Podemos hablar de nuestro autentico ser, raíz, fuente, esencia. Silenciando el cuerpo y la mente aparece una dimensión más profunda. Aparece quienes somos. Nos vamos dando cuenta que no somos nuestro cuerpo ni nuestra mente con sus pensamientos y sentimientos. Somos algo más. Mucho más. Y aparece paulatinamente e inexorablemente el Misterio innombrable. Misterio de paz, luz y amor.
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